Opinión
Ver día anteriorViernes 17 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los festejos, a reflexión
Sueño improbable
E

n el Panorama de la educación 2010, informe elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se señala, como estadística espantosa, que el 45 por ciento de los pobres de entre 15 y 19 años en México no estudian ni trabajan.

El doctor José Narro Robles, