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Diez años sin Amalia
El cinco de noviembre de 2000, nuestro país perdió a una de las figuras fundamentales en la construcción de “lo mexicano” como se visualiza hoy en día: falleció Amalia Hernández. La investigadora Margarita Tortajada establece una tríada de las creadoras más influyentes en la danza de la segunda mitad del siglo pasado: Hernández, Guillermina Bravo y Ana Mérida, ya que “convirtieron sus propuestas artísticas en escuelas y compañías profesionales, además de marcar las tendencias más representativas de la danza mexicana [y fueron] punto de partida de muchos artistas, inclusive para negarlas.”
El caso de Hernández es singular, pues mientras sus colegas se concentraron en la danza moderna, la bailarina, coreógrafa y productora coadyuvó en el perfeccionamiento y renovación de los géneros folclórico, clásico y en el que actualmente se denomina contemporáneo.
Hernández descubrió su vocación a los ocho años. Su padre consintió que tomara clases pero de manera privada. Se le construyó un estudio en casa y recibió clases de danza mexicana, española y de ballet con maestros de prestigio.
Por su férrea determinación a lo largo de los años, los padres finalmente no tuvieron otra opción que aceptar la anunciada profesión de su hija.
La danza moderna de Amalia Hernández |
Hernández continuó con su formación y fue seleccionada para ser integrante del Ballet de Bellas Artes que dirigió Waldeen –pionera de la danza escénica mexicana junto con Anna Sokolow–, pero siendo un proyecto profesional su familia estuvo en desacuerdo y no pudo participar.
En 1948, Hernández regresó a la danza integrándose a la Academia de la Danza Mexicana y colaborando en la fundación del Ballet Nacional de México, dirigido por Guillermina Bravo.
Un par de años después fundó el Ballet Moderno de México y el Ballet de México (BM), que son la simiente del Ballet Folclórico de México (BFM). No obstante su exitoso desempeño en la danza moderna, Hernández siempre había sentido una intensa fascinación por la danza tradicional. En 1959, crea el BFM, en el que cumpliría su sueño. Ese mismo año el BFM comenzó a dar funciones dominicales en el Palacio de Bellas Artes (PBA), temporada que continúa hasta la fecha.
En 1961, el BFM participó en el Festival del Teatro de las Naciones de París y ganó el primer premio, lo cual significa su internacionalización. Eventualmente, por los constantes viajes, hubo que fundar una segunda compañía para cubrir las funciones en el PBA.
Desde entonces, el BFM ha sido la imagen de México ante el mundo.
Para la Olimpiada Cultural paralela a los Juegos Olímpicos, Hernández dirigió el Ballet de los Cinco Continentes y el Ballet de las Américas. El primero convocó a coreógrafos extranjeros para montajes en México y el segundo incluía obras de coreógrafos mexicanos a partir de un proceso de investigación en diversos países; tras una función del segundo en el Music Center de Los Ángeles, el mismísimo Igor Stravinsky expresó: “Mi alegría fue enorme y mi impresión profunda. En este grupo de bailarines y músicos que tan alegre y gustosamente nos traen la vitalidad y el colorido de su país, yo sentí una verdadera comunicación que iba más allá del territorio de donde provienen.”
Amalia con Alvin Ailey, coreógrafo estadunidense |
También en 1968 abre sus puertas la escuela y teatro del BFM, donde se forman nuevos bailarines para la compañía y profesionales que trabajan en otros espacios. Establecerá en las escuela tres vertientes: folclor, clásico y contemporáneo, e impulsa la creación de tres grupos, que respondían a cada uno de los géneros, para la experimentación y composición coreográfica.
Una acción decisiva fue que Hernández invitara a coreógrafos y maestros estadunidenses a impartir cursos y hacer montajes. Entre ellos se contaron Alvin Ailey, Louis Murray y Alwin Nikolais. Eso tendría importantes repercusiones, ya que fracturó la hegemonía de la técnica Graham.
Hernández becó a numerosos bailarines para tomar cursos en Nueva York, entre ellos se contaron miembros de un grupo que daría un viraje decisivo a la danza contemporánea: el Forion Ensamble, del que fue madrina, y que sería punta de lanza para el surgimiento de un movimiento de renovación: el de la Danza Independiente.
Actualmente, el BFM sigue siendo la cumbre de la danza tradicional escénica de México, su repertorio –de más de setenta obras– permanece conformado únicamente por la obra de Hernández y las dos compañías siguen en exitosa actividad.
La danza nacional es impensable sin la generosidad desinteresada y el influjo que le imprimió Amalia Hernández.
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