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Los curadores de los recintos son los que determinan esa política

Museos británicos ocultan momias egipcias por razones ideológicas

En Bristol sólo en fotografía se permite verlas sin vendajes

El de Manchester las ha envuelto en sábanas blancas cuando están en exhibición y únicamente las muestra si el público protesta

The Independent
Periódico La Jornada
Viernes 18 de febrero de 2011, p. 4

Londres. Las momias egipcias so-lían estar entre las piezas más populares exhibidas en los museos británicos. Pero tal vez sus días como atractivo para los visitantes estén contados, pues cada vez con más frecuencia son escondidas por curadores, quienes las ocultan de la vista sin consultar a nadie.

El año venidero, el Museo de Arte y Galería de la Ciudad de Bristol hará pública su primera política específica referente al uso y exhibición de restos humanos. En el anteproyecto queda claro que los directivos se molestan cada vez más por las exhibiciones de cuerpos y esqueletos humanos antiguos. Entre las recomendaciones está colocar avisos para alertar a los visitantes de que hay material de ese tipo en exhibición, e incluso reconsiderar si se debe exhibir.

Ya ese museo ha alterado en forma dramática lo que pone a la vista. Solía presentar su celebrada colección de momias egipcias en sarcófagos abiertos, pero ahora mantiene las tapas semicerradas porque, según los curadores, es más respetuoso. Sólo se permite a los visitantes ver momias sin vendajes en fotografía, y deben manifestar esa intención apagando la luz.

En otra parte del museo hay un raro esqueleto de un joven que vivió en Gran Bretaña durante la edad de bronce, hace 3 mil 400 años. Se encuentra en un estuche con una etiqueta que advierte: Contiene restos humanos.

Atractivo para multitudes

Este enfoque cauteloso no es un caso aislado. En los cinco años pasados, 17 museos en Gran Bretaña han emitido políticas específicas sobre restos humanos, inauditas hace una década. Algunos, como el Museo de Manchester, han envuelto las momias egipcias en sábanas blancas cuando están en exhibición, y sólo las revelan si el público protesta.

Otros eligieron mostrarlas lejos de las galerías principales. El Museo de Londres dice: Como principio general, los esqueletos no estarán en exhibición abierta, sino ubicados en forma que se les brinde cierta privacidad. Normalmente el museo no permitirá que los restos humanos que resguarda sean fotografiados o filmados para propósitos de medios externos.

Durante más de 200 años se han usado restos humanos en investigación y en exhibiciones de museos. La mayoría de los visitantes de museos esperan verlos expuestos. Un 90 por ciento de mil participantes en un sondeo de opinión comisionado por la organización English Heritage señalaron que no les incomodaba que los museos resguardaran restos humanos prehistóricos.

De hecho, tales restos atraen multitudes, en especial familias con niños pequeños. Programas como una serie de documentales de televisión llamada Conoce a tus antepasados, que muestra la excavación arqueológica y la reconstrucción científica de restos humanos, obtienen impresionantes cifras de audiencia.

Sin embargo, tal vez eso esté en vías de cambiar. La práctica de exhibir restos humanos está bajo ataque de una fuente inesperada. Lo notable es que esta nueva sensibilidad no responde a una demanda del público, sino viene desde arriba: son los curadores de los museos quienes redactan estas políticas.

La explicación reside en el contexto internacional e histórico. En los 30 años pasados los restos humanos se han vuelto el centro de diversas campañas en Estados Unidos, Canadá y Australasia. Grupos indígenas, arqueólogos y antropólogos han demandado la repatriación de restos humanos a los grupos culturales vinculados a ellos como forma de hacer reparaciones por la colonización y por el impacto de la sociedad que llegó a asentarse en sus territorios, así como para dar oportunidad a esos grupos de escribir su propia historia.

