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Escritores y comunicadores exigen a Calderón que garantice la libertad de expresión

Acto de solidaridad en EU con periodistas mexicanos; condenan impunidad y censura
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 21 de octubre de 2010, p. 15

Nueva York, 20 octubre. Escritores de Estados Unidos y México realizaron anoche en esta ciudad un acto de solidaridad con los periodistas mexicanos, en el que exigieron al gobierno de Felipe Calderón mayor acción contra la impunidad y garantizar la libertad de expresión en el país.

Con la participación de los narradores Paul Auster, Don DeLillo y otros de los más reconocidos autores contemporáneos, junto con contrapartes mexicanas como Carmen Aristegui y Laura Esquivel, entre otros, se realizó el acto Estado de emergencia: censura por bala, organizado por el PEN American Center, el Comité de Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), el PEN Club de México y la Fundación Knight, en la histórica gran sala de Cooper Unión.

No se ofrecieron soluciones, sino que señalaron que la situación durante este sexenio, en el que han sido asesinados o desaparecidos 30 periodistas, es intolerable, sobre todo por la impunidad y su efecto de suprimir la libertad de expresión, con el resultado que se repitió a lo largo del acto: la censura por bala.

Auster, uno de los autores más reconocidos de la actualidad, dio lectura en inglés al ya famoso editorial publicado por El Diario de Ciudad Juárez después del segundo asesinato perpetrado contra sus colaboradores. El periodista Jon Lee Anderson envío un mensaje desde Afganistán en el que expresó preocupación e ira por la impunidad y la fragilidad del imperio de la ley en México y sus efectos sobre la libertad de expresión. Es increíble –dijo– que ahora se habla de México en términos comparables a Irak y Afganistán. Se tiene que poner fin a la censura por bala investigando quién está detrás del gatillo.

Joel Simon, director de CPJ, recordó que ahora México es el país más peligroso para periodistas en América Latina, y en ese sentido comparable a Irak y Somalia como uno de los más peligrosos del mundo. Los periodistas en México no sólo son daños colaterales, son blanco. El presidente Felipe Calderón –indicó– había acordado impulsar medidas específicas para abordar esta situación, pero necesita ser presionado a escala internacional para asegurar que cumpla con este compromiso.

Para Larry Siems, del PEN American Center, es intolerable que se acaba de asesinar al octavo comunicador mexicano en lo que va del año, y enfatizó la relación entre la impunidad y la libertad de prensa.

En una mesa redonda –realizada en el contexto del acto de solidaridad–, Rocío Gallegos, periodista y coordinadora de El Diario de Juárez, habló sobre cómo en esa ciudad fronteriza y otros lugares del país el periodismo se ha vuelto trabajo de alto riesgo, y elogió el hecho de que los periodistas continúan saliendo todos los días para hacer su trabajo, porque la comunidad lo requiere. Sin embargo, calificó de emergencia la situación, donde no hay libertad de expresión. Contó que con el segundo asesinato de un compañero, el periódico publicó su controvertido editorial, en el que –subrayó– “se estaba solicitando una tregua, no una rendición… un alto a la agresión”.

En la misma mesa, presidida por Julia Preston, corresponsal nacional del New York Times y que antes representó a ese medio en México, Carmen Aristegui comentó que el asesinato y desaparición de periodistas es ya un fenómeno nacional –64 en la última década–; destacó que la impunidad es el meollo del asunto. Señaló que aunque los medios nacionales, a diferencia de los locales, no necesariamente sufren de la censura por bala, sí hay un diseño de comunicación que restringe el ejercicio de la libertad de expresión, sobre todo en los medios electrónicos. Indicó que la híper concentración de estos últimos y, sobre todo el duopolio de televisión, limita los espacios y, por tanto, la censura y la autocensura se dan por diferentes factores.

A la pregunta de si Calderón entiende todo este problema, respondió: No sé si lo entiende; debería, pero la demanda de un sistema de justicia que funcione aún no se logra. El gobierno de Calderón –agregó– ha fallado en lo fundamental: garantizar la seguridad de todos los ciudadanos, y el resultado de su estrategia antinarcóticos es catastrófico, no sólo por los periodistas asesinados, sino por los casi 30 mil muertos en este sexenio. Es un hecho que la delincuencia organizada ha tomado pedazos de territorio, lo que es parte de los fracasos de este gobierno.

Algunos de los participantes destacaron la corresponsabilidad de ambos países y sociedades en enfrentar el asunto del narco y sus consecuencias. Otros enfatizaron la necesidad de que Estados Unidos asuma mayor responsabilidad, tanto por ser el mercado de más consumo de drogas como por ser fuente de las balas que matan a periodistas y a otros en México por la fácil adquisición de armamento en este país. Es una fantasía pensar que vamos a resolver el problema de las drogas sin evaluar la criminalización de los narcóticos y el hecho de que Estados Unidos es un país de adictos, dijo la escritora Francine Prose.

Laura Esquivel ofreció un ensayo elogiando la permanencia de la palabra y la imagen, es decir, la labor de los periodistas. El escritor Calvin Baker leyó un fragmento del libro periodístico The electric kool-aid acid test, de Tom Wolfe. Otros, incluyendo a Luis Miguel Aguilar y Víctor Manuel Mendiola, leyeron cuentos, fragmentos de novelas, poemas y ensayos que de alguna manera tienen que ver con el tema.