Opinión
Ver día anteriorMartes 15 de febrero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Alianzas y principios
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a mayor parte de los comentaristas de las elecciones en las cuales ha obtenido la victoria la alianza entre los partidos PAN y PRD ha señalado, entre las características de esta asociación, la ausencia de principios. Tienen razón. Aunque más que sorprendernos o lamentar esta condición de la política mexicana debemos observarla como una realidad en nuestro país, entenderla como parte de un fenómeno ante el cual, más que lamentarnos, debemos pensar cómo actuar. Los partidos no tienen principios, los políticos que participan de estos procesos tampoco. Ésta es nuestra realidad actual, punto.

Pero, ¿qué son los principios? En el caso de los partidos éstos quedan representados por una ideología, plasmada en sus ideales y programas, que los hacen diferentes a unos de otros y, supuestamente, los convierte en representativos de los diferentes sectores de la sociedad. Más que entrar en definiciones, puede resultar más productivo examinar algunos ejemplos concretos, como la interrupción del embarazo, que involucra claramente principios como el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos.

La semana pasada se publicó en estas páginas un artículo de Diego Valadés titulado México enfermo (La Jornada, 7-2-11) en el que se trata de manera brillante este tema. El autor, destacado investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, se refiere a las reformas constitucionales en 18 estados de la República por las que se defiende la vida desde la concepción hasta la muerte natural –las cuales, agrego, fueron la reacción de la Iglesia católica ante la despenalización del aborto aprobada en el Distrito federal. En estos estados la interrupción del embarazo es considerada delito, y se ha llevado a la cárcel por esta causa a mujeres pobres, lo que nos remite a los procesos de la Santa Inquisición en la Edad Media.

El autor citado nos recuerda que estas reformas fueron aprobadas en los 18 estados por el PAN y el PRI, en seis por el PRD, en cinco por el PT y por el Partido Convergencia en tres entidades. Por alguna razón, PRD, PT y Convergencia son identificados como la izquierda, o una parte de la izquierda, en nuestro país. Éste es un ejemplo muy claro de ausencia de principios. Valadés no lo dice, pero es muy fácil observar, a partir de los datos que presenta, que los partidos que apoyan la candidatura de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), considerado en diversos círculos como un político de sólidos principios, carecen de ellos, al menos en el tema del aborto.

Voy más lejos: AMLO, a quien se despojó de la Presidencia de la República mediante un proceso fraudulento en 2006, no ha expresado su postura (que evidentemente la tiene) respecto de la despenalización del aborto, o frente a otros tópicos que dividen ideológicamente a la sociedad mexicana como la unión de parejas del mismo sexo, entre otros. Se trata de temas que involucran principios y que para algunos sectores sociales y personas no son negociables.

Para alcanzar el propósito de llegar al poder a toda costa, o mejor dicho, para lograr los puestos públicos que les permitan servir al Poder (con mayúscula), los partidos, pero también los candidatos, hacen a un lado sus principios (aquí no me refiero a AMLO, quien rechaza las alianzas), lo que permite llegar a extremos como el de Baja California Sur, en el que el posible candidato de un partido que defiende el Estado laico (PRD) se pasa a otro que busca introducir las encíclicas del Vaticano como políticas públicas en México (PAN). Lo anterior sugiere que más que los partidos y sus ideologías, los candidatos se convierten en el factor más relevante ante los electores (aquí sí incluyo a AMLO). En el caso de las alianzas entre partidos con principios antagónicos, como el PAN y el PRD, esto encierra un gran riesgo, pues propicia el caudillismo. Al hacer a un lado la ideología y los principios, éstos quedan encarnados en el candidato, quien es libre de actuar en temas cruciales como le venga en gana.

Como señalaba al principio de este artículo, de nada sirve a los ciudadanos lamentarnos de estos hechos. Son nuestra realidad. Que los partidos recuperen sus principios es tarea que corresponde a sus afiliados: les deseo mucha suerte. Aunque todas las posturas sobre la cancelación del voto son respetables, tampoco es una opción productiva, a mi juicio, no votar o el voto blanco, pues constituyen medidas pasivas, aunque algunos lo nieguen, pues dejan en manos de otros las decisiones. Votar implica hoy un ejercicio de precisión casi quirúrgica para identificar las vías para que algunos principios puedan expresarse.

La renuncia a la ideología en los institutos políticos rompe las correas de transmisión entre ciudadanos, partidos y gobernantes. Esto abre un ancho territorio para actuar al margen de ellos, mediante los movimientos sociales en los que se expresan los principios por los que luchan diversos sectores y que pueden ejercer su influencia sobre los gobernantes. Un caso que ilustra lo anterior, volviendo al ejemplo de la interrupción del embarazo, es la respuesta social ante las controversias constitucionales interpuestas para frenar la despenalización del aborto en el Distrito Federal, que llevó a la Suprema Corte de Justicia a pronunciarse mayoritariamente por su legalidad. Otra tarea impostergable es acabar con la dictadura de los partidos, luchando por reformas que permitan las candidaturas ciudadanas independientes, que hagan posible el compromiso de los candidatos con los principios que atesoran los ciudadanos.