Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de enero de 2011 Num: 827

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La última interacción
WERNER CLAUDIO COLOMBANI

Kuro
NANA ISAÍA

Quinientos pesos de multa
BEATRIZ GUTIÉRREZ MUELLER

Cinco poetas de Morelos

Zygmunt Bauman, un transeúnte irlandés
MACIEK WISNIEWSKY entrevista con ZYGMUNT BAUMAN

La vida en tiempo prestado
MACIEK WISNIEWSKY

Guía de navieros
MAURICIO QUINTERO

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Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

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ROGELIO GUEDEA

La Otra Escena
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Cabezalcubo
JORGE MOCH


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Ilustración de Juan Gabriel Puga

Guía de navieros

Mauricio Quintero

Nunca aprendí a caminar. Mis amigos imaginarios de la infancia suplicaban: “Un pie delante del otro y un paso a la vez.” La octogenaria negra Carmela, mi nalgona y primerísima nana ilusoria, decía sin parar: “Sin pisaa charco mijo”, vestida siempre de un blanco de comercial de detergente y militante de la ola sanitarista de la élite de lo correcto.

Aprender a usar tus extremidades inferiores no es tarea sencilla, no crean. Pues primero hay que superar el complejo de inferioridad que separa a dichas extremidades de las otras, las superiores, vanagloriadas en su historial de haber dado al ser humano el don de aprender a usar instrumentos y catapultarlo a la cúspide del reino natural. Y segundo, por la cuidadosa y paciente educación que hay que brindar a las legiones de los guerreros que ocupan la geografía motriz que nos hace andar, deambular, correr, trastabillar, dejar huella, masticar sendero, perder el rumbo, digerir paisaje, maratonear y hasta imitar a Acuaman. Estas tribus guerreras son:

a. Los gigantes Fémures, torpes habitantes de los Valles del Placer.

b. Los temblorosos Rótulas, llegados de los mares de Cartílago la Antigua.

c. Los Tibios, con su tibieza de cervatillos. Su origen se remonta a un vómito divino.

d. Los Peroneos, con sus peros de las tierras del Nunca Saldrás. 

e. Los Talonios, soberbios como su patriarca Aquiles. Y navegantes sin tierra.

Caso aparte son los cinco paladines que comandan estos pueblos, todos ellos reyes bufones de sufridas pecuecas:

Pulgar Encarnado el I, Indice Analfabeto II, Corazón Desazón III, Anular Anulado IV y Meñique V. Sinunpenique.

A juzgar por las anteriores referencias la labor no se ve fácil. Sin embargo, como buen peregrino uno entiende que errando se aprende y se emprende camino, repitiéndose a sí mismo “un paso delante del otro” y muy atento de no levantar ambas extremidades al mismo tiempo, porque además de que puedes quedar sin piso, al hacerlo existe el riesgo de encontrar algotra amistad imaginaria gritando:“no saltes aventaja” o “sigue la línea demarcada con la sangre del sagrado corazón de Jesús”; lo diría fácilmente el barbudo que se hace pasar por hippie para venderme metros cuadrados de Cielo. O peor, puede aparecer el onírico del siguiente turno siseando “noooooooo, sigue las heces de diarrea afectiva de la gente decente”. Es sin duda un fracasado anacoreta que enloqueció de hambre.

Volviendo al tema pedagógico y de las legiones de guerreros, hay que advertir que previo a la labor educativa hay que ilustrarse disciplinadamente sobre los asuntos tratados, Los primeros pasos uno y La estrella que guía a todo naviero el otro.

En mis primeros pasos –una experiencia sirve de referencia–, busqué conocer algún bucanero, el hacker del pasado, o idealistas o carniceros pero en todo caso conocedores expertos del arte milenario de saber dónde diantre estás parado y no necesariamente con los pies en la tierra. Conocí al cabo a un pirata con pata de palo que repetía como si fuera un mantra pagano “¿Por qué camino cojo?”; hasta ahí no fue de mucha ayuda aunque, todo hay que decirlo, me dejó un legado que rescató su fama. La estrella polar que guía a todo naviero.

En este orden de ideas se resume que para abordar la acción de tutoría a las citadas legiones hay que investigar documentos y realizar trabajo de campo. En ello casi sin darte cuenta te vas convirtiendo en un ambulante, ni pez en el agua ni gato de porcelana, ni liebre de fábula ni mono enjaula’o pero ya puedes subir al nivel 2, el de los peldaños, arrancando los pétalos de la margarita para lograr entender algún día que no necesitas que alguien te quiera, quiérete vos, eso es lo que hace falta.

Ahí se va haciendo camino y hasta te comienzan a decir Don, ¡pilas! Es donde se asoma otro fantasma astuto de tus amigos imaginarios, el Pepe Cortisona diciendo “qué bien que sentó cabeza mijo, ahora cómprese un renaultcito”. Hay que acordarse en estos casos del poeta Roberto Gómez y su cita “¿cómo demonios hace uno para sentar la cabeza? ¿en dónde hay una silla tan ortopédica?”

Pues bien, siendo muy honesto debo explicar que aunque tenga en mi buen haber pintorescos y variados recorridos (Maha Manthras, Pachas Mamas y Milicia y ley del callejero), descubriendo en ellos las fórmulas secretas para echar a andar a mis cinco ejércitos de broncíneas corazas, sigo sin obtener mi licencia de buen peatón. No tanto por la mecánica de la acción, sino por el bagaje de ingredientes inútiles que hay que agregarle al acto de caminar. Es común oír una más de tus amistades ilusorias en este semestre de la carrera consultando muy interesado “¿ya aprendiste a hacer el nudo de la corbata?”. ¡Carajo! déle que déle con ese tintineo, que encorbata’o, que motila’o, que encasilla’o, cuadricula’o, quieren que aprendas a caminar pero como un reloj de pared, pagado del concreto y con un compás autómata. Hasta ahí brindé mi esfuerzo de aprendiz, venía de pendularme de bejuco en bejuco desde la jungla y me topé de bruces con las ventanillas de los bancos, las salas de espera, las filas de las cuentas y las requisas policiales. Con tantas ganas de andar pero no encontrando por dónde. Ni las instrucciones para subir una escalera de un “profe Julito”, ni los consejos de “Bepo el barrendero” me daban clara luz sobre cómo evadir el impuesto por ser soñador caminante.

Nunca aprendí a caminar por esos caminos, debe ser porque como los océanos, los caminos también parecen uno solo pero en realidad son un laberinto de recorridos en todos los sentidos entretejiéndose en un inmenso organismo. Tú escoges guerrero, aférrate a tu estrella la que guía a todo naviero y lánzate a la mar, rumbo a la deriva.