Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de enero de 2011 Num: 827

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La última interacción
WERNER CLAUDIO COLOMBANI

Kuro
NANA ISAÍA

Quinientos pesos de multa
BEATRIZ GUTIÉRREZ MUELLER

Cinco poetas de Morelos

Zygmunt Bauman, un transeúnte irlandés
MACIEK WISNIEWSKY entrevista con ZYGMUNT BAUMAN

La vida en tiempo prestado
MACIEK WISNIEWSKY

Guía de navieros
MAURICIO QUINTERO

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

La Otra Escena
MIGUEL ÁNGEL QUEMAIN

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

La última interacción

Werner Claudio Colombani

Llevo ya tres días sin levantarme de la cama. Sólo lo hago para ir al baño y comer algo ocasionalmente. Hoy, sin embargo, me levanto y, como de costumbre, pongo a calentar café mientras leo el periódico. Al igual que siempre, está lleno de noticias que prometen empeorar la vida, una vida rentada con un alto costo que, al menos en mi caso, no se paga ni con dinero ni con sangre, sino con un tormento psicológico. Decido dejar de leerlo y, después de un par de dobleces, lo cierro y lo coloco en esta absurda mesa hecha de lo que una vez fue un árbol.

Me sirvo una taza de café y me asomo a la ventana. Veo a doña Felicia barriendo del portón de su casa las hojas de un árbol. Es otoño y el frío del invierno se acerca; me hace pensar que mi única compañía será la frazada que me regalaron hace años y, me recordará a ella, quien no pudo soportar mi trágico realismo.

Doña Felicia me ve y me aparto de la ventana, temeroso de que se acerque a contarme sobre alguna de sus nuevas enfermedades. Veo al mundo como es y no necesito que nadie me muestre su agonía y sufrimiento.

Subo las escaleras con la intención de rasurarme y asearme, pero inmediatamente me detengo. ¿A quién le importaría? En mi trabajo ni siquiera notan mi presencia.

Decido acostarme media hora más antes de ir al trabajo. Pienso en lo que ha sido mi vida llena de arrepentimientos. Todo lo he echado a perder. No tengo manera de ser feliz. No tengo pasado ni futuro. Sólo espero terminar este capítulo y empezar el siguiente.

Me levanto y me pongo la misma ropa que usé hace cuatro días, el último en que fui a trabajar. Salgo de mi casa fingiendo prisa. Al llegar a la avenida camino con la cabeza baja. Miro cómo mis pies se desplazan lentamente, casi sin despegarse. Choco con una mujer. Veo sus ojos. Es hermosa. Con una sonrisa me demuestra lo ingenua que es. ¿Cómo puede estar feliz? Sigo mi camino y percibo que me llama. Me dice “joven” a mis cuarenta años. No volteo, ni siquiera la veo de reojo.

Bajo las escaleras hacia el Metro. El tumulto me pone nervioso, pero no tengo otra opción. Para mi mala suerte se escuchan avisos de que el Metro va a tardar. Estoy acostumbrado, siempre algo me sale mal.

Saludo cordialmente al policía y cruzo los dedos para que sea la última interacción que tenga con alguien. Me detengo junto a la gente a esperar el Metro. Cuando está a punto de llegar, salto.