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Prosigue el ciclo de la Filarmónica de Berlín por el centenario luctuoso del compositor

El crecimiento espiritual nos ayuda para redescubrir a Mahler, dice Simon Rattle

El concierto fue transmitido mediante sistema de filmación y reproducción en vivo por Internet

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Sir Simon Rattle, ayer, en el podio de la Filarmónica de Berlín, junto a la soprano Christine Schäfer, durante un concierto en el cual reveló aspectos de su relación profunda con Gustav MahlerFoto Pablo Espinosa
 
Periódico La Jornada
Sábado 19 de febrero de 2011, p. 5

Sir Simon Rattle en primera persona: mientras la vida cambia y uno crece espiritualmente, es capaz de escuchar siempre cosas nuevas en las sinfonías de Gustav Mahler.

El aserto lo formuló ayer desde Berlín, durante el intermedio del concierto que dirigió al frente de la Filarmónica berlinesa, en continuidad del ciclo Mahler que realiza en honor del compositor austriaco, cuyo centenario luctuoso se conmemora durante todo 2011 en el planeta.

La sesión fue transmitida mediante el sistema de filmación y reproducción en vivo a través de Internet que desarrolla la que es considerada como la mejor orquesta del mundo.

Frente a la cámara, luego de la epifanía en que convirtió Apollo (Apollon Musagete), música para ballet de Igor Stravinsky, sir Simon Rattle reveló aspectos de su profunda relación con Mahler:

“Cuando Magdalena (Kozena, mezzosoprano checa, su esposa) musita en las noches canciones de cuna checas a nuestros hijos, me doy cuenta plenamente de todo cuanto nos une.

Además del secreto que encierra la música de Mahler y que podemos apreciar en cuanto crecemos espiritualmente, también está el hecho de que mis ancestros son checos, de la región de Bohemia donde nació Mahler.

Se refirió enseguida a “la enorme responsabilidad que cargo sobre mis hombros: Claudio Abbado trajo a Mahler a la Filarmónica de Berlín, al contrario de Karajan, su antecesor, que estaba más concentrado en Strauss y en Bruckner.

“Claudio explicó a la orquesta los primeros secretos de las partituras de Mahler, hizo un trabajo titánico. Por ejemplo, interpretó 52 veces la Novena Sinfonía de Mahler por toda Europa con la Filarmónica de Berlín.

Ahora que yo soy el titular de la orquesta a la que él enseñó Mahler, no considero poseer un estilo mahleriano, simplemente tengo la convicción y la certeza de que si crecemos espiritualmente seremos capaces de descubrir nuevos secretos a través de esa música.

Y puso en práctica sus palabras: la segunda parte del concierto consistió en su puesta en vida de la Cuarta Sinfonía de Mahler. Llegó así al umbral de las sinfonías Wunderhorn: las primeras cinco de las nueve que compuso Mahler, basadas en el ciclo de lieder titulado Des Knaben Wunderhorn.

La soprano Christine Schäfer participó como solista con su voz celestial para narrar, precisamente, la vida celestial, con un fraseo magnífico que hermanó el genio orquestal-canoro de Mahler con su antecesor en el género supremo del lied: Hugo Wolf.

En pleno clímax orquestal, cuando Rattle indicó con su batuta el attaca que prescribe la partitura (que dirigió de memoria, por cierto), entre el tercer y cuarto movimientos de la sinfonía apareció en escena la soprano celeste y mantuvo la flotación de nuestras almas en una altura suficiente como para que cuando sonaron las últimas notas en el arpa, en el tiempo detenido de la vida más allá de la vida, sir Simon Rattle cerrara los ojos y, a su vez, hiciera detenerse el tiempo: segundos apenas, suficientes para conformar una eternidad.

Así culminó esta interpretación de la Cuarta Sinfonía, este nuevo capítulo mahleriano de sir Simon Rattle con la Filarmónica de Berlín, en el silencio.

Ese fue el nuevo secreto ayer apenas develado, el nuevo hallazgo de sir Simon Rattle en su indagación, ojos adentro, del inconmensurable universo mahleriano: el valor del silencio.

Porque siempre que termina una sinfonía de Mahler, todo sucede en el silencio.