Opinión
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Salón Palacio

Sabios consejos del poeta Alí Chumacero

D

urante esta época es muy oportuno evocar algunos fragmentos de la conversación que tuve con el gran maestro Alí Chumacero, quien falleció este año, en la que confirma el porqué conquistó el cariño y admiración de quienes lo conocimos y leímos, pero en especial entre quienes tuvimos el privilegio de compartir unos tragos con él. La conversación ocurrió hace una década, cuando el poeta tenía 82 años. La versión completa fue reproducida en el libro Generación-Monográfico.net. Las tansgresoras más longevas de México y España, presentado en Madrid, en octubre de 2007.

- El alcohol –respondió a la primera pregunta– es un artefacto que, si no se sabe manejar, acaba por destruir. Es una opinión muy vulgar, pero muy cierta. El alcohol no sirve en ningún momento para crear una obra artística; en todo caso, sirve en la vida de un hombre para hacerlo más directo, más profundo en sus amores, convicciones e ideas; para remover la conciencia de la cual algún día puede surgir un verso, una línea de un cuento, de una novela, una pintura... pero de ninguna manera el alcohol ni las drogas son una base para crear absolutamente nada. El alcohol destruye y al destruir crea en el escritor una experiencia que puede ser utilizada al escribir, cuando se ha pasado la euforia alcohólica y de los estupefacientes.

- ¿Recuerda sus primeros encuentros con el alcohol?

- Yo inicié mis trabajos con Jorge González Durán, Leopoldo Zea, José Luis Martínez, Manuel Calvillo y algunos otros poetas distinguidos que con el tiempo hicieron una obra. Nos reuníamos en mi casa o en la de algunos de ellos, pues éramos muy jovencillos y muy pobres para asistir a lugares donde pudiéramos compartir mediante el pago de nada. Ya después pudimos ir a un café, a un bar a beber cerveza o tequila, que era entonces muy barato. Íbamos al Café París, que estaba en la calle de Cinco de Mayo; también asistíamos a cantinas que estaban en el barrio de Tepito y de la Lagunilla; eran cantinas muy modestas, porque no podíamos darnos el lujo de ir a un bar. Eran cantinas donde la humildad estaba por arriba de la arrogancia. Después siguió El Mirador, la Ópera, La India, El Salón Palacio. La vida nos hizo viejos, como es natural, y ahora vamos a bares de otra condición; ya no nos atrevemos a ir a cantinas porque los ancianos, a la hora de los trancazos no pueden ni correr; cuando era un chamaco yo los daba, ahora prefiero ir a un bar tranquilo donde no me vaya a tocar un golpe.

- ¿Para qué sirve el alcohol?

- Es bueno en la conversación, porque te despierta; te hace agudo, inteligente; te quita la timidez para expresarte, para no sentir pesada la palabra y sentirte como si fueras un hombre feliz. El escritor no es nunca un hombre feliz, y cuando lo es, ocurre de manera muy instantánea, en lapsos muy breves; el escritor es un hombre que cuando bebe siente esa euforia que te da la certeza de lo que estás viendo, oyendo, tocando, es lo más hermoso que te puede dar el mundo. Los sentidos son para el artista la red fundamental con la que atrapa todo aquello que lo rodea, después pasa a otras formas de captación y, luego, a la dificultad de tener eso dentro de sí mismo y saberlo emitir como una obra de arte, que no es el reflejo directo de la experiencia, sino que tiene que pasar por el tamiz de la conciencia y de la percepción estética; todos advertimos una obra de arte, pero no todos podemos hacerla.

- ¿Recuerda alguna tarde de cantina?

- Tuve muchas tardes significativas; las más hermosas son aquellas que se comparten, cuando tienes cerca de ti una sonrisa femenina, unos ojos femeninos, unos besos femeninos, un cuerpo femenino, cuando una persona del sexo complementario está contigo, cuando ejerces lo que es, podríamos decir, distintivo del hombre, ese instante es, en efecto, muy breve, pero te hace pensar que valió la pena haber nacido.

- ¿Cuál es su secreto?

- El secreto está en la resistencia física; hay personas que son endebles del cerebro y otras de los brazos. Yo no soy endeble del cerebro, tengo mi prestigio en la historia de la literatura mexicana como un gran bebedor y eso me da gusto, porque dejo lo que sea para tomarme una buena cerveza, ese es uno de los placeres más hermosos y refrescantes.

- ¿Existe un ritmo ideal?

- Si eres mal bebedor y te tomas tres tragos de lo que sea en media hora, te aseguro que no resistes el cuarto. Hay que llevar un ritmo, la bebida es algo que se va equilibrando con el tiempo. Por mal bebedor que seas si bebes un trago cada cinco horas, no corres peligro de nada; si eres un bebedor de cuatro tragos por hora, pues no bebas cinco. Así lo hago: no bebo más de cuatro por hora, de lo que sea: whisky, tequila o cerveza, es más que suficiente.

- ¿Cuáles son sus cantinas preferidas?

- La Ópera, porque es muy burguesa, muy profiriana; es de 1905 y se conserva como en esa época, no hay ninguna otra que tenga esa personalidad; hay bares nuevos bonitos, pero no le llegan. Hay una cantina que se llama El Nivel, está a un costado del Palacio Nacional, es la más vieja de México, pero no tiene mayor interés. Me gusta también La India, que está en Venustiano Carranza y Bolívar. Conozco una en Tepic, Nayarit; está a una cuadra del panteón y se llama La Recta Final. Sé de otra en Tijuana que también está frente al panteón y se llama Aquí Se Está Mejor que Enfrente.

Feliz Año Nuevo.