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Llama a corregir errores cometidos en cinco décadas de construcción del socialismo en Cuba

Raúl Castro cierra cuatro días de trabajos en el Parlamento; eliminar el secretismo, exige

Cambiar la mentalidad de la población, combatir el dogmatismo y más transparencia, las tareas, dice

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El presidente cubano habla durante la ceremonia de clausura del periodo de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, ayer en La HabanaFoto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 19 de diciembre de 2010, p. 25

La Habana, 18 de diciembre. Después del ajuste económico en marcha, el presidente Raúl Castro anunció una segunda etapa de su política de reformas al sistema cubano, esta vez para cambiar la mentalidad de la población frente al nuevo escenario que comienza a delinearse, combatir la barrera sicológica colosal del dogmatismo y buscar transparencia en la información sobre la actividad del gobierno, eliminando el exceso de secretismo.

Castro cerró cuatro días de trabajos de la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento), con un discurso que resultó de excepción, porque abrió nuevos puntos de agenda, polemizó crudamente con la idea de que el Estado debe controlarlo todo y se remontó a décadas atrás para encontrar el origen de las fallas.

Con una de las más duras y directas críticas que se hayan hecho en la isla al funcionamiento del sistema surgido de la revolución de 1959, el mandatario defendió dramáticamente su proyecto: O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, porque nos hundimos.

Citando los Lineamientos de Política Económica y Social, que discutirá el sexto congreso del Partido Comunista de Cuba, Castro replicó a quienes en la isla suponen que la reforma puede llevar a restaurar el capitalismo. El documento prevé más planificación que mercado y proscribe la concentración de la propiedad.

Más claro ni el agua, resumió el mandatario cubano. Aunque no hay peor ciego que el que no quiere ver. Se trata del futuro socialista, ajustado a las condiciones de Cuba, no al pasado capitalista y neocolonial derrocado por la revolución.

El congreso sesionará en abril próximo y será el último al que asista la generación histórica –ya octogenaria– que debe emplear su autoridad moral para dejar el rumbo trazado, ofreció el mandatario. Tenemos el deber elemental de corregir los errores que hemos cometido en estas cinco décadas de construcción del socialismo en Cuba y en ese propósito emplearemos todas las energías que todavía nos quedan, que afortunadamente no son pocas.

Agregó: Tenemos plena conciencia de los errores que hemos cometido y precisamente los lineamientos marcan el inicio del camino de la rectificación y la necesaria actualización de nuestro modelo económico socialista.

El presidente citó discursos de Fidel Castro en los años 70 y 80, con temas del debate actual, como la necesidad de evitar el despilfarro y el exceso de personal.

Raúl Castro se preguntó entonces qué pasó, si su hermano mayor había puesto en su momento el dedo en la llaga: Los demás no supimos asegurar y consolidar el avance en pos de esos objetivos. Nos faltó cohesión, organización y coordinación entre el partido y el gobierno; en medio de las amenazas y urgencias cotidianas descuidamos la planificación a mediano y largo plazos, no fuimos suficientemente exigentes ante violaciones y errores de carácter económico cometidos por algunos dirigentes y también demoramos en rectificar decisiones infructuosas.

En otro giro respecto a la tradición política cubana, reconoció que la renuncia a un cargo público no debe considerarse ahora como hace 50 años, cuando un funcionario dimitente era catalogado de adversario. Hoy lo verdaderamente revolucionario y honesto, cuando un cuadro se sienta cansado o incapaz de ejercer su cargo a cabalidad, es solicitar su renuncia, con dignidad y sin ningún temor, lo que siempre será preferible a ser destituido.

Como primer blanco de su propuesta de cambio de mentalidad, Castro apuntó a los conceptos erróneos e insostenibles acerca del socialismo, muy enraizados en amplios sectores de la población durante años, por el excesivo enfoque paternalista, idealista e igualitarista del sistema.

Sobre la falta de transparencia de la gestión oficial, apuntó que hay funcionarios que ofrecen informes inexactos y que quien lo hace debe ser destituido. Pidió desterrar definitivamente la mentira y el engaño en cualquier nivel de la dirigencia. Convino en que siempre habrá secretos de Estado, pero reclamó poner sobre la mesa toda la información y los argumentos de la política y la economía del país, y en consecuencia suprimir el exceso de secretismo a que nos habituamos durante más de 50 años de cerco enemigo. Debajo de esa dorada alfombra es donde se ocultan las fallas.

En contrapartida, el mandatario cubano demandó debatir la vida pública sin ataduras a dogmas y esquemas inviables, que constituyen una barrera sicológica colosal, que es imprescindible desmontar poco a poco.

La crítica de Castro fue, literalmente, en todos los tonos. Repetidamente se apartó del texto que llevaba e intercaló lo mismo frases enérgicas que bromas y anécdotas como ésta: al final de la guerra, Vietnam pidió ayuda a Cuba para cultivar café y hasta allá se fueron los técnicos de la isla.

Ahora el país indochino es el segundo exportador mundial del grano, mientras que Cuba tiene que importarlo. Asombrado al conocer ese dato, un funcionario vietnamita preguntó a su colega cubano qué había pasado.

–¿Qué habrá dicho el cubano? –preguntó Raúl Castro. Y remató con ironía y con voz engolada: “El bloqueo…”