Opinión
Ver día anteriorMartes 15 de febrero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Sobre las formas de lucha
E

l debate sobre las formas de lucha y su correspondencia con la realidad política concreta ha sido permanente en la izquierda.

No es lo mismo actuar bajo condiciones represivas extremas o estando en minoría marginal en el Congreso, que reivindicando la lucha electoral y siendo copartícipe de las prerrogativas públicas. ¿Cuántas veces no se ha reivindicado la importancia del parlamentarismo? ¿Cuántos debates no han existido sobre el desarrollo de la fuerza electoral y lo social? ¿Cuántas veces no se ha confundido entre formas de lucha insurreccional, en medio de la supuesta transición pactada con quién sabe quién y dónde?

En 18 años, la vía electoral dejó resultados e hizo que el viejo gradualismo se convirtiera en torrente de reformas y espacios. De 1988 a 2006 la izquierda pasó de la lucha por los registros para alcanzar el 1.5 por ciento al resultado formal que le dieron oficialmente a Cuauhtémoc Cárdenas: 31 por ciento en 1988 frente a 48 por ciento de Carlos Salinas. Vino la contraofensiva del régimen para acotar al PRD y por largos años hubo estancamiento, hasta 2006, en que obtuvo, oficialmente también, 35 por ciento de la fuerza legislativa, contra la misma del PAN, y que juntos tenían 70 por ciento frente a un PRI arrinconado hace cuatro años en 21 por ciento.

En estas condiciones, el tema de las formas de lucha se redujo no sólo a lo electoral, sino a despreciar la fuerza legislativa y privilegiar la plaza, no como algo complementario, sino excluyente. Es un tema no solo táctico, sino de importancia estratégica, pues los revolucionarios en el mundo, al mismo tiempo que cuestionan el presente y el orden injusto, construyen y organizan el que proponen. Son peligrosos aquellos que generan un nuevo orden político, económico y social en medio de los conflictos, las crisis, las movilizaciones y el caos. Reventar es fácil, avanzar en el campo enemigo es lo difícil. ¿Cuál debe ser la forma de lucha ante un campo minado de vacíos? ¿Por qué hubo una izquierda tan débil, ante gobiernos tan débiles? ¿Por qué la disputa es por cometer más errores?

Sumarse al caos sin una perspectiva del orden que se pretende construir es sumarse al vacío de los que prefieren construir salidas autoritarias a las crisis, argumentando desorden general. ¿Sirve hoy la presencia en el Congreso como caja de resonancia de una perspectiva?

Es por ello que los revolucionarios, casi de manera universal, defienden la legalidad que (incluso) impuso la minoría excluyente, pero que, a partir de las contradicciones del orden social en decadencia, los mismos que crearon las leyes son incapaces de cumplirlas. En la crisis lo más subversivo es presentar una propuesta coherente. Cambiar de condiciones no significa acabar con los problemas, sino actuar frente a nuevos problemas.

A partir de 2000, tal pareciera que la izquierda quedó tan damnificada como el PRI y no supo qué hacer frente a la nueva situación cambiante y en 2006, cuando tenía todas las condiciones en su favor, optó por el testimonialismo, el pragmatismo, la disolución de fuerzas, la simplificación de los discursos, el divisionismo y el maniqueísmo. Ante las maniobras políticas, mediáticas y fraudulentas, el arma fue el triunfalismo, la soberbia y convertir los errores propios en virtudes de sus adversarios.

En la confusión entre formas de lucha y contenido del discurso no hay una correspondencia con la fuerza formal que se ha obtenido y los espacios ganados. Se confronta como si se fuese una minoría marginal de finales de la década de 1970, luego de estar en el umbral de la primera mayoría. ¿Para qué votar por diputados y senadores que tienen sus agendas personales por encima de las encomendadas por el voto popular o el programa que se ofreció? ¿Es correcto reventar la legalidad por dentro, con una fuerza dividida, desprestigiada y que se parece cada vez más a los adversarios?

¿Es aún vigente la lucha por la democracia política por la vía electoral y parlamentaria?

Las preguntas tienen sentido, pues la larga marcha de la izquierda mexicana hoy parece truncarse y estar poseída de un gran infantilismo. Salvo excepciones que se deslindan claramente de formas y contenidos, la perspectiva es una suma al caos y una contribución a reventarlo todo, para que el viejo régimen regrese reivindicándose como la única opción.

Desde 1968 a la fecha, había que distinguir entre lo que eran posiciones genuinas frente a las de provocación. Antes y después del 2 de octubre hubo movimientos de lucha armada, que no estaban basados en el ultraizquierdismo ni el infantilismo, sino en realidades concretas, como en Chihuahua o Guerrero, Guadalajara, Nuevo León y Oaxaca, donde la represión empujó a respuestas guerrilleras.

Hoy hay organizaciones guerrilleras, pero, al igual que a la izquierda electoral, en el clima general de violencia, se les identifica como parte del crimen organizado y más, luego del caso altamente mediático e impreciso de Diego Fernández de Cevallos.

¿Cómo distinguir hoy entre el combate y la provocación?