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Indiscutible triunfo de Torres frente a la japonesa Yamaguchi

Neza se rinde ante La Guerrera, que retiene el título mundial supermosca
Foto
La mexicana Ana María Torres (izquierda) dominó la pelea que se realizó en el estadio Neza 86, que tuvo récord de asistenciaFoto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Domingo 23 de enero de 2011, p. a31

Ana María Torres es de Neza. Mejor aún: todo Neza es de Ana María. La Guerrera vence de manera indiscutible a la japonesa Naoko Yamaguchi y retiene el cetro mundial supermosca del CMB. Apenas mencionan el nombre de la peleadora del municipio de los Coyotes y estalla eufórico todo el estadio Neza 86, donde hubo récord de asistencia para el boxeo con más de 12 mil aficionados.

La retadora japonesa sube discreta al cuadrilátero, mira hacia ninguna parte, como concentrada, como atemorizada. Torres sube con un estruendoso recibimiento, da una vuelta tranquila al encordado y sube con pie firme; sus ojos son cuchillos que clava en los de su oponente.

Aún no ha sonado la campana y la gente demuestra que en el deporte afirma la identidad nacional: Ciérrale más los ojos a esa coreana, grita un aficionado que pone a prueba sus cuerdas vocales.

En cuanto tocan los guantes para empezar el combate, las rivales exhiben sus estilos. Ana María es elegante y demasiado técnica. Yamaguchi es dura, encimosa, con la obsesión en la misión, como si se tratara de un piloto kamikaze.

Aunque La Guerrera domina con pasos cortos y golpes artesanales, un descuido permite que la japonesa meta una derecha y le provoque hemorragia nasal. La gente se enciende cuando ve a su ídolo lastimada. Ana María se enfurece, afila más la mirada asesina y castiga con zurdas potentes y una derecha que tambalea a la japonesa.

La mexicana sangra de la nariz y confronta a la rival; con la cara roja, entintada en su propia sangre, se va al ataque. En un explosivo embate le mete las manos con precisión de cirujano y violencia de carnicero. La cara de Yamaguchi recibe los impactos y exhibe los estragos: boquea asfixiada, abre los ojos desesperada, parece que está a punto de desplomarse, pero el lugar común intercede por la retadora: la salva la campana.

Después la pelea es un trámite para La Guerrera; avanza como bailarina, mete puños como para demostrar quién es la campeona: ganchos a la Ratón Macías, balanceo de cintura como Julio César Chávez, es un despliegue de belleza pugilística. En una feroz combinación, una derecha terrible manda a la lona a la japonesa, que se levanta aturdida.

Suena la campana en el último asalto. La Guerrera va a la esquina con el puño en alto y los aficionados se entregan. No hay duda de que la pelea siempre estuvo bajo su control. Ya no tiene mirada asesina; ahora es una chica risueña y dulce.

En otro combate, la tapatía Irma La Güerita Sánchez se convierte en la nueva campeona mundial minimosca del FIB, al vencer, con más voluntad que estilo, a la sinaloense Katia Gutiérrez. También la nuevoleonesa Arely Muciño se alza como campeona mundial mosca del FIB, luego de superar a la estadunidense Chantel Cordova. La Ametralladora Muciño demuestra que el mote no es un alarde, sino el nombre adecuado de una peleadora que tirotea con las manos a su rival.

Es una noche de mujeres. Confirman que este deporte ya no es territorio exclusivo de los hombres. Las mujeres han ganado en calidad y fuerza. El público aprende a apreciar el trabajo de las boxeadoras sobre los cuadriláteros.

La pelea por el título mundial gallo de la AMB, entre el mexicano Hugo Cuatito Ruiz y el nicaragüense Álvaro Pérez, es reprobado por la afición. Rechiflan por la falta de coraje de ambos peleadores. El centroamericano asesta varios cabezazos que abren la ceja derecha del mexicano, por lo que el combate es detenido en el noveno asalto y por decisión mayoritaria nombran al Cuatito Ruiz como nuevo monarca.