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Perder el control de las cámaras cambiaría toda la agenda política de Obama, consideran

Analistas de EU discuten qué tan grave será la derrota demócrata

Según encuesta, 60% cree que sus congresistas no merecen la relección el 2 de noviembre

Para minimizar daños el partido en el poder recurre a sus figuras: Bill Clinton y Michelle

Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 28 de octubre de 2010, p. 26

Nueva York, 27 octubre. Para el próximo martes todos los pronósticos hablan de una derrota demócrata en las elecciones intermedias –la única duda es qué tan demoledora será–, lo cual pondrá en jaque la agenda política del presidente Barack Obama durante sus últimos dos años de este periodo en la Casa Blanca.

Cuando falta menos de una semana para las elecciones, 80 por ciento cree que la mayoría de los representantes no merece la relección. De hecho, 60 por ciento opina que sus propios representantes o senadores no merecen ser relectos, de acuerdo con la encuesta más reciente de CBS News/New York Times, difundida hoy.

Es casi un que se vayan todos. Pero los políticos y los que controlan los más de 3 mil millones que se invertirán en esta elección por candidatos y por agrupaciones interesadas –ya la elección intermedia más cara en la historia del país– buscan manipular este sentimiento a su favor, y por ahora la derecha y la clase empresarial está ganando.

Todos los 435 escaños de la Cámara baja, un tercio (36) de los cien del Senado, y 37 de las 50 gubernaturas estarán en juego el 2 de noviembre.

Los republicanos están enfocados en un número mágico: 39. Ese es el número de escaños más que los que tienen ahora para lograr conquistar el control de la cámara de Representantes. Los demócratas actualmente controlan la Cámara baja por 255 a 179. Por ahora, los analistas políticos más destacados consideran que los demócratas podrían sufrir una pérdida neta de entre 35 a más de 60 escaños. El Cook Political Report, tal vez la agencia más reconocida especializada en análisis electoral, pronostica una pérdida neta de entre 48 y 60 escaños para los demócratas (un cambio de partido en sólo 39 asientos otorgaría la mayoría, y el control, a los republicanos). El remolino de elecciones intermedias que está sumergiendo a los demócratas de la Cámara baja no muestra señas de abatirse; se ha intensificado, afirma Cook esta semana.

En el Senado, donde los demócratas (junto con dos independientes que suelen votar con ellos) controlan una mayoría de 59 contra 41. Aunque no se puede descartar que los republicanos obtengan una mayoría en el Senado, ese objetivo es más remoto como posibilidad, pero se pronostica que sí aumentarán su número de escaños ahí, debilitando aún más a los demócratas y al presidente. Los republicanos tendrían que lograr un aumento neto de 10 escaños para alcanzar 51 y así tener la mayoría. Por ahora se pronostica que podrían ganar de siete a nueve escaños más de los que tienen hoy.

Los pronósticos también consideran que los republicanos ocuparán más gubernaturas después de esta elección (los demócratas ocupan hoy 26 de las 50 gubernaturas).

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Michelle Obama en un acto de recaudación de fondos para el Comité Nacional Demócrata durante el Foro de Liderazgo de la Mujer celebrado el pasado martes en el Teatro Wilshire Ebell en Los Ángeles, CaliforniaFoto Reuters

Para Obama y los demócratas, quienes hace sólo dos años conquistaron el Poder Ejecutivo y legislativo con su mensaje de cambio, cuando el factor fundamental fue el peor desastre económico desde la Gran Depresión y dos guerras que ahora son las más largas en la historia del país a manos de gobiernos republicanos, esta elección apunta hacia una, hasta hace poco, impensable resucitación de la derecha en este país.

Para tratar de minimizar los daños, los demócratas han desplazado todas sus armas, incluidas dos figuras por ahora más populares que el presidente: su esposa Michelle Obama y el aún estrella del partido, el ex presidente Bill Clinton. A la vez, el propio Obama ha estado en gira intensa por varias regiones tratando de emplear su magia retórica para reanimar a sus bases desencantadas por el poco cambio que han sentido, y que los llevó a votar en la elección histórica de 2008.

A primera vista, esta elección es rara (y no sólo por un elenco de candidatos que incluyen algunos de los políticos más extraños en muchos años) sólo por el hecho de que, según los pronósticos, este pueblo está al borde de recompensar a los mismos autores del mayor desastre económico y político en décadas, o sea, a los republicanos, que fueron expulsados del poder por mayorías aplastantes y calificados como entre los peores gobiernos en la historia del país. Los analistas y comentaristas no han cesado de tratar de buscar explicaciones.

Casi todos coinciden en que el principal factor es la economía, y dentro de ella la tasa de desempleo (actualmente de 9.6 por ciento). Junto a ello, ponen el hecho de que la tasa de aprobación del presidente continúa a la baja, que existe un sentimiento antiWashington, la disputa sobre el déficit y la creciente deuda federal, el surgimiento de una base electoral derechista, la inversión de millones de dólares por empresas y otras agrupaciones, el uso del sentimiento antimigrante, y el desencanto general como resultado de enormes expectativas incumplidas por Obama durante los últimos dos años. Algunos, como el historiador Garry Wills, recuerdan algo más: la reacción francamente racista contra un hombre negro en la Casa Blanca.

Para los republicanos, este panorama positivo casi inconcebible después de su aplastante derrota hace dos años, es sólo el comienzo. Lo más importante que deseamos lograr es que Obama sea un presidente de un solo periodo, dijo el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, al National Journal.