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Ver día anteriorLunes 22 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Andanzas

FIC 2010, Marie Chouinard, Guanajuato parte III

L

a presencia de la gran coreógrafa canadiense Marie Chouinard y su Compañía de Danza en el pasado Festival Internacional Cervantino (FIC) es sin duda un suceso que marca un parámetro importante en las aportaciones que dejan huella imborrable en el ámbito cultural del país.

Es una pena que no se haya presentado en el Distrito Federal, donde la danza prolifera de manera intensa e incansable, pues la sola propuesta de la señora Chouinard abre un luminoso camino con innovaciones. Muletas, arneses, carritos, vendas, sillas de ruedas, bastones y demás soportes que suelen usar las personas con alguna discapacidad corporal, ella las utiliza sorprendentemente en la obra presentada en el FIC, llamada Body-remix/ Goldberg Variations, de Juan Sebastian Bach.

Con 11 bailarines excepcionales en evidente dominio de una técnica magistral y asombrosa capacidad interpretativa de gran impacto, la señora Marie Chouinard crea una especie de antidanza, en la que, además de los lementos mencionados, utiliza unas zapatillas de punta (de ballet clasique) de guante en una de sus manos, con lo que crea el efecto de cuello alargado de ganso o cisne, a la vez que con un pie descalzo realiza increíbles proezas de imaginación corporal en uso y diseño de un lenguaje absolutamente inédito, de riqueza inimaginable, en el que levemente se transita como un plumazo, por algún remanente en la memoria de la danza clásica.

Entre tal abundancia de instrumentos de apoyo para discapacitados, distorsiona, asimismo, la lógica gramatical corporal a la que durante siglos hemos estado acostumbrados en la danza, del tipo que sea.

El impacto de cuerpos semidesnudos haciendo malabares, secuencias de fuerza y habilidad insospechada, mantuvo al público electrizado, en silencio absoluto, por la belleza y transfiguración que logran. De las Variaciones Goldberg apenas tocan unas tres o cuatro, pues lo demás es invención sonora en el trajinar escénico, siempre nuevo y vital, pero de múltiples lecturas.

En mi opinión, Marie Chouinard es el Picasso de la danza. Ballet, contemporáneo moderno o de lo que se trate, no importa. Ella ha transgredido todo; ha rasgado, destripado, abierto toda academia para encontrar una luz, una emoción, mover al espectador. Ella nos ofrece la belleza en el horror, la ironía, el sentido del humor y la luminosidad en una demostración maestra de su creatividad y minuciosa investigación y búsqueda de la capacidad expresiva del cuerpo. Cada parte es un todo que rebasa la danza, el circo, el atletismo o la gimnasia, para convertirse en un arte ingenioso, cristalino y contundente.

En Body-remix los cuerpos se intercalan para ser parte única de una fusión que abarca todos los elementos escénicos posibles para convertirse en arte. Es como el salto cualitativo e inesperado en Picasso, desde su pintura llamada Joven en traje azul a Las señoritas de Avignon, como el paso definitivo al cubismo y al arte del siglo XXI, una nueva era en la que el discurso académico, retórico, engolado y repetitivo, mil veces copiado, voluntaria o involuntariamente, palidece, porque el descubrimiento creativo es como un torrente de luz, un camino insospechado que abre y libera los más recónditos rincones de la conciencia en el arte.

Así Marie Chouinard y su Compañía, cabe mencionarlos a todos: Luis Dufont, compositor responsable de las distorsiones Goldberg, voces, sonidos y demás audios; los maravillosos bailarines de peso completo Kimberly deJong, Eve Garnier, León Kupfershide, Lucy M. May, Lucille Mongrain, Marius Ostrozky, Carol Prieur, Gerard Reyes, Dorotea Saykaly, James Viveiros y Megan Walbaum.

El diseño de escenografía, vestuario, utilería e iluminación son naturalmente de madame Chouinard, como una vertiente más, característica en su obra donde, todos, nos ofrecieron una velada inolvidable, emocionante y jubilosa.

El público, en el Auditorio del Estadio aquel 4 de octubre, estupefacto, de pie ovacionó al grupo de jóvenes, que poco a poco, entre sonrisas y empujones, se fueron convirtiendo en personas comunes y corrientes, pero tan sorprendentes y hermosas como los cuerpos que recién habían habitado.