Opinión
Ver día anteriorLunes 22 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Terrible comedia
M

ás allá del detalle vernáculo, los términos locales y las particularidades regionales, el resultado social de la suma crimen organizado + Estado corrompido es similar en Ciudad Juárez, Medellín, Culiacán, Cali o Nápoles. No sorprende entonces que una inmejorable lectura de lo que nos está pasando la proporcione una pequeña novela sobre la vida en los pueblos de la Campania tomados por los clanes: Sandokan, storia di camorra (Einaudi, 2004), de Nanni Balestrini, aún no publicada en castellano, pero ya traducida al inglés por Anthony Shugaar (Melville House, Brooklyn, 2009).

La maestría de Balestrini, importante y polémico autor del pasado medio siglo, le permite contar una historia muy local e inmediata para todos (eso que hace universal una obra de arte). La intensa narración comienza con la caída de Sandokan, capo mayor de la camorra napolitana en algún momento de los años 90. Estamos en el inframundo del antiEstado. Es un buen padre, amante de su familia. Al ser capturado le preocupan sus hijas pequeñas, ocultas con él en un búnker palaciego en Casale di Principe, su pueblo. También, un despiadado asesino que trepó de muy abajo la escala del poder criminal a fuerza de lealtades, traiciones y crueldad.

Si aquí mitificamos y reducimos a cárteles cualquier explicación, más lo hacen en Italia con la famosa camorra, dizque originada en la Edad Media, aunque sencillamente son oleadas pandilleras en el habitat de un sistema (como se autodenomina por cierto la camorra), sin verdadera continuidad, pero eficaces en la guerra contra sus socios-enemigos dentro del sistema y el Estado. Inestables y corruptores, los clanes establecen una simbiosis natural con policías y gobiernos.

Sandokan deja pronto el relato, que va tomando otras historias en la voz de un joven que piensa irse de ahí para nunca volver. Escrito en una prosa agitada, ágil y sin sobrantes, aunque no use signos de puntuación hace muy legible su carga de indignación, lucidez y detalle. O de los vecinos de siempre que un día transforman aspecto y actitud al asomarles armas, joyas, carros finos, mientras corren versiones de sus hazañas brutales. O de su nueva respetabilidad, que pagan bien, y las familias no corrompidas (decentes) que los dejan de frecuentar.

De cómo se crea y mueve un sicario en tierras donde las sucesivas familias Cutolo, Bardellino, Iovine o Simeone para sobrevivir batallan más que nuestro intocabilísimo Chapo. Nadie puede hablar de ellos, dice el personaje narrador, “nadie puede saber porque lo importante no es impedir que haya gente que hace cosas sino que se sepa aunque en mi pueblo todos saben todo de todos y aún así tú imagina nada más lo que puede salir de un lugar que nunca producirá un Mahatma Gandhi o un Che Guevara sólo un Sandokan sólo Sandokan podría salir de un pueblo como este”. El personaje real es homónimo (y ya) del pirata de Emilio Salgari.

La novela apareció dos años antes que el célebre reportaje Gomorra, de Alberto Saviano (2006), y se pueden leer en paralelo. De hecho, Saviano fue asistente de Balestrini en su trabajo de campo. La oscilación entre ambos libros es ilustrativa de lo que toma hacer buena literatura, y buen periodismo. Pero Balestrini es un artista consumado, y Savinio sólo una joven revelación que paga cara su valentía.

¿Quién es Balestrini? Nacido en Milán en 1935 y admirado en Italia, es poco conocido en castellano, salvo Lo queremos todo, La horda de oro 1968-1977 (2006) y Los invisibles (2008), todas en la editorial Traficantes de Sueños, Madrid. Acudir a su obra ayudaría, por ejemplo, a entendernos como izquierda desde los errores de las revoluciones que van de derrota en derrota nunca definitiva y no dejan de ser necesarias, en nada ajeno a lo revelado entre nosotros por José Revueltas.

Controvertida figura pública, Balestrini fundó con Umberto Eco y Edoardo Sanguineti el Grupo 63, aquella sociedad de intelectuales radicales que en los años 60 del siglo pasado sacaría a la cultura italiana de su postración literaria en la posguerra. Sus inquietudes rebasaron a sus colegas y después de 1968 se sumergió en el huracán de las revoluciones por venir. Poeta, novelista, activista político, guionista de cine y televisión, dramaturgo, ensayista, agitador cultural, artista plástico y mediactivista, lo describe Ángel Luis Lara (revista Ladinamo, junio-diciembre de 2006).

Tres décadas atrás, el gobierno italiano lo acusó de participar en actos terroristas y asesinatos, incluido el caso de Aldo Moro (ex premier italiano secuestrado y ejecutado por las Brigadas Rojas). Nunca se probaron los cargos y a fines de los 80 pudo dejar su exilio en Francia (algo similar ocurrió al pensador Toni Negri). Sandokan, su última novela, sobria, punzante y exacta, retrata la normalidad delincuencial. ¿Estará en las estelas del crimen organizado la verdadera comedia humana contemporánea de Italia, Colombia, México?