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La exposición Uno sin el otro se presenta en el museo del artista, en Chapultepec

Muestran el tránsito de Tamayo de su pintura a la fotografía

Reúnen 320 diapositivas y 19 filmes de los lugares a donde viajaba

Se trata de una bitácora emotiva para rencontrarnos con el esteta y humanista, afirma el curador Juan Carlos Pereda

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Olga, esposa del artista
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Imagen tomada por Rufino Tamayo durante sus travesías, pues gustaba de captar paisajes y entornos
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Imagen tomada por Rufino Tamayo durante sus travesías, pues gustaba de captar paisajes y entornos
 
Periódico La Jornada
Miércoles 2 de marzo de 2011, p. 3

Un material que bien pudo acabar en el cesto de la basura, ahora anima Uno sin el otro: fotografías y películas de viaje de Rufino Tamayo/Retrato de su curador, exposición integrada por 320 diapositivas y 19 filmaciones, hechas entre los años 50 y 80 del siglo pasado, que se presenta en el museo Tamayo.

Juan Carlos Pereda, curador del recinto y especialista en el pintor, explicó que en cierto momento Olga, la esposa de Tamayo (1899-1991), iba a deshacerse de las fotografías fijas –uno de sus sobrinos tenía las películas– porque quería aligerar la carga. Le pedí que nos permitiera traerlas al museo, accedió y aquí lo guardamos. Eso fue hacia 1991-92, se trata de más de 2 mil imágenes y 50 películas en 8 mm, que se pueden ver en el recinto de Reforma y Gandhi, bosque de Chapultepec.

En la gestión de Sofía Hernández como directora del Tamayo (2009-2010), al buscar nuevas formas de acercarse al acervo del museo, “decidimos –explica Pereda– empezar a estudiar” ese material visual.

Aparte de la participación de Pereda en el proyecto, también se invitó al artista/curador de origen uruguayo Alejandro Cesarco (Montevideo, 1975), radicado en Nueva York.

Para Pereda, lo que se decanta de esta especie de bitácora emotiva es la forma de ver de Tamayo, qué le interesaba captar del paisaje, de los lugares a donde viajaba. Al ver algunas de las imágenes y las películas nos encontraremos de nuevo con ese Tamayo que ya conocemos, el humanista, con un profundo afecto por el hombre, que es un esteta antes de todo, porque cada una de estas vistas está reconstruida a partir de la visión del artista. Hay un interés estético de Tamayo por vertir parte de su experiencia en éstas imágenes. Hay muchas cosas sutiles que subyacen en cada una de las imágenes.

Relación pintor-curador

No se busca revelar al artista como fotógrafo. Se puede ver, según Pereda, “cómo Tamayo no va de la fotografía a la pintura, sino de su pintura a la fotografía.

Hay una estética que el artista ya había usado en los años 30 y 40, por ejemplo, tomar figuras femeninas que caminan de espalda. Es un recurso estético que retoma para retratar escenas de la realidad presente en sus fotos y filmaciones.

Alejandro Cesarco, a su vez, expresó que en su primer viaje de trabajo a México, “rápidamente descubrí que el archivo contaba con dos protagonistas complementarios: por un lado, Tamayo, que había captado el material, y Juan Carlos, el mayor erudito en el pintor, quien había rescatado y conservado ese acervo que ahora decidió hacer público. Frente a eso mi opción fue dar una serie de pasos hacia atrás, remarcar el objeto de estudio y pensar un poco el contexto a partir del cual este archivo cobra significado.

Me refiero al marco institucional, o sea el museo, y el marco afectivo, que es donde trabaja Pereda. La muestra tiene dos vertientes, por un lado, pensar la estructura a partir de la que se puede leer el archivo y, por otro, celebrar la relación entre artista y curador. Juan Carlos lleva 25 años trabajando la obra de Tamayo. Me parecía muy raro encontrarse con alguien cuya pasión y dedicación sea tal que genere ese deslumbramiento, esa fascinación.