Opinión
Ver día anteriorMartes 5 de abril de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad Perdida

Fallido encuentro en el Señorial

Engañados y acarreados

P

areciera como si de pronto a Marcelo le hubiera hecho falta el oxígeno, como si se hubiera quedado sin aire.

El miércoles pasado algunos consejeros perredistas y algunos funcionarios de su gabinete recibieron una llamada teléfonica en la que se les pedía acompañar al jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, a una reunión política de carácter urgente en el salón Señorial de la Zona Rosa. El aviso parecía tener como telón de fondo la situación del PRD en el estado de México.

Así lo creyeron muchos de los asistentes, que no tenían ni la más mínima idea de lo que se podría tratar el encuentro, pero si sabían que el fracaso de la alianza había metido en un problema serio a Ebrard, a quien de lado a lado en el espectro político se le colocaba como el gran perdedor.

Sus afanes por lograr esa unión fallida, y después el recule, que nadie entendió como venganza hacia los chuchos –que le negaron, una vez más, la posibilidad de hacerse del partido–, sino más bien como un fracaso en el que no le quedó otro remedio que levantarle la mano a Alejandro Encinas, para no desbarrancar, lo dejaron, a los ojos del análisis, muy debilitado.

Junto a ello, el constante deterioro de imagen por problemas como el de la supervía, las expropiaciones en Atzcapotzalco, el intento por dejar en manos privadas el suministro de agua a los habitantes de la ciudad de México, el cobro excesivo por el uso del líquido en varias colonias, así como las interminables y constantes obras en muchas de las calles de la metrópoli, parecían haberle cerrado las válvulas del oxígeno que requiere un político que va en busca de la silla presidencial.

Muchas críticas y pocos aplausos, podríamos sintetizar. Por eso a alguno de sus brillantes asesores se le ocurrió la reunión del Señorial, donde Ebrard repetiría –por primera vez entre los consejeros perredistas– que sus aspiraciones son las que todos conocen.

Lo nuevo era la sorpresa, el jalón de aire que buscaba el jefe de Gobierno para sobrevivir. Tal vez por eso a nadie se le avisó, o muy pocos sabían, que serían innermes cómplices de la jugada que allí se había montado para tratar de presentar el destape como el clamor de los asistentes.

Pero pasados los días se ha empezado a escuchar, aun en términos de susurro, la voz de algunos de los convocados, que no ven a Ebrard, cuando menos por ahora, como el más idóneo para ser su representante, y lo cuentan con sigilo a quien los quiere escuchar, y se sienten engañados, acarreados y molestos con aquella convocatoria a la que asistieron con los ojos cerrados.

La trampa no era necesaria. Por diversas razones la mayor parte de los convocados hubiera asistido consciente de lo que se trataría en la reunión, pero quienes lo organizaron tuvieron miedo de ser rechazados en caso de que se hubiera descubierto el tema de aquella noche, y eso, se diga lo que se diga, debilita la figura del jefe de Gobierno.

De cualquier forma el rechazo va creciendo por falta de operación política, talón de Aquiles del gobierno de Ebrard, quien lo ha padecido en muchos de sus actos, y si se añade que, en el progresismo que ondea el jefe de Gobierno como filosofía de trabajo hacia una supuesta candidatura a la Presidencia no cuenta con una fórmula que ataque al capitalismo desbocado que padece México, el horizonte político de Marcelo Ebrard Casaubon se antoja muy complicado.

De pasadita

Dicen que no quiere, que digan lo que digan las encuestas, ella prefiere alguna otra actividad política dentro del aparato de gobierno federal si llega a triunfar su candidato, y que al DF no le ve condiciones reales para ir a una competencia con posibilidades de apoyo por parte del electorado, pero por lo pronto está haciendo llegar a las casas de los habitantes de la capital una carta en la que habla de su labor política por la ciudad. Así va construyendo Beatriz Paredes su candidatura priísta para la ciudad de México, o ¿será que las cartas son mera rendición de cuentas? Vaya cuento.