Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de enero de 2011 Num: 830

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La pasión de Carl Dreyer
Rodolfo Alonso

El caso Winestain
Edith Villanueva

Gaspar García Laviana sacerdote, guerrillero y poeta
Xabier F. Coronado

Hitler en un Macondo
Luis Pulido Ritter entrevista con Ana Tipa

Dos Hítleres, el documental

Ernesto Sábato: antes del fin, la resistencia
Antonio Valle

Mesura y desmesura
Vilma Fuentes

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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con Ana Tipa

Hitler en un Macondo

Luis Pulido Ritter

La uruguaya Ana Tipa es una de las realizadoras cinematográficas más interesantes de los últimos años en América Latina. En 2010, su documental Dos Hítleres mereció el premio DocTV-Iberoamérica para esta película de no ficción. Acerca de esto habla la cineasta.

–¿Cómo surgió la idea de Dos Hítleres?

–Llevaba varios años en Alemania y ya me había familiarizado con la relación de este país con su pasado y, sobre todo, con la carga de significado que tiene allí la palabra “Hitler”. En una ocasión viajé desde Alemania a Suiza para visitar a unos amigos. En una estación, mientras esperaba un tren, compré una revista en cuya tapa aparecía una foto que atrajo mi atención: un joven asiático vestido con un uniforme nazi. El artículo hablaba de la imagen del Führer en el “Tercer Mundo” y, entre otras cosas, mencionaba la existencia de personas que, en nuestro continente, llevarían “Hitler”como nombre de pila. Leer esta noticia me produjo una larga asociación de ideas que desembocó, poco después, en el concepto central de Dos Hítleres. De vuelta en Uruguay puse en marcha la investigación, y los personajes y la realidad con los que me encontré ampliaron y reforzaron aquella primera idea. Así surgió la historia de la película.

–¿No será este documental una celebración del Macondo latinoamericano uruguayo de la postguerra fría? ¿Dos Hítleres en un pueblo entre la cumbia, el humor y el absurdo?

–Sí, Dos Hítleres podría verse como una celebración (si es que hay algo para celebrar) de la idiosincrasia latinoamericana, que en parte nace de la relación de nuestro continente con sus raíces europeas y su imagen de aquel continente; en este sentido, podría incluirse el concepto de “postguerra”, pues lo que se cuenta en la película es, también, una lejana consecuencia de esa “postguerra”. Sin embargo, la palabra celebración parece implicar algún tipo de aprobación, algo que no está en mi intención expresar. Sí es, en cambio, intencional describir ese “Macondo” latinoamericano, con los diversos aspectos que constituyen el entorno de la historia –sobre todo aquellos más dolorosos– a través del humor y del absurdo: la falta de autocrítica, la ligereza, nuestra posición frente a nuestras responsabilidades... ¿Puedo citar a Nietzsche? Das leidenste Tier auf Erden erfand sich das Lachen, en criollo: “El hombre, el animal que más sufre, tuvo que inventarse la risa”; traducido más libremente: “El hombre sufre tanto que tuvo que inventar la risa.” Sólo a través del humor podemos soportar ciertas cosas. El humor nos libera, nos ayuda a encontrar y a aceptar la verdad. Por eso, Dos Hítleres cuenta una historia de Hitler en un mundo macondesco –¿Hitler en Macondo?–a través del absurdo y del humor.

–La frontera, la marginalidad, Dos Hítleres... ¿Podrías imaginarte encontrar a un Hitler inmigrante uruguayo, brasileño o panameño en Alemania?


Escenas del documental Dos Hítleres

–Claro. Lo imagino. Y ese Hitler uruguayo, brasileño, panameño o mexicano que se instala en Alemania sería un excelente protagonista para una próxima película, pero esta vez de ficción, ¿no? Creo que me has dado una idea... En todo caso, ese protagonista ahora ficticio, pero también llamado Hitler, que se instala en Alemania, viviría un proceso personal muy radical, aún más radical que el que vivimos los latinoamericanos que pasamos por la experiencia de vivir en Alemania, aunque no nos llamemos Hitler. Imagino que vivir un tiempo en Alemania sería un enriquecimiento para ese Hitler latino, un individuo que, por alguna circunstancia, debe o decide superar su frontera, halla la ansiada reconciliación y se torna capaz de salir de su marginalidad. Seguramente terminaría cambiándose el nombre. Mis Hítleres uruguayos no tuvieron esa oportunidad y no pudieron redimirse. Nunca dejaron de ser Hítleres.

–¿Por qué el interés de llevar Dos Hítleres al cine?

–Las reacciones de quienes han visto la versión corta de Dos Hítleres me han dejado claro que es una película que hace reír y también provoca una reflexión; por esa razón considero casi un deber hacer llegar la historia completa a un público mayor, a través de salas. Como realizadora uruguaya me interesaría especialmente hacerlo a través de una coproducción y distribución latinoamericana, considero importante –y es también un deseo personal– que nuestro cine comience a difundirse de forma más continental.

–¿Cómo ves el cine latinoamericano hoy en día? ¿Sus tendencias y retos?

–Debo decir que no soy la más aplicada de las cinéfilas. Veo cine, claro, pero no lo hago constante ni consecuentemente. De todos modos, creo que la única posibilidad del cine latinoamericano es ser una expresión auténtica de nuestra identidad. Y el cine es, a su vez, un medio de búsqueda de la identidad. Uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta nuestro cine está en encontrar el equilibrio, en buscar y lograr un cine a la vez nuestro y universal, auténtico pero accesible e interesante, también para otras culturas. Sería importante dar a conocer muchas facetas de nuestro continente, contribuir, a través del cine, a su salida de la marginalidad. El gran reto es permanecer independientes, no permitir que las tendencias que dicta la producción mundial afecten la elección de las historias que tenemos para contar, ni la forma en la que lo hacemos; no caer en la tentación de contar historias pintorescas, o que repitan los eternos y ya archiconocidos clichés, para “los otros”. El cine es arte y, como tal, debe ser libre.