Opinión
Ver día anteriorJueves 10 de febrero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad Perdida

Supervía: ¿mal necesario o sólo mal?

El gobernante y los gobernados

De calumnias y radio enmudecida

M

ás allá de todas las necedades, lo más importante ahora es dejar en claro si la supervía es un mal necesario, o simplemente un mal.

La discusión sobre los beneficios que acarrea esta obra, o los perjuicios que pudiera traer su edificación, parecen perderse en un mar de antagonismos cada vez más espesos y peligrosos. Por ejemplo: los azules han decidido montarse en el problema y hacerlo, si alguien se descuida, su bandera de campaña.

Y es que por descuido, ya lo hemos dicho, el asunto se ha tornado en un conflicto político sin solución a la vista. Del lado de los vecinos del lugar por donde está trazado el camino de la supervía, vez con vez se suman a la protesta más personajes con peso social que ya no creen que esa construcción sea nada más la visión del gobierno por resolver los problemas viales tan graves en la capital, sino un compromiso con fondos inconfesables.

Por parte del gobierno central se olvida que es su capacidad de conciliar diversos intereses y valores de la sociedad lo que al final le brinda la posibilidad de gobernar. Si es a favor de los gobernados, por la gente, un gobierno nunca pierde una batalla, porque el fin supremo del gobernante es servirlos a ellos. Se puede ver desde otra óptica, la de la dominación, pero nosotros entendemos que ése no es el tono que busca Marcelo Ebrard para la orquestación que pretende.

Sí, falló el Gobierno del Distrito Federal al tratar de ejercitar el poder sobre algunos actores sociales activos, los menospreció, y ahora se ve impedido para lograr sus fines. Construir en contra de la voluntad, y de la razón, no es sólo muy caro en cuestión de pesos y centavos: es carísimo si en ello se empeña todo el capital político de un hombre que se ha pasado la vida en su construcción.

Habrá quien le diga al jefe de Gobierno que éste es el momento para demostrar que un buen gobernante no tiene debilidades, que no se raja, y menos aún frente a la protesta social, pero le mienten. Le dirán, los que han fracasado en el quehacer de conciliar intereses, que si cede en ésta le tomarán la medida, y de aquí en adelante tendrá que cruzarse de brazos a mirar cómo transcurre su mandato sin hacer nada más de lo que ya se ha hecho, porque siempre habrá un pero, y sin embargo, le mienten.

Y esto porque, seguramente, el caso servirá para comprender que los operadores políticos que hoy bregan no sirven para esos encargos. Escuchar a la gente, convertirla en su aliada, trabajar desde la óptica de la conjunción de intereses tal vez prometa mejores destinos que la vieja costumbre de usar el poder para menospreciar o para ir en contra de los aparatos que rigen la vida social de muchas comunidades en la ciudad. Y siguen regando el tepache. Si de verdad hay tanta gente a favor de la carretera de paga, ¿por qué no aceptar el referendo? Quizá lo que se debería negociar es que la obra no se frene mientras se efectúa la consulta, que no tiene porque durar más de una semana, ¿o sí? Aún hay tiempo. Ojalá triunfe el gobierno, de acuerdo con sus gobernados.

De pasadita

Nos doblamos de la risa cuando uno de la mesa nos comentó el berrinche que el calumniador había hecho horas o minutos antes, porque él no la había podido lanzar. El argumento fue que la fuente que daba pie a la supuesta calumnia no pertenece al grupo de los correctos, y la desechó.

Para el calumniador, Fernández Noroña es algo más que un diputado de cuarta o quinta, es su enemigo, por tanto, diga lo que diga, no es creíble. Para él, la calumnia sólo tiene validez si proviene de un estafador, de un delincuente, que es más, mucho más, que un diputado: es su amigo.

Por cierto, qué muda se quedó la radio tempranera sin la voz de Aristegui. Y saben qué, si a alguien le debe el gobierno federal la difusión nacional e internacional de las suposiciones sobre la adicción de Felipe Calderón es a la empresa de radio donde transmitía Carmen. Ellos le dieron fuego a la pólvora. A lo mejor les quitan la concesión.