Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 28 de noviembre de 2010 Num: 821

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Goethe, científico
RICARDO BADA

Monólogos compartidos
FRANCISCO TORRES CÓRDOVA

Gozo por contagio
CARLOS PASCUAL

Pablo González Casanova, el intelectual
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

Pasolini: el retorno de lo sagrado
NATACHA KOSS

Un poema para Pier Paolo Pasolini
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El Evangelio según Pasolini
RICARDO YÁÑEZ

El impresionismo narrativo de Peter Stamm
ADRIÁN MEDINA LIBERTY

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

La otra escena
MIGUEL ÁNGEL QUEMAIN

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Hugo Gutiérrez Vega

LA POESÍA GRIEGA CONTEMPORÁNEA (I DE X)

Grecia ha sido desde siempre una tierra de poetas. En ella la poesía forma parte del acontecer cotidiano y, con frecuencia, establece alianza con la música y se convierte en una manifestación de la cultura popular. No pretendo afirmar que en nuestros tiempos la poesía siga ocupando un lugar tan importante en la vida social, pues es claro que en Grecia, como en la mayor parte de los países de este planeta, víctima de las maneras más agudas de la enajenación, es una forma de expresión artística para una minoría, un “acto en la catacumba”, como diría Octavio Paz. Sin embargo, algo queda de su arraigo en la sociedad y, a través de ella, se pueden seguir los momentos más significativos de la historia griega desde su independencia hasta nuestros días.

Los llamados poetas del Mar Jónico, como muchos de sus contemporáneos románticos, se convirtieron en la voz del pueblo empeñado en la lucha por la independencia. El Eptaneso nunca sufrió la dominación turca, pero por largos años se mantuvo bajo el poder veneciano y fue ocupado por otras potencias europeas. Solomós, Kalvos y Valaoritis, cada uno a su manera, mantuvieron viva la identidad helénica. Dionisios Solomós es, sin duda, el iniciador de la poesía griega moderna. Escribió la mayor parte de sus poemas en lengua demótica y su “Himno a la libertad” se convirtió en el canto nacional.

Amigo de Fóscolo, por su liga con la lengua popular su obra adquirió una particular relevancia política en la lucha por la independencia. Desde las islas Jónicas se escuchaban los cañones de Mesolongui y por ellas pasaban los filohelenos de la estirpe de Byron rumbo a la batalla contra la Sublime Puerta. La ortodoxia y la lengua demótica fueron los símbolos de identidad a los cuales se aferraron los griegos durante los casi cinco siglos de ocupación otomana. Se trataba de la lengua en que fueron escritos los poemas kléfticos y las grandes obras del llamado Renacimiento cretense (especialmente, el Erotócritos, de Vitsentzos Kornaros, poema memorizado por varias generaciones y que, detrás de su contenido amoroso, tenía un significado independentista).

Más tarde se formó una lengua académica, la katharévusa o lengua pura que nació para borrar las presencias del turco en la lengua popular, pero que, desde sus principios, mostró su divorcio de la realidad social. Esta hermosa lengua, producto del laboratorio académico, apegada en muy buena medida al griego clásico, pronto se convirtió en la forma de expresión de la iglesia ortodoxa y de la judicatura, pero el pueblo siguió hablando su lengua contaminada y llena de imperfecciones y de lagunas, pero bella en su naturalidad, en su cercanía con la tierra y sus jugos nutricios.

Kalvos, al margen de su posición política claramente ligada a la causa popular, necesitó del griego clásico, de la katharévusa y de la lengua demótica para construir su poesía a veces laberíntica y siempre personalísima.

El mundo helenístico entregó, como su mejor fruto, la poesía de Kavafis escrita en un griego alejandrino lleno de resonancias clásicas. Su aparente sencillez ha puesto trampas a algunos traductores que se han empecinado en retorcer un lenguaje poético hecho de transparencias sobrecogedoras. Kavafis es el maestro de la poesía griega contemporánea, todos los poetas son sus deudores y la mayoría así lo reconoce y pregona. Su verso libre llegó como un viento renovador a la Grecia todavía encerrada en la vieja retórica. No viene al caso oponerlo a los versos rimados y medidos de Palamás, pues los dos son, en su estilo, grandes poetas. Palamás era, en el momentos de su muerte, una especie de poeta nacional, memorizado y entrañable. Dio a sus contemporáneos las formas para expresar sus sentimiento, pero el genio brillaba en el verso libre kavafiano. Por eso tuvo que esperar para ser reconocido y admirado. Su vida oscura de pequeño empleado pasó en un silencio apenas roto por los poemas escritos en sus cuadernos. Ahora su obra, breve y ajustada, es uno de los más altos momentos de la poesía de todos los tiempos.

(Continuará)

[email protected]