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Ver día anteriorSábado 6 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Benedicto XVI en España
C

omo institución, la Iglesia católica es un lobby político y económico de los más influyentes a escala mundial, sus miembros actúan en todos los órdenes de las estructuras de poder, intentando influir en cualquier decisión donde vean atacados sus principios de fe. Para ello no han dudado en aliarse con el mismísimo diablo. Luego vienen las justificaciones y los rezos. Durante el nazismo y el fascismo, los papas Pío XI y Pío XII, amén de cardenales, obispos y sacerdotes, dieron su beneplácito a Hitler y Mussolini, siendo corresponsables de regímenes de muerte y exterminio. En América Latina, Juan Pablo II, mientras excomulgaba a los teólogos de la liberación, se hacía cómplice de crímenes de lesa humanidad, justificando el asesinato de cristianos, protestantes, ateos y agnósticos a manos de los cancerberos de la religión católica. Pinochet, Videla, Banzer, Somoza y otros se contaron entre sus amigos personales. En España, su comportamiento no ha sido diferente. Durante la tiranía franquista elevaron a su mayor asesino, Francisco Franco, a la categoría de caudillo de España por la gracia de Dios. De esta guisa, los mensajeros de Cristo en la tierra avalaron los fusilamientos de cientos de miles de republicanos bajo la acusación de ser ateos, comunistas y masones. Para ellos no hubo perdón. Sin embargo, esta práctica no es nueva. Siglos atrás, durante las Cruzadas y, más tarde, durante la Inquisición, científicos, brujas y agnósticos fueron torturados hasta morir en su condición de herejes. En este sentido, le cabe a la Iglesia católica el nefasto honor de haber legado al mundo tormentos que fueron aplicados con celo único por jesuitas, dominicos y franciscanos durante siglos. Hoy, desde el Estado vaticano, se encubre a curas pedófilos y se mantiene la política de pedir perdón, en ningún caso excomulgar a los inculpados.

El Estado vaticano es un propagandista de conductas racistas, homofóbicas y xenófobas, y en los siglos XVII y XIX, de la esclavitud. El papa Pío IX escribe en 1866: en términos absolutos, en modo alguno repugna a la ley natural y divina, y puede haber muchas justificaciones para la esclavitud, como se puede ver consultando a los teólogos e intérpretes aprobados del canon sagrado. Porque el dominio que tiene un amo respecto de un esclavo no se debe entender más que como el perpetuo derecho de disponer aquél, para su provecho, del trabajo del siervo, siendo legítimo que una persona le ofrezca el dominio a otra. De esto se sigue que no repugna a la ley natural y divina que un esclavo sea vendido, comprado o regalado, en tanto en esta venta o compra o regalo o cambio se observen las condiciones que aquellos autores hayan aprobado.

Para divulgar sus propuestas cuentan con radioemisoras, periódicos, editoriales y canales de televisión. En cuanto Estado, el Vaticano es una economía saneada. La crisis le afecta poco. Su riqueza se multiplica exponencialmente. Para mantenerla no recurre al milagro de reproducir los peces y los panes, de forma menos glamurosa actúa como un empresario capitalista. Se dedica a la actividad especulativa y financiera. Invierte en las bolsas de Nueva York, Tokio, París, Londres, Roma o Madrid. Es terrateniente, dueña de bancos y entre sus posesiones destacamos palacios, castillos, edificios, centros de recreo, clínicas, colegios, etcétera. La Iglesia atesora el mayor patrimonio cultural del mundo. Obras de arte, esculturas, joyas, pinturas, amén de sus lugares de culto, auténticos hitos arquitectónicos: sin ir más lejos, la Sagrada Familia, en Barcelona. Poseen universidades, colegios e institutos para adoctrinar a niños en la concepción de la familia y el matrimonio, mostrando su rechazo al divorcio, el aborto y vindicando la abstinencia sexual. En España, el episcopado organiza manifestaciones en contra de su ordenamiento jurídico y llama a la desobediencia civil y la insumisión de maestros, médicos y padres de familia, amparando conductas anticonstitucionales. Incluso, el viaje de Benedicto XVI tiene como agenda oculta verificar las políticas y las acciones contra las nuevas leyes del aborto y el matrimonio de familias homosexuales. Resulta curioso que el gobierno del PSOE haga público, en estos momentos, en pleno viaje del Papa, su renuncia a proponer en el parlamento la ley de libertad religiosa, por considerarla inapropiada y fuera de la tradición católica española.

La Iglesia católica, para maquillar su intolerancia y mostrar su compromiso con la sociedad, construye clínicas, orfanatos y residencias de la tercera edad para seguir practicando su proselitismo y acrecentar sus bienes por la vía de testamentos en lechos de muerte. No es extraño que Benedicto XVI, en su visita a Barcelona, ponga la primera piedra en un centro de minusválidos síquicos como expresión de la caridad cristiana. Todo un detalle por su parte. En otro orden de cosas, la Iglesia posee medios económicos suficientes para sufragar los viajes de sus representantes. Sin duda, los costos de esta visita privada no le haría caer en la bancarrota. Y si planteara problemas de liquidez, le queda la opción de pedir limosna a sus fieles. Pero este no es el caso. En la visita de Benedicto XVI, los ayuntamientos de Barcelona y Santiago de Compostela sustraerán del erario la suma de seis millones de euros para que Su Santidad se sienta cómodo. Seguridad, parafernalia y retrasmisión televisiva por entes públicos. La justificación de las autoridades civiles es de libro. Señalan que la visita papal constituye un acto extraordinario para llenar los hoteles y que millones de personas contemplen la Sagrada Familia en Barcelona y la catedral compostelana. En total, la visita papal retraerá de las arcas públicas una cantidad superior a 10 millones de euros. Cifra nada despreciable en tiempos de crisis. Por consiguiente, este viaje, financiado con el dinero de todos los españoles, es un insulto al pueblo español. Pero al mismo tiempo es demostración de la debilidad de las autoridades democráticas pertenecientes a un Estado aconfesional. Sin temor a equivocarnos, se puede afirmar que la Iglesia española, desde sus orígenes, se ha caracterizado por estar ligada a las fuerzas más oscurantistas e inquisidoras, jugando un papel involutivo y hoy antidemocrático.