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El artista mexicano combinó el arte pictórico y la arquitectura en su quehacer estético

Murió Alfredo Castañeda, pintor surrealista que plasmó en autorretratos sus mundos imaginarios
 
Periódico La Jornada
Viernes 17 de diciembre de 2010, p. 5

El pintor surrealista mexicano Alfredo Castañeda falleció en Madrid el pasado miércoles, a los 72 años, debido a complicaciones de una neumonía.

Desde hacía dos décadas, el artista residía en la capital española, donde su familia es propietaria del restaurante de comida mexicana Entre suspiro y suspiro.

El autorretrato siempre fue un recurso que Castañeda utilizó para expresar sus mundos imaginarios y ejercer su propia conciencia de la dualidad en la que habitaba.

Los círculos concéntricos de arte y misticismo se vuelven uno en la obra de Castañeda, creador de uno de los cuerpos de obra más auténticos y originales en el arte contemporáneo, escribió Alberto Ruy Sánchez.

Nacido en el Distrito Federal, el 18 de febrero de 1938, Alfredo Castañeda comenzó sus estudios de pintura a los 12 años. Se tituló de arquitecto en la Universidad Nacional Autónoma de México, en 1964; durante una década combinó el trabajo arquitectónico con la pintura, pero a partir de 1971 se dedicó sólo a pintar. Dos años antes montó su primera exposición individual en la Galería de Arte Mexicano (GAM), que siempre lo representó.

En 1990 celebró sus dos décadas en la plástica, con la presentación de su monografía Qué 20 años no es nada, en la GAM. En 1983 hizo una primera muestra individual en Estados Unidos, en la galería Mary-Anne Martin/Fine Art, que desde entonces lo representó en ese país.

Para Caleb Bach, arquitecto, pintor y ensayista estadunidense, Castañeda también es un poeta y filósofo: “La fugacidad de la existencia es un aspecto que subyace en casi todas sus pinturas, independientemente del tema principal de la obra.

La desintegración de la descomposición siempre han sido una importante preocupación para Castañeda, quizá debido a su formación como arquitecto, profesión que obliga a enfrentarse a la inevitabilidad de la decadencia estructural.