Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 12 de diciembre de 2010 Num: 823

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

México, tradición
y violencia

MARISOL SALMONES

Dos poemas
ANESTIS EVANGELOU

Óscar Hagerman, arquitecto
ELENA PONIATOWSKA

Demetrio Vallejo
en su centenario

ÓSCAR ALZAGA

Demetrio Vallejo,
ética y sindicalismo

RICARDO GUZMÁN WOLFFER

La decepción
de los optimistas

BERNARDO BÁTIZ V.

Los pasos del
cine mexicano

RICARDO YÁÑEZ entrevista
con DANIEL GIMÉNEZ CACHO

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

La Otra Escena
MIGUEL ÁNGEL QUEMAIN

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Hugo Gutiérrez Vega

La poesía griega contemporánea (III DE X)

Es difícil ordenar a los poetas griegos de este siglo en generaciones o en grupos homogéneos. Ya hemos visto cuáles fueron los acontecimientos que dejaron su marca en todos los griegos y produjeron en los poetas sensaciones de abandono, desamparo, inseguridad, soledad y desconfianza en las acciones humanas. Por encima de estas tragedias, Grecia mantuvo una de las actividades poéticas más intensas y originales de la Europa moderna y contemporánea. Los lazos con la poesía en lengua francesa, inglesa o alemana han sido estrechos: Embirikos y los surrealistas franceses, Seferis y Eliot, Elytis, Hölderlin y Rilke; Ritsos, Bretakos, Livaditis, Karouzos y Gatsos y los movimientos de vanguardia o de poesía social que se dieron en la Europa de la guerra y la postguerra. Es fácil localizar esas relaciones y el juego de influencias y de paralelismos, pero la originalidad de la poesía griega nace, en buena medida, de la ubicación excéntrica de Grecia en el mapa europeo, de su cercanía con el Medio Oriente, de sus constantemente tensas relaciones con Turquía y de su total inmersión en el complejo y variadísimo mundo balcánico. Por eso, los que hemos vivido en Grecia nos sentimos involucrados en una apasionante paradoja: la de vivir en la nación madre de toda la cultura europea y en un país que mantiene una singularidad que lo obliga a cabalgar los caballos de Europa, el Medio Oriente y los profundos Balcanes. Es claro que estas realidades sociopolíticas y estas complejas y casi abismales contradicciones culturales han dado a la poesía griega un rostro peculiarísimo, una originalidad intransferible.

Antes de entrar en los terrenos de los once poetas que, a mi entender, han dado su especial carácter a la poesía griega moderna y contemporánea, quisiera hablar de los escritores que influyeron determinantemente en la formación de ese rostro en el cual se mezclan los rasgos de la poesía europea con las peculiares formas creadas por el pasado clásico, el mundo bizantino, las invasiones bárbaras, los conflictos balcánicos, la larga noche de la dominación otomana, las luchas por la independencia, los arduos procesos de la modernización, la ocupación alemana, la liberación, la guerra civil, la dictadura y el regreso a una democracia que nació en Atenas y, después de terribles vicisitudes, volvió a instalarse a los pies de la Acrópolis y entre las ruinas vivas del Ágora y el templo de Teseo.

Citaré sólo unos cuantos nombres de los precursores ubicados por Kimon Friar y otros críticos en las llamadas Generación del treinta y Generación de la postguerra: Embirikos, surrealista que escribió en la lengua pura, la katharévusa, y ejerció un pálido magisterio entre sus contemporáneos. Sikelianós, autor de dos grandes poemas: “La madre de Dante” y “La elegía a la muerte de Kostís Palamás”, mantuvo viva la flama délfica y sostuvo con firmeza la idea de la anfictionía que aseguraba la paz entre los hombres en torno al oráculo de Apolo en Delfos. No olvidemos que, para ser escuchada la voz de la Pitia, era indispensable que todas las ciudades mantuvieran el compromiso de la paz. Sólo en el silencio de las armas brotaba la clara voz de la predicción y el dios enviaba su mensaje a través del oráculo. Seferis fue, a sus manera, un poeta de profundo arraigo social. Su amistad con Eliot permea una parte de sus procedimientos poéticos, pero lo fundamental de su obra se encuentra en su fidelidad a la tradición histórica griega que el poeta concebía como una continuidad hecha de rupturas, como un constante y enriquecedor mestizaje. Desde Anacreonte y Safo hasta Kavafis, los personajes del mundo clásico sobrevivieron a invasiones y cataclismos. Así su Helena se convierte en un deslumbrante arquetipo, en un símbolo que, al igual que los ruiseñores de Platres, no dejan dormir al poeta conmocionado ante la vista de los emblemas de la belleza. Ritsos mezcla su compromiso político con una voz de inusitada transparencia lírica. Poeta tumultuoso –su obra reunida sumará próximamente quince volúmenes–, mantuvo una relación estrecha con la poesía española, con Neruda y Vallejo. Algunos de los poemas escritos por Ritsos en las varias islas de sus destierro, han logrado un arraigo manifiesto en la amplia memorización. Su compañero de militancia, Nikiforos Bretakos, poeta de Laconia en el Peloponeso, aportó su sencillez para describir el paisaje de su Esparta nativa. Todos ellos nos ayudarán a acercarnos al rico movimiento de la poesía griega contemporánea. A su lado, Nikos Gatsos, el traductor de García Lorca, el autor del poema largo Amorgós, ejemplo de conciliación entre la descripción del paisaje isleño con los procedimientos surrealistas, y otros poetas de transición influidos por la genialidad de Kavafis, sirven de base a una serie de hipótesis, sin duda revisables, sobre la riqueza de la poesía moderna de Grecia.

(Continuará)

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