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Todos estaban ligados por vínculos familiares y de amistad

Gente de trabajo que construyó su vida alrededor de un taller de suspensiones
 
Periódico La Jornada
Miércoles 17 de noviembre de 2010, p. 17

Hijo de campesinos y el mayor de 14 hermanos, don Antonio Ortiz Chávez fundó en 1991 el primero de tres talleres de suspensiones automotrices. Desde niño empezó a trabajar de mandadero en una refaccionaria ubicada frente a la antigua central de autobuses de Morelia. Después trabajó en tres vulcanizadoras donde aprendió lo suficiente para que la trasnacional Uniroyal lo contratara. Allí se especializó en alineaciones y balanceos. Ahorró y abrió su llantera.

Él y su esposa obtuvieron un préstamo bancario, compraron un terreno y, con tres créditos más, empezaron a fincar el taller que se convertiría en la fuente de trabajo de prácticamente toda la familia. Con el paso del tiempo lograron hacerse de dos talleres más, uno ubicado en la avenida Guadalupe y otro en la salida a Charo.

Rigoberto Ortiz Chávez, de 33 años y empleado del taller, tenía dos hijos con su esposa Leticia; Eduardo Ortiz Chávez, empleado del taller, de 29 años, dejó una viuda y dos niños. El quinto hermano, Juan Jesús, sigue sin aparecer. Le esperan su esposa –embarazada– y otro pequeño.

Fernando Antonio, hijo de Antonio Ortiz Chávez, tenía 22 años y trabajaba medio turno en el taller porque el resto del día estudiaba mercadotecnia. Con su pareja Carmen procreó un hijo, nacido el 3 de noviembre pasado.

Juan Pablo Calderón Ortiz, primo hermano de Fernando Antonio, tenía 32 años y trabajaba en el Organismo Operador de Agua Potable y Alcantarillado de Morelia, que dirige Juan Luis Calderón Hinojosa. Dejó dos hijos y viuda.

Eugenio Calderón Melgarejo, padre de Juan Pablo, tenía 58 años y era empleado del taller. Su esposa Gloria tendrá que sacar adelante a cuatro hijos.

Efraín Cortés Rangel, cuñado de Antonio Octaviano, Juan Jesús, Rigoberto y Eduardo, de 39 años, trabajaba como repartidor en una tienda de materiales para construcción. Era casado y tenía dos hijos.

Víctor Manuel Corona Mora, sobrino de Antonio Ortiz Chávez, era contador y tenía 33 años. Procreó tres hijos con su esposa Mayra. José Héctor Calderón Pintor, de 41 años, era sobrino de Eugenio Calderón Melgarejo –y cuñado del senador perredista Jesús Garibay– también era empleado del taller. Le sobreviven dos hijos y esposa.

Eleuterio Servín Cortés, primo hermano de Efraín Cortés Rangel, tenía 40 años y trabajaba en un taller de rectificaciones automotrices. Estaba casado con Maritza, con quien tuvo cinco hijos. Juan Serrano Ortiz, trabajador de una refaccionaria, de 29 años: le sobreviven su esposa Verónica y un hijo.

Jonathan Sánchez García, de 18 años y soltero, era repartidor. Felipe Arreola Godínez, trabajador del taller, tenía 18 años y era el único del grupo que no había nacido en Morelia.

Celso Rafael Zambrano Ramos, de 26 años, también trabajaba en el taller; le sobreviven su esposa y dos hijos. Sergio Zambrano Ramos, de 23 años, hermano de Celso, trabajaba en el taller. Su esposa Gabriela, con quien ya tenía un hijo, está embarazada. Alejandro Zambrano Ramos, de 17 años y empleado del taller, también dejó embarazada a su esposa.

Pedro Cancino Arévalo, de 28 años y empledo del taller, era cuñado de Rigoberto Ortiz Chávez. Le sobreviven su esposa Flor y dos hijos.

El paradero de Javier N, de unos 25 años, sigue siendo desconocido. Vivía solo y nadie sabe si tiene familiares. Era amigo del grupo porque trabajaba en un taller mecánico cercano.

Todos eran gente de bien, producto de la cultura del trabajo, que incluso construyeron sus viviendas particulares con sus propias manos durante los fines de semana.