A finales de la década de 1990 surgió un debate similar en Gran Bretaña. A la larga, en parte por efecto del escándalo por órganos de niños hallados en el hospital infantil de Alder Hey, en Liverpool, se adoptó la Ley sobre Tejido Humano de 2004, la cual incluyó una cláusula que permitía el traslado de restos humanos de museos específicos, cosa hasta entonces prohibida.

Sin embargo, por lo regular los museos no se desprenden de los restos humanos, pues constituyen un material de información valioso y con frecuencia único. Además, el retiro de ese importante material pone en duda el papel de los museos, que es desarrollar conocimiento sobre los pueblos del pasado y compartirlo con el mundo.

La controversia en el Reino Unido es diferente en dos aspectos importantes. En primer lugar, la presión externa fue más débil aquí que en Australasia, Estados Unidos y Canadá. Una encuesta realizada en 2003 por el Grupo de Trabajo sobre Restos Humanos, designado por el gobierno, consideró bajo el número de reclamaciones de grupos extranjeros a las instituciones. De hecho, sólo encontró 33 de tales solicitudes a institutos británicos, siete de las cuales ya estaban concedidas, y otras eran reclamos reiterados del mismo grupo.

Amenaza a la investigación

En Gran Bretaña, las demandas de alto perfil de que los museos den un trato diferente a los restos humanos, y que han desembocado en cambios en las leyes y repatriaciones importantes, no han provenido primordialmente de grupos extranjeros. De hecho, no han sido significativas. Más bien, los restos humanos se han vuelto el centro del activismo de los expertos profesionales.

En un tiempo los profesionales de los museos eran guardianes de las colecciones. ¿Por qué ahora algunos están cada vez más inconformes con exhibir restos y cuestionan la ética de hacerlo, cubren esqueletos, los retiran o ponen letreros de alarma?

En los 40 años pasados, los principios fundacionales de las instituciones museísticas han sido sometidos a escrutinio crítico, lo cual ha conducido a una crisis de propósito. Los museos se formaron durante la Ilustración (en el siglo XVIII), cuando la búsqueda de conocimiento se consideraba primordial. Si bien siempre ha habido cierta hostilidad hacia los principios de ese periodo, varias tendencias intelectuales desde finales de la década de 1960 han consolidado esa visión crítica.

Las tendencias intelectuales del posmodernismo, la teoría cultural y la teoría poscolonial han cuestionado las justificaciones tradicionales del museísmo hasta el punto de ponerlo en crisis. La búsqueda del conocimiento se ha llegado a ver, no como universal u objetiva, sino como expresión del prejuicio europeo. No todos en el sector están de acuerdo con tales ideas, desde luego, pero durante un tiempo un influyente grupo de activistas ha hecho un lado a los disidentes.

La cuestión de cómo se investigan y exhiben restos humanos se ha vuelto un pararrayos de un debate mayor acerca del propósito de los museos. He charlado con muchos activistas que ven en el tema de repatriar o reubicar restos humanos –antes considerados objetos científicos– una forma de señalar un cambio de propósito de la institución. Retirarlos es mostrar que la investigación ya no es prioritaria.

Uno de ellos explicó que hacer campaña para repatriar y retirar los restos humanos de las exhibiciones era más importante para él que la profesión que estudió. “Soy arqueólogo –me dijo–. Mi especialidad es el periodo persa. Acaba de darse un gran descubrimiento y yo debería ir, soy experto en ese campo, pero prefiero quedarme y hacer esto. Para mí es más urgente”.

Este curador, y otros como él, han abrazado la misión de retirar y ocultar los restos. Al hacerlo también desmantelan desde dentro el propósito del museo como institución. El cometido de investigar, aprender de los pueblos del pasado y exhibir artefactos importantes está bajo amenaza.

Así pues, quien crea que las exhibiciones de restos humanos tienen aún algo valioso que enseñarnos, la próxima vez que vaya a un museo pregunte dónde están los esqueletos y, si es apropiado, pida que los saquen del clóset.

Tiffany Jenkins es autor del libro Contesting Human Remains in Museum Collections: The Crisis of Cultural Authority.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya