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Revuelta en el mundo árabe
La revolución egipcia abandona la plaza Tahrir y se desplaza a las cafeterías
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Policías egipcios se manifestaron ayer en El Cairo para exigir incremento salarialFoto Rodrigo Hernández Tejero/Especial para La Jornada
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Martes 15 de febrero de 2011, p. 31

El Cairo, 14 de febrero. La revolución egipcia abandona poco a poco la plaza Tahrir (Liberación), para empezar a desarrollarse en cafeterías y restaurantes. La mayor parte de las céntricas calles de El Cairo recobran su característico caos, la gente se sienta en pequeñas mesas a fumar pipas de agua y los coches intentan avanzar como locos sin obedecer ninguna señal de tráfiico. Los manifestantes han ido abandonando la zona y los que quedan son incordiados por un ejército que les pide una y otra vez que se retiren para retomar la normalidad.

Pero algunos siguen sin confiar en las fuerzas armadas. Tenemos que caminar con un ojo mirando al futuro y con otro vigilando lo que hacen, dice Alaa El Dein. Las medidas tomadas en los últimos días –disolución del parlamento, referendo constitucional, elecciones en septiembre– parecen no haber tranquilizado a todos; el problema es que no tenemos más posibilidad que estar en sus manos, porque de otra forma iniciaríamos una guerra civil y eso aquí, nadie lo busca, reflexiona Dein.

Pero las grandes manifestaciones producidas en el centro se han transformado en huelgas y concentraciones por diversos puntos de la ciudad. Llevamos 30 años sin poder reclamar justicia, así que vamos a aprovechar nuestra oportunidad desde el primer día, comenta Dahir, un obrero que apenas podía alimentar a su familia con el dinero que cobraba a final de mes. Muchos de nosotros estuvimos en la primera linea de los golpes, sabíamos que teníamos que cambiar nuestra vida porque con nuestros sueldos no teníamos nada que perder. Ferroviarios, maestros o trabajadores de la construcción quieren recordar a los militares que no permitirán un regreso a su oscuro pasado, pero la cúpula armada, como señalan diversos medios, empieza a sopesar la posibilidad de prohibir estos parones generalizados.

Al carro de las protestas también ha llegado la controversia causada por las marchas realizadas por policías y parte del sector turístico en la capital egipcia. Hace tan sólo unas semanas el cuerpo policial, uno de los estamentos peor vistos del país, no dudaba en repeler las manifestaciones con gases y disparos, pero ahora cientos de policías proclaman su adhesión a esta revolución, justificando sus actos debido a unos jefes corruptos. Ellos mataron a mi hermano, no pueden decir ahora que son como nosotros, le respondía de manera desconsolada uno de los manifestantes.

Mayor división hay a la hora de entender a cientos de trabajadores que subsistían gracias a las pirámides y museos de la ciudad. En uno de los episodios que será más recordado de este histórico momento, decenas de hombres subidos en camellos y caballos atacaron las concentraciones en la plaza Tahrir. Necesitábamos que se fueran porque nuestro único ingreso venía de los extranjeros que visitaban nuestro país, pero todos huyeron al empezar la revuelta, explica Mohamed, un chico que según comenta se encargaba de alimentar a sus hermanos. Nosotros no queríamos dejar de comer, pero tenemos los mismos problemas que ellos denuncian.

Caras llenas de golpes, coches circulando sin cristales o alambres de espino en las esquinas quedan como muestra de una batalla que pareciera haber salido de otro siglo. Pero el tiempo no espera y los acontecimientos se suceden con rapidez. En estrechas calles llenas de humo salido de las cocinas se reúnen diversos grupos para intentar planificar lo que esperan sea un futuro donde se les tenga en cuenta. Muchas de las personas aquí reunidas no se sienten indentificadas con los primeros grupos que parecen acumular poder para una futuras elecciones. Jamal Jadir es un joven universitario que se encargaba de conseguir trozos de piedra golpeando el suelo con un martillo para posteriormente lanzarlos contra la policía. Yo no confío en el ejército, pero mucho menos en ese grupo de niños ricos que ahora se juntan para hablar con políticos sobre el futuro de este país.

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Poco a poco la capital egipcia vuelve a la normalidad; la gente se sienta en pequeñas mesas a fumar pipas de agua y observar el intenso y característico tráficoFoto Rodrigo Hernández Tejero/Especial para La Jornada

El escepticismo se mezcla con la ilusión de muchos egipcios ante las posibilidades que se abren. Vamos a luchar por el país que nosotros queramos, no el que le convenga a Estados Unidos, reclama Abdul Al Hadith, una de las caras visibles del movimiento islámico en estas protestas. No sólo existe la Hermandad Musulmana; queremos abrir distintas posibilidades.

Mientras, en edificios oficiales se reúnen militares, políticos opositores al régimen de Mubarak y diversos jóvenes que encabezaron la organización del movimiento. Posiblemente son el grupo que crece con más fuerza pero, como reflexionaba Ahmad Maher, todavía nos queda mucho por plantear y mucho por ofrecer. Aun así, este miembro del movimiento Jóvenes del 6 de Abril recuerda un viejo proverbio árabe: el pasado ha huido, lo que espera está ausente, pero el futuro es tuyo.

La madrugada en El Cairo ha cambiado y despierta esa peculiar brisa en las ciudades con grandes ríos. Desde las ventanas que dan a las calles más céntricas apenas se ve movimiento. Durante largas noches estos callejones y grandes avenidas fueron el escenario de una verdadera revolución. La calma ahora se respira a las orillas del Nilo, un río cargado de historia, pero que pocas veces había visto a un pueblo vencer a un faraón o a un mandatario. Aunque el trabajo sea largo, falten todavía propuestas concretas y el proceso vaya estar lleno de complicaciones, los egipcios saben que la mayor parte del mundo mira con cierta envidia  lo que ellos han conseguido.

En una pequeña habitación cinco amigos se sentaron enfrente de una vieja televisión conectada a un moderno dvd. Cada semana se reunían de la misma manera para ver series de televisión estadunidenses que conseguían en Internet, pero durante el último mes teníamos cosas más interesantes que hacer, dice uno. Ha sido como vivir en una de esas películas, responde otro en tono irónico. El más callado se disponía a prender la pantalla, cuando en un inglés totalmente básico explicó, “a nosotros nos gusta ver estas pelis porque salen chicas guapas y suelen tienen un final feliz. Por una vez, nosotros hemos conseguido lo mismo”. Parecía que sus palabras han sentado de maravilla al resto de sus compañeros, que muestran una sonrisa de satisfacción, hasta que uno de ellos comenta: ¿no lo dirás por tu novia? y la risa contagia al grupo.