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La izquierda, lenta para aprender, pero no es burra

Enfrenté al ex presidente Henrique Cardoso por ese concepto

“De Lula aseguraba que era ignorante, que no haría nada, porque existe la idea de que los líderes vienen de las clases oligárquicas; le respondí que nada de lo que decía era verdad, lo que resultó un poco profético, como vimos después, señala de visita al país para recibir el Premio México de Ciencia y Tecnología

 
Periódico La Jornada
Domingo 16 de enero de 2011, p. 9

La izquierda es burra. Alguna vez Boaventura de Sousa Santos le escuchó la frase a Fernando Henrique Cardoso, su amigo desde que el brasileño era un exiliado en la Universidad de Yale. Lo enfrenté, por esa frase suya, en una cena en el Palacio la Alvorada (la casa presidencial ubicada en Brasilia).

Estaba lejano el tiempo en que Luiz Inacio Lula da Silva llegaría al cargo que entonces ocupaba Cardoso. Y el entonces presidente de Brasil insistía en tres puntos: que la izquierda no aprende de la historia, que el mundo le resulta demasiado complejo y que no tiene líderes.

–Y de seguro que Lula era un ignorante.

–Sí, decía: Es un ignorante, un obrero metalúrgico, no va a hacer nada. Yo le respondí: Mira, no es verdad nada de lo que estás diciendo.

En este punto, De Sousa, figura indiscutible de los movimientos sociales en el mundo, amigo de presidentes lo mismo que de líderes indígenas y profundo conocedor de América Latina, se sumerge en una explicación sobre el lento aprendizaje de la izquierda y le concede a medias un punto a Cardoso.

Pasa rápido al segundo punto: el de la supuesta incapacidad de la izquierda para entender la complejidad del mundo: Al contrario, con toda la tradición del marxismo occidental, estábamos completamente capacitados para analizar la complejidad de las sociedades contemporáneas, y particularmente habíamos incorporado, dentro de una teoría crítica, la idea de democracia, para cambiarla, no la democracia liberal.

Y llega al asunto de la izquierda sin cabeza: Siempre existe la idea de que los líderes vienen de las clases que producen liderazgos. Pero si miramos la historia, desde Jesús, vemos que los grandes líderes no vienen de la clase dirigente ni de familias oligárquicas. Una lucha nueva, con nuevos principios, puede venir de líderes que no tienen un pasado político.

De visita aquí para recibir el Premio México de Ciencia y Tecnología, al sociólogo portugués le complace haber tenido razón, y lo expresa con una sonrisa: Lo que le estaba diciendo fue un poco profético, como vimos después.

Aquella noche en el Palacio de la Alvorada, en Brasilia, Boaventura de Sousa quiso recordarle a su amigo Cardoso que no todos los líderes del Partido de los Trabajadores (PT) eran como Lula, que además había intelectuales; le mencionó, por ejemplo, a Tarso Genro.

–El ahora gobernador de Rio Grande do Sul.

–Sí, el único del PT que ganó en el primer turno, y que antes fue el mejor ministro de Justicia y el mejor ministro de Educación de Brasil.

Tendría miedo de Tarso Genro

–¿Y qué dijo Cardoso?

–Me contestó de una manera muy cínica, y además muy verdadera: “Mira Boa, sí, es verdad, yo tendría miedo de Tarso Genro, pero no te preocupes, el PT nunca lo va a nombrar candidato a la presidencia”. Claro, porque es un hombre quizá demasiado a la izquierda, que ha enfrentado la corrupción del PT en Sao Paulo. Mucho más tarde, cuando fue la crisis de corrupción, llamada mensalao (la mensualidad), se dio un quiebre total de la estructura directiva del PT. Y Tarso es a quien Lula recurre para resolver la crisis (fue presidente interino del PT en 2005).

Tarso Genro es una de las cabezas del ala izquierda del PT, y a lo largo de la entrevista su nombre surge una y otra vez, más allá de la política doméstica brasileña, porque forma parte del equipo que hizo posible la realización del primer Foro Social Mundial (FSM) y porque recientemente –revela De Sousa– ha ofrecido Porto Alegre para que en 2013, en un regreso a los orígenes, el FSM se pueda repensar verdaderamente, se pueda refundar.

Eso dice De Sousa casi al final porque, de entrada y como uno de los padres de la criatura, quiere explicar que el FSM representó en el inicio del siglo la primera gran forma de lucha progresista de los movimientos sociales contra la globalización neoliberal.

Disfruta todavía al recordar que la izquierda más ortodoxa quedó muy sorprendida porque no eran los trabajadores y sus sindicatos, sino un vastísimo conjunto de movimientos sociales, donde estaban mujeres, ecologistas, campesinos, indígenas, gays, etcétera, el que se lanzó a crear una conciencia trasnacional bajo la consigna de que Otro mundo es posible.

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Boaventura de Sousa, en entrevista con La JornadaFoto María Luisa Severiano

El FSM ha propiciado la creación de espacios inéditos, entre los que De Sousa destaca la coordinadora andina de indígenas, la organización de mujeres latinoamericana y, claro, la Vía Campesina, con presencia en 69 países.

En unas semanas habrá una cumbre del FSM en Dakar, Senegal, donde se volverá a los debates sobre los temas (agua, tierra, inseguridad, cuestión indígena, etcétera) que preocupan a los movimientos. Una agenda que parece impacientar ya a De Sousa: El FSM ha querido ser sobre todo un proceso, donde todos los movimientos se juntan y hablan de sus luchas. Eso es bueno, pero no suficiente.

Por eso, el autor de Refundación del Estado en América Latina, ha insistido desde hace algún tiempo en que el FSM necesita su propio FSM.

Con ello quiere decir, entre otras cosas, que el Foro debería asumir el riesgo de tener posiciones propias respecto de algunos problemas y políticas. Pone algunos ejemplos: la reforma de la Organización de Naciones Unidas, la necesidad de que el FSM presente informes y propuestas frente a lo que hace el Foro Económico Mundial de Davos, y la posibilidad de movilizaciones mundiales con demandas medioambientales.

“En Davos están diciendo para dónde va el mundo. Nosotros deberíamos, y tenemos el think tank requerido, presentar nuestra propia mirada para hacer evidente la tensión entre las globalizaciones, y para mostrar los datos que Davos oculta”.

México debe voltear al sur

Un día antes de la entrevista, el sociólogo ha recibido el premio citado de manos del presidente Felipe Calderón. A punto de viajar a Cuernavaca –donde alguna vez hizo estudios con Iván Ilich– se dice aún tocado, muy conmovido con el reconocimiento, no sólo porque por primera vez se da a un científico social, sino también porque se le otorga a alguien que ha consagrado su carrera a una perspectiva de ciencia social crítica, anticapitalista, antimperialista, comprometida con las luchas de los pueblos oprimidos.

El galardón le ha traído numerosas invitaciones a volver al país, cosa que –dice De Sousa– ha aceptado con gusto: México es un desafío tremendo para mí, porque yo quiero que este país se haga más consciente de las realidades de América Latina. Pienso que durante largo tiempo, muchas de las realidades de la región no han tenido ningún significado para la clase política ni para el discurso político mexicano.

Regreso del imperialismo

No es un misterio por qué su preocupación por México lo lleve de vuelta a la Colombia que vivió hace 20 años. “Lo vi en Medellín donde, estoy seguro que Álvaro Uribe, que era gobernador y un hombre muy conectado con el paramilitarismo, fue quien inventó el sicariato, o sea, contratar jóvenes que matan por contrato, lo que está pasando. ¿Cómo podríamos imaginar que esa realidad de Colombia iba a estar acá? Ahora no es Colombia, no es México, es la nueva intervención, y el regreso del imperialismo va a ser muy fuerte por esta vía (la guerra contra el narcotráfico)”.

Los resultados del Tratado de Libre Comercio, que prometía a México el ingreso automático al primer mundo (dramáticamente vemos que no fue verdad), deben llevar al país a hacer más y mejores alianzas con otras naciones de América Latina, pese a las dificultades que entraña el hecho de que México no forme parte de muchos de los mecanismos de cooperación regional.

Boaventura de Sousa ve que México ganaría con la experiencia de Brasil en materia de tecnología, con la cooperación en la lucha contra el narcotráfico con todos los países del sur, sin contar con la necesidad de colaboración en problemas comunes, como la migración.

Y una cosa más: “Quizá es buen tiempo para que México aprenda un poquito de algunas experiencias de democracia de alta intensidad de sus vecinos del sur. En eso no tiene nada que aprender de Estados Unidos. Yo paso la mitad del año ahí, y sé que no tenemos nada que aprender de ellos, al contrario. En Estados Unidos sólo vemos incitación a la violencia, una pérdida total de discursos ideológicos… son los insultos, la vida privada y la moral de la gente lo único que cuenta.