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Ver día anteriorDomingo 30 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Arquitectura migrante
U

no de los rubros principales de la inversión de las remesas de los migrantes se dirige hacia la vivienda: compra, construcción, reparación, adaptación y adquisición de un lote urbano. Hace un par de décadas llamaban la atención la casas de los migrantes por algunos aspectos de tipo decorativo: forraban la pared de la fachada con azulejo, ponían rejas ornamentales, otros las decoraban con murales realizados por pintores populares y por lo general eran de tamaño grande.

En los pueblos de migrantes, muchos de ellos ejidos, los terrenos del fundo legal se repartían entre los ejidatarios y éstos formaban solares donde podían construirse varias casas. En los pueblos grandes los migrantes con recursos prefieren las casas del centro, las que compran a precios inflados, luego derrumban y finalmente construyen. Otros optan por el segundo piso en la casa paterna.

En muchos casos los migrantes toman fotos en sus lugares de destino y luego les piden a los maestros albañiles que repliquen, a su buen entender, el modelo que mandaron. Quizá el caso más extremo sean las réplicas de las casas de madera, de tablas encimadas, donde viven los migrantes en Estados Unidos. Para hacer una réplica en cemento, los maestros han logrado hacer una especie de entablillado para las fachadas, que se ha puesto de moda en algunos pueblos de nueva migración.

En los pueblos se articula la vida rural con la migratoria y los usos y costumbres se superponen en las nuevas construcciones. He podido observar en algunos casos que los campesinos ponen a secar el maíz en un techo a dos aguas, otros ponen a secar calabazas en las bardas de cantera. Un asunto poco resuelto en estas casas son los colgaderos para secar ropa. No suele haber un lugar específico para esta actividad y en muchas casas la ropa recién lavada se seca en la barda, encima de arbustos y a la vista de todos. Otro elemento que llama la atención son los numerosos ventanales y la ausencia de cortinas: muchas veces usan toallas o sábanas o algo para taparlos.

Muchas de las casas están a medio hacer, pero se advierten sus sueños de grandeza. Los migrantes envían fondos de manera sistemática pero siempre hay retrasos, imprevistos, que detienen la obra, y ésta puede durar años. Otras tantas están vacías a pesar de estar totalmente acabadas y equipadas. Por lo general se trata de migrantes legales que optaron por residir de manera definitiva en Estados Unidos y sólo vuelven en vacaciones, por temporadas cortas y forman parte de un nuevo turismo pueblerino, donde las localidades renacen durante las fiestas patronales.

También hay migrantes golondrinos, que huyen del frío del norte y se vienen a pasar varios meses hasta que pase el invierno. Dada la añeja tradición migratoria muchos ya están jubilados o pensionados y se mueven por temporadas entre uno y otro lugar. Es la ocasión para ver a los nietos, visitar parientes, revisar negocios y visitar al médico.

El proceso de urbanización y modernización de muchos pueblos de México se debe a las inversiones de los migrantes. En décadas pasadas ellos eran los principales promotores para poner líneas telefónicas que necesitaban para comunicarse con sus parientes. Invertían en la plaza del pueblo, donaban bancas, arreglaban la iglesia, gestionaban la pavimentación y el drenaje. Esta tradición ha sido retomada para obras de infraestructura con el programa 3x1, que ya dura tres sexenios, en donde una parte la ponen los migrantes y las otras tres los gobiernos municipal, estatal y federal.

Sin lugar a dudas la principal actividad de estos pueblos es la construcción. Los maestros albañiles, chalanes, plomeros, electricistas, herreros y pintores viven temporalmente de esta fiebre constructiva. Si los economistas están en lo cierto y la construcción es el principal motor de la economía, estos pueblos estarían en la bonanza. Pero no es así, los que se quedan viven del campo, en las calles se ven carretas jaladas por caballos o a personas ancianas a lomo de burro. Contrastan los símbolos clásicos del medio rural con las camionetas doble cabina y los autos chocolates que se trajeron del norte.

En Puebla, por ejemplo, en una localidad de 2 mil 500 habitantes, en las faldas del volcán, no sólo las casas llaman la atención. También los cuatro templos. Está la vieja iglesia católica con bóveda de cañón, atrio, torre y campanario. Pero en el mismo pueblo hay dos templos mormones y uno más evangélico.

Pero el cambio va mucho más allá. En estos tiempos aciagos el medio rural ha sido penetrado por el narco de una manera más directa y visible que en las instituciones de gobierno. Y con dinero, no sólo se corrompe, también se construye.

En la actualidad, las casas construidas por los migrantes, con el sudor de muchos años de trabajo y ausencia, han quedado relegadas a un segundo plano. Contrastan con las casonas, mansiones y seudopalacetes de los narcos y narquillos pueblerinos, que no reparan en gastos. Las viviendas suelen ser muy grandes, de varios pisos, con uno o varios locales para negocios en la planta baja, ventanería de diferente estilo, tamaño y forma; vidrios polarizados, cúpulas, portadas neoclásicas, techos de varias aguas, puertas de aluminio, pintura llamativa, fuentes y decoraciones en yeso de delfines, águilas y cisnes multicolores.

Se pueden encontrar verdaderos partenones pueblerinos, que nos recuerdan mejores, o peores tiempos, cuando El Negro Durazo, jefe de la policía del DF, empezó a proponer un nuevo estilo arquitectónico, basado en el despilfarro, la ostentación y el mal gusto. El narco ha entrado por la puerta grande en buena parte del medio rural y se siente tan seguro y protegido como para ostentar públicamente su explicable enriquecimiento.