Opinión
Ver día anteriorMartes 8 de febrero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
En la Galería Óscar Román
J

osé Castro Leñero exhibe en esta galería de Julio Verne 14, Polanco. No hay trabajos (excepto tal vez uno) que no sea identificable como de su autoría, a pesar de que las configuraciones y modalidades difieren bastante entre sí, y no sólo eso, se oponen y hasta se contradicen. Así y todo son siempre identificables como suyos; los principales ejes de su trayectoria se caracterizan por ofrecer vastos conglomerados en los que los ambientes y las formas urbanas constituyen la principal temática, incluso cuando las configuraciones limitan al máximo los rasgos constitutivos, como sucede con dos o tres piezas de tónica orientalista.

Algunas obras fueron realizadas en 2005 y otras en 2010. La selección que las amarra entre sí se percibe producto de una investigación bien llevada.

Me permito destacar dos conjuntos que no sólo sorprenden, sino que quizá están entre lo mayormente logrado en años recientes. Es un par de trípticos. El primero, Tríptico verde, se integra de pinturas sobre tabla, cada una en diferente formato y cada formato desdiciendo la idea de cuadro. Esta opción, trabajar pinturas sobre poliedros irregulares ha sido practicada –y abandonada– por varios creadores y hubo momentos en los que se convirtió en moda. Aquí la secuencia resulta inusitada, porque no cancela la representación, que le es consabida, pues se inscribe en su serie de marchas. Los personajes están vistos como si se hubieran observado a través de cristales deformantes y además el panel del centro parece doblado por la mitad, provocando efecto de reflejo.

De hecho no hay tal, es un truco trompe l’oeil, pero no corresponde a efecto destinado a confundir lo real con lo pintado, como sucedería en el hiperrealismo, pues lo que queda afectada es la estructura del soporte, que, siendo totalmente plana, parece dividida en dos. El uso del color es parco, aunque las composiciones no llegan a ser bicromáticas, como sucede con otras piezas exhibidas que corresponden básicamente al blanco y negro, como si se tratara de aguafuertes a una tinta convertidos en pintura. Lejos de ser sobrias o ascéticas, tales piezas evocan la riqueza de tonos que se suele admirar al observar fotografías en blanco y negro o en duotono, sólo que aquí no pretenden en lo más mínimo, como ha sucedido en otras ocasiones, imitar fotografías, aunque sabemos que el punto de partida está en encuadres fotográficos del propio artista sometidos a pictorización.

El Tríptico gris es aún más sugestivo; el ilusionismo que ofrece, visto a cierta distancia, provoca la necesidad de acercarse a los polígonos adosados a la pared, para comprobar que ninguno ha sido doblado ni partido ni superpuesto a otro plano. El hecho de que la representación consista en las vistas arquitectónicas deconstruidas de un edificio aparentemente de los años 40, es acorde al efecto que menciono. Desde mi punto de vista esta es la obra princeps del conjunto. Ambos trípticos son piezas recientes.

Anexo a éste, hay un cuadro dividido –sólo virtualmente– en tres secciones, cada una de dimensiones diferentes; la primera es la silueta interceptada de una abanderada, la segunda pudiera obedecer a la representación de una pata de caballo y la tercera simula recreación fuera de foco de una antigua fotografía en sepia. Los simulacros de este artista son interdisciplinarios y absolutamente contemporáneos, a la vez que suelen aludir a tradiciones o épocas pasadas. Incluso hay eco de Muybridge (aquí como representación de la velocidad) en uno de los paisajes vistos desde el Metro.

La única obra que tal vez no hubiera identificado como suya es la representación pictórica en 12 recuadros de una cafetera. Me aconteció que al mirarla, de súbito me vino a la memoria aquella serie de la cafetera que presentaron en mancuerna el fotógrafo Enrique Bostelman y el escultor Sebastián.

Se exhibió en la Galería Juan Martín hará la friolera de tres décadas o más. Es muy poco probable que José Castro Leñero la conozca, por lo que se deduce que el cacharro cotidiano devino análisis estructural en ambos casos. De haberse intentado propositivamente rememorar la serie de Bostelman y Sebastián, la pieza cobraría quizá mayor interés.

Castro Leñero es uno de los 12 invitados de México al proyecto Summa Artis, patrocinado internacionalmente en favor de la Cruz Roja. Se trata de dibujos realizados con plumas Mont Blanc. La esfera diseccionada que lo representa da entrada a la muestra.