Opinión
Ver día anteriorDomingo 5 de diciembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Inspiración no mata dignidad

Toreadores, no matadores

Un Zotoluco desconocido

U

na mujer pensante me dijo: Esto de la fiesta brava sólo adquiere grandeza cuando se logra enaltecer el encuentro sacrificial entre dos individuos sin que se denigre la dignidad animal del toro disminuyendo su bravura, edad, trapío y pitones para apoteosis de figuritas y excitación de públicos desinformados.

Las crónicas destilaron calificativos admirativos e inspiradas frases ante la inteligencia, imaginación, sello y celo del joven Alejandro Talavante (Badajoz, 24 de noviembre de 1987), que en la cuarta corrida de la Plaza México desplegó con un lote docilón de Julián Hamdan más las 64 corridas toreadas esta temporada española –una cada cinco o seis días–, donde los toreros se hacen toreando, no como acá.

Pero Talavante empañó la creatividad desplegada con capa y muleta al pinchar en repetidas ocasiones a sus toros. Aquí no se trata de lamentar que el torero haya perdido orejas, sino de algo bastante más grave: ostentarse como matador de toros, cobrar por ello y no saber matarlos, no obstante haber cortado en España 52 orejas y hasta un rabo en este su cuarto año de alternativa.

Si la crítica especializada sigue restando importancia a la suerte suprema para privilegiar instantes de estética frente a los pitones más que frente a la bravura, contribuye a frivolizar el arte de la lidia y a desvirtuar el sentido de la tauromaquia como encuentro mortal, a la vez que suprime la única oportunidad del toro de tener una muerte digna y aun instantánea con una estocada en lo alto.

Sugerencia para los futuristas: que en la próxima revisión del inobservado Reglamento Taurino para el Distrito Federal se permita un máximo de cuatro viajes con la espada, nada de avisos que alcahueteen la ineptitud, y después dar muerte al toro con una pistola veterinaria. El diestro entonces ya podrá dar tres vueltas al ruedo pero con el vergonzoso antecedente de que no supo matar al toro ni honrar el título de matador.

Tenía años de no ver-disfrutar la maciza tauromaquia de Eulalio López Zotoluco en una plaza de tienta. Gracias a la generosidad y hospitalidad de Julio Enrique García, ganadero de Vicencio, fue posible gozar-aprender de un cartel imposible en otra ganadería. Frente a bravas becerras alternaron con Eulalio los matadores en retiro –de los verdaderos artistas el arte no se retira nunca– Raúl Ponce de León y Mario del Olmo, así como Carlos Peñaloza, uno de los triunfadores en Arroyo, y el novillero también retirado Saúl Acevedo. El tentador fue el experimentado varilarguero Efrén Acosta hijo.

Reconcentrado, como si evocara la tarde heroica en que frente a los miuras acalló Pamplona, Eulalio ofició con sencilla maestría, acariciando las claras embestidas de las reses de Vicencio luego de acudir prontas al caballo de Acosta, para enseguida dar cátedra de cómo embarcar y templar sin molestar. Silencio absoluto mientras la precisión de sus cites y el imperio gozoso de su mando honraban los principios fundamentales de la lidia y la mejor tradición tauromáquica de México.

Ante un becerro castaño las sorpresas de Zotoluco dieron comienzo, pues al tiempo que disfrutaba de la fijeza y emotividad de la res, con claros conceptos informaba a ganadero y asistentes acerca de las condiciones del animal así como de sus impresiones al torearlo. Autocrónica simultánea y autorizada que todos agradecimos.

Continuó el asombro cuando Lalo, ahora desde el callejón, narró las intervenciones de otros toreros, con un humor negro que a más de uno alcanzó a perturbar (Este tiene cosas de torero: capote y muleta, u Oye, traes más prisa que cuando toreabas). La tienta fue in crescendo: Ponce de León quitó por tafalleras y orticinas, del Olmo desplegó tandas de ensueño e incluso el periodista Enrique Núñez, director del periódico Intolerancia, de Puebla, se estiró en sentidos naturales. La revelación final vino cuando Zotoluco, después de la comida, con potente y entonada voz cantó lleno de sentimiento varias rancheras. ¡Suerte hoy!