Opinión
Ver día anteriorDomingo 28 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La Revolución en el arte
Y

a hemos comentado que uno de los logros más importantes del movimiento revolucionario fue el surgimiento de un sentimiento nacionalista que entre sus manifestaciones buscaba llevar la cultura al pueblo y lograr una plena integración de las raíces prehispánicas y españolas. También mencionamos que una expresión relevante de estas ideas se dio en el muralismo, que cubrió las paredes de los edificios públicos. Unos de los exponentes más significativos de este movimiento fue el pintor José Clemente Orozco, uno de los tres grandes junto con Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Decía Luis Cardoza y Aragón, reconocido intelectual y crítico de arte: los tres grandes son dos: Orozco.

Oriundo de Zapotitlán, Jalisco, en donde nació en 1883, vivió la barbarie revolucionaria cuando se integró con el grupo de jóvenes pintores, que acompañaron al Dr. Atl a la ciudad de Orizaba en 1914 siguiendo a Carranza, de quien era ferviente partidario entre otras cosas porque un año antes lo había nombrado director de la Academia de San Carlos. En Orizaba se dedicó, junto con los nóveles artistas, a editar el periódico del ejército constitucionalista La Vanguardia. Orozco, quien ya había trabajado haciendo caricaturas y cartones satíricos para los periódicos antimaderistas El Imparcial y El hijo del Ahuizote, hacía carteles y dibujos.

Estas experiencias fueron fundamentales cuando en la década de los 20 del siglo pasado pintó los muros de la Escuela Nacional Preparatoria, que ocupaba el majestuoso edificio que había sido el colegio jesuita de San Ildefonso, joya barroca del siglo XVIII. Aquí realizó una serie de imágenes monumentales de gran vigor, con frecuencia trágicas, relacionadas con el tema de la Revolución. Entre ellas destaca La trinchera, que lo confirma como un pintor extraordinario, que muestra con insuperable maestría la tragedia y el heroísmo. Juan José Arreola lo definía como Orozco, el de los pinceles violentos.

Ahora el antiguo Colegio de San Ildefonso le hace un homenaje con la exposición José Clemente Orozco: pintura y verdad, que estuvo durante cuatro meses en el Instituto Cultural Cabañas, en Guadalajara. Se muestran 379 piezas que incluyen dibujos, acuarelas, gráficos, pinturas, tintas, recortes de periódicos y reproducciones fotográficas de su obra dentro y fuera de México y se exhiben 20 dibujos inéditos que integran la muestra La gran legislación revolucionaria mexicana.

Un regalo privilegiado que enriquece la exposición son los murales del propio Orozco que decoran los muros del edificio, que es en sí una obra de arte. Estos vale la pena dejarlos para el final e irlos disfrutando uno por uno, pausadamente, para poder apreciar la tremenda fuerza, maestría y belleza que tiene su pintura, dentro del horror que muchas veces muestra, que en su momento la atrajo fuertes críticas negativas, entre otras del cronista Salvador Novo.

Aprovecho para mencionar que hace algunos días descubrí un lindo jardín en la colonia Nápoles, por la calle de Augusto Rodin, denominado Plaza José Clemente Orozco. Llama la atención por lo bien cuidado. Con fuentes, juegos infantiles, linda vegetación: palmeras, árboles frondosos y muchas flores, entre otras unas rojas y amarillas hermosísimas, muy poco comunes, llamadas flor de caña de la india o Kano.

Muy cerca se encuentra el restaurante Guetaria, situado en Insurgentes Sur 724. El nombre recuerda a un pintoresco pueblo de pescadores cercano a Bilbao, España. La comida vasca es de primera. Un buen inicio para acompañar el aperitivo son los pimientos rellenos de bacalao. Muy sabrosos los chipirones en su tinta y de plato fuerte el huachinango Guetaria, cocinado al carbón con un toque de aceite de oliva y laminillas de ajo y guindilla o el chuletón. De acompañamiento va bien un vino de Navarra. Deje lugarcillo para el postre, porque es imprescindible probar el disco de avellana.