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Con la novela sobre la pintora surrealista, la escritora obtuvo el premio Seix Barral 2011

A partir de hoy en librerías, Leonora, de Elena Poniatowska

Carrington no sería lo que ahora es sin México, por eso le ha dado lo mucho que ha recibido, dijo en entrevista

Llena de planes, revela que piensa escribir una biografía de Guillermo Haro

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Elena Poniatowska dice que todo lo que aparece en las páginas de Leonora ya está escrito, pues la pintora hizo muchos cuentos en los cuales siempre es la protagonistaFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Lunes 28 de febrero de 2011, p. 8

Las pesadillas de la guerra y los sueños surrealistas de Leonora Carrington (1917, Lancashire, Inglaterra), ese mundo extraordinario que ha brotado de su pincel pero, sobre todo, su generosa vida, son la fuente de la que abreva la pluma de Elena Poniatowska (París, 1932) para rendir homenaje a la pintora en las páginas de la novela Leonora.

No se trata de una biografía, se apresura a decir la escritora, sino de un sencillo acto de amor, un tributo a un ser excepcional.

La narración obtuvo el premio Biblioteca Breve 2011 de la editorial Seix Barral. Fue elegida entre 398 novelas inéditas que recibió este año el certamen.

El jurado, integrado por José Manuel Caballero Bonald, Pere Gimferrer, Rosa Montero, Elena Ramírez y Darío Villanueva, determinó, por unanimidad, dar el primer lugar al escrito que plasma un escenario cosmopolita, con recursos verbales magistrales. Elena Poniatowska construye una figura femenina turbadora, en la que se encarnan los sueños y las pesadillas del siglo XX.

En entrevista con La Jornada, la autora señala que todo lo que aparece en las páginas de su novela, de una u otra manera, ya está escrito, pues Leonora hizo muchos cuentos en los cuales siempre es la protagonista.

Aclara que si bien se ha escrito mucho acerca de la artista en Estados Unidos, en México son pocos los libros le han dedicado los especialistas: “Pocas personas saben de la impresionante lucha antifascista de Leonora Carrington contra el régimen de Hitler, o de su actitud en favor de los judíos. Cuando estuvo en España, a cada rato pedía entrevistarse con Franco para exigir que se acabara la guerra, para decirle que ya no debían morir más personas.

Tenía una gran conciencia social, de lo que significa la muerte, la guerra, las armas.

Leonora y Elena llevan una amistad de más de 60 años. Se conocieron “en los años 50; sus niños, Gabriel y Pablo, estaban chiquitos; Chiki Weisz, su marido, era fotógrafo; lo recuerdo porque siempre traía una gorra vasca. Hacía fotos de actos sociales, de cocteles, sobre todo trabajaba con los rotarios.

“A Leonora la conocí pronto, la empecé a visitar en su casa de la calle de Chihuahua, por Álvaro Obregón, en la colonia Roma, siempre ha vivido por el mismo rumbo. Chiki no tenía papeles, era muy difícil que se fueran a otro país. Él sufrió tanto durante la guerra... fue huérfano, en un orfanatorio, luego estuvo en campos de concentración, porque era judío.

Leonora llegó a México porque no tuvo opción. En primer lugar se encontró con Renato Leduc, su primer esposo, en Lisboa; en segundo lugar todos los europeos estaban alejándose de la guerra. Muchos artistas, como Max Ernst o André Breton y su esposa, se vinieron ayudados por Peggy Guggenheim; llevaron el surrealismo a Nueva York.

Poniatowska recuerda que, cuando conoció a Carrington, la artista “era muy mal hablada, con su acento inglés se la pasaba diciendo: ‘oh, qué la chingada los pendejos’. Fue Leduc quien le enseñó a hablar español, puras malas palabras y groserías; ahora ha olvidado un poco decirlas, pero era muy chistoso escucharla.

“Leonora se sintió bien en México y aquí decidió hacer su vida. Se juntó con pintores como Remedios Varo y Gunther Gerzso. Aquí vivió sus pesadillas del exilio, no saber cómo iba a salir adelante, y decidió ponerse a pintar, porque Chiki no ganaba mucho dinero. Aquí afrontó la sorpresa de la maternidad, dice que no tenía ni idea de lo que era un bebé.

“Ella no sería lo que ahora es sin México, siente que la gente la admira y la quiere, y por eso le ha dado a México lo mucho que ha recibido.

Leonora es una persona extraordinaria y fuera de lo común; desde hace muchos años fuma y fuma tanto que pienso que un día se va a evaporar con el humo del cigarro.

Poniatowska asegura que, a estas alturas de la vida, a Leonora ya no le interesa lo que se escriba de ella, ya no lo registra. También ha dejado de pintar. Hace dos años le dio unos apuntes suyos y de su hijo Pablo para ilustrar su libro Rondas de la niña mala y, añade, quizá sean sus últimos trabajos plásticos. Ambas se siguen reuniendo de vez en vez para comer y charlar de las cosas simples del mundo.

Acompañada ahora por sus dos gatos, Monsi y Váis, Elena se encuentra entusiasmada con la aparición de su novela Leonora (que este lunes 28 de febrero comienza a circular en librerías), y está llena de proyectos: planea escribir, ahora sí, una biografía, del astrónomo Guillermo Haro, padre de sus hijos (en quien se inspiró para realizar La piel del cielo), así como una novela sobre los Poniatowski, “porque encontré que Estanislao Poniatowski fue amante de Catalina la Grande; podría hacer algo sobre esa época, me gustaría mucho”, explica.

La escritora también confiesa que quizá se anime a dedicar un tiempo a la pintura, actividad que le hace ojitos. De hecho, Elena ha pintado fragmentos de un par de cuadros: las flores amarillas de un hermoso campo donde camina la figura de su madre, y la falda tricolor de una china poblana.

Se trata, añade, de un mundo que ayuda muchísimo, tranquiliza, porque te metes a otro tiempo, a otro ritmo; es mucho más sedante que escribir.

–¿Y qué sería usted, surrealista como su amiga Leonora?

–No sé, lo primero es que me salga –concluye la escritora con una gran sonrisa.