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Por primera vez, el Museo del Prado exhibe 31 obras del Instituto Sterling y Francine Clark

Llega a Madrid la máxima colección privada de Renoir

El pintor impresionista se espejea con sus referentes, como Velázquez, Tiziano y Rubens

”Quería recuperar la gran tradición del desnudo”, asevera experto a La Jornada

Foto
Bañista rubia, 1881, lienzo de Pierre-Auguste Renoir que figura en la exposición del recinto madrileño
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 19 de octubre de 2010, p. 4

Madrid, 18 de octubre. El erotismo de una joven dormida y exhausta, la intensidad del trazado de uno de los primeros autorretratos de Pierre-Auguste Renoir (1841-1919), en el que se muestra con crudeza el permanente cuestionamiento sobre sí mismo y la pintura, pero también la imagen de la cebolla que recupera la tradición del clásico bodegón llegan al Museo del Prado.

El arte pictórico de quien es considerado uno de los maestros del impresionismo se expone por primera vez en ese recinto en la muestra Pasión por Renoir, donde se mira de frente con la obra de quienes fueron sus referentes, como Velázquez, Murillo, Goya, Tiziano o Rubens.

El Instituto de Arte Sterling y Francine Clark, con sede en Massachussets, es la instancia privada con la mayor colección de obras de Renoir en el mundo. Posee 35 pinturas, de las cuales 31 se exponen desde hoy en la pinacoteca madrileña en una exhibición que no sólo pretende diseccionar la obra de uno de los artistas más influyentes del arte contemporáneo, sino también desmenuzar su vocación de pintor universal.

En las 31 obras está comprimida la historia sensitiva y artística de uno de los fundadores y máximos exponentes del impresionismo: desde el autorretrato explosivo de un joven Renoir con la mirada tensa e inspirada, hasta sus conocidos desnudos femeninos, sus paisajes, las naturalezas muertas o las flores.

La exposición supone la primera vez que se muestra el acervo privado del Instituto de Arte Sterling y Francine Clark, casi de forma íntegra fuera de Estados Unidos. La colección nació de la pasión de Robert Sterling Clark por el arte, que se volvió devoción en el caso de Renoir, a quien descubrió casi de forma azarosa y tras adquirir la obra Muchacha haciendo ganchillo, pintada por el artista en 1875.

Después vinieron las demás, hasta sumar 35 pinturas, entre ellas algunas de las obras maestras de Renoir y de la escuela impresionista, como el Autorretrato, de 1875; el Retrato de Madame Monet, Palco en el teatro, Muchacha dormida, La barca-lavadero de Bas Meudon, Peonías, Palco en el teatro, Cebollas y Bañista peinándose.

Michael Conforti, director del Instituto de Arte Sterling y Francine Clark, explicaba así el origen de la colección: Renoir fue sin duda el pintor favorito de Clark desde la década de 1930 en adelante. Las alabanzas cada vez más efusivas de sus diarios son buena prueba de la creciente pasión de Clark por el artista. En una entrada casi lírica de 1939, Clark dice: ¡Qué gran maestro! Quizá el más grande que haya existido nunca, sin duda entre los 10 o 12 primeros. ¡Y tan variado, nunca se repite en cuanto a asunto, color o composición, ya sea en las figuras, los retratos o el paisaje! Como colorista no lo ha superado nadie. Y sus grises son tan delicados como los de Velázquez y sus rojos tanto como los de Rubens; la piel simultáneamente oscura e iluminada con la delicadeza de Rubens o de los venecianos. El único aspecto en el que los venecianos, los primitivos o gente como Velázquez y Van Dyck eran superiores es la línea, la suave línea como la de Leonardo, Ingres, Degas, Bouguereau, pero Renoir sabía dibujar y sus mejores pinturas son buenas en cuanto a dibujo. Pero como pintor afirmo que no ha sido superado, y como colorista no ha sido igualado.

El responsable del Museo del Prado en la parte alusiva al siglo XIX, el curador e historiador del arte Javier Barón, explicó a La Jornada que en la muestra Pasión por Renoir hay varias obras significativas. Por ejemplo, la representación de las muchachas jóvenes, el autorretrato de la primera época, que es verdaderamente expresivo e intenso. Es el Renoir que se interroga acerca de sí mismo como acerca de la pintura, explicó.

Además, Barón citó la pintura de Renoir como uno de los máximos ejemplos de sensualidad y erotismo.

La sensualidad es una característica muy importante de Renoir. En colecciones como ésta aflora en gran medida, no sólo en los desnudos sino también en las figuras jóvenes que aparecen en pinturas cálidas y sensuales.

Respecto de la relevancia del artista en la historia del arte y, en concreto, en el vertiginoso siglo XX de las vanguardias, el experto explicó: “Por un lado, Renoir es uno de los grandes impresionistas, pero además él quiere ser un pintor de museos y recuperar la gran tradición del desnudo, de las representaciones de Tiziano, de Rubens, de la pintura francesa del siglo XVIII. Incluso de Velázquez, a quien él admiró. Pero también es un jalón intermedio entre estos artistas y aquellos pintores que en el siglo XX recuperaron la forma.

Los dos mejores pintores del siglo XX, los más decisivos, que son Picasso y Matisse, fueron dos amantes de la obra de Renoir. Y además todo el novecentismo, hablando generalmente y que se basa en la recuperación de la forma, del dibujo, del novelado, parte de obras como los desnudos de Renoir, en los que su trabajo es una especie de precedente de lo que se va a hacer en la primera y segunda décadas del siglo XX en Europa.

La muestra Pasión por Renoir, que durará tres meses, tiene entre sus principales atractivos las tres pinturas de desnudos, en las que, según el conservador en jefe de la colección, Richard Rand, es un homenaje a Rubens, al hacer del cuerpo desnudo un motivo liberador.