Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 21 de noviembre de 2010 Num: 820

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Las lecciones de Rapa Nui (I DE II)

ECOCIDIO

La primera impresión que tuvo el explorador holandés Jacob Roggeveen al “descubrir” la isla de Pascua el 5 de abril de 1722 (día de Pascua) fue de desconcierto, pues no podía entender cómo los nativos habían transportado y levantado los moai, gigantescas estatuas (algunas de hasta 10 metros de altura y 80 toneladas de peso), en una isla donde, a su llegada, no había árboles grandes ni vegetación para fabricar cuerdas fuertes. El misterio no ha sido resuelto del todo, pero mientras algunos optan por la respuesta de la ignorancia que es atribuir su creación a extraterrestres aburridos o a misteriosas civilizaciones todopoderosas que fueron devoradas por las aguas en algún cataclismo atlantídico, otros se han dedicado a investigar el impacto humano y de la naturaleza en la isla. Aunque hay varias hipótesis de lo sucedido, probablemente la más contundente y posiblemente con mejores argumentos es la que ofrece Jared Diamond (autor de Armas, gérmenes y acero) en su extraordinario libro Colapso (2005): los habitantes de la isla habitada más remota del planeta fueron víctimas de su propio ecocidio.

UNA GEOGRAFÍA SINGULAR

Pascua es una isla volcánica que tiene apenas unos 170 kilómetros cuadrados, que en el pasado tuvo suelos muy fértiles, y que goza de un clima templado (a diferencia de las islas tropicales polinesias situadas más cerca del ecuador). La isla fue un paraíso en miniatura, de acuerdo con Diamond, por tanto debió ser muy atractiva para los colonizadores polinesios que llegaron alrededor del año 900 dC a bordo de canoas, tras largos viajes de varias semanas. Los polinesios eran excelentes navegantes a pesar de no tener compases ni instrumentos de navegación. Su tecnología era bastante limitada, ya que no contaban con herramientas metálicas ni con los rayos láser que Erich von Däniken imaginó que los extraterrestres usaron para esculpir los moai. Sin embargo, lograron establecer una cultura vasta, fascinante y diversa en las numerosas islas de la región. Pero Pascua era demasiado remota, vulnerable y diferente de las demás islas, por lo que su destino fue singular.

LA ISLA EN EL FIN DEL MUNDO

Las historias que los nativos contaron a los visitantes y misioneros europeos a finales del siglo XIX coincidían en que la isla fue poblada por el jefe Hotu Matu’a, quien llegó navegando con su esposa, seis hijos y el resto de su familia. Traían consigo gallinas (su único animal doméstico), herramientas, vegetales y frutas. Es probable que después otros viajeros polinesios hayan visitado la isla que fue nombrada Rapa Nui, pero la ausencia de puercos, perros y diversos cultivos comunes en otras islas cercanas hace suponer que, si hubo contacto, fue muy poco. Por tanto, no se estableció nunca un comercio regular con los vecinos de hecho ni siquiera se han encontrado objetos de piedra de Pascua en ninguna de las otras islas. Eso querría decir, de acuerdo con Diamond, que Rapa Nui estuvo completamente aislada entre su fundación y la llegada de Roggeveen. No obstante, cuentan que el recibimiento que tuvo el holandés careció de los sobresaltos que hubieran sido imaginables de un pueblo que probablemente se creía solo en el universo.

COMPETENCIA DESQUICIADA

Se estima que en la isla pudo haber una población máxima de entre 6 mil y 30 mil habitantes, quienes dejaron 887 moais en diferentes etapas de elaboración, la mitad de los cuales se quedaron en la cantera. En promedio, los moais tienen una altura de 4 metros y un peso de alrededor de 10 toneladas. Sin embargo, en determinado momento las ambiciones de los jefes crecieron y aparentemente comenzaron a competir, ordenando construir moais cada vez más grandes y decorados. Así erigieron Paro, que tiene unos 10 metros de altura y 70 toneladas, pero fracasaron al levantar Ahu Tongariki, que era un poco más bajo pero más pesado. Una estatua que nunca fue transportada ni terminada tenía más de 20 metros y 245 toneladas. Se cree que estas estatuas fueron creadas en tres períodos, entre los años 1000 y 1600. Se ha especulado que la idea de hacer estatuas cada vez más grandes y pesadas fue probablemente el resultado de una lucha entre jefes, quienes deseaban impresionar a sus rivales al obligar a sus artesanos a esculpir y mover monumentos cada vez más grandes. Esto se tradujo en que debían dedicar cada vez más gente y recursos a la obsesión de erigir moais, y entonces más gente debía consagrarse a producir alimentos para los escultores. La competencia, con su carga de urgencia religiosa, devastó la economía, impuso una presión enorme en el pueblo y se transformó en una carrera suicida.

(Continuará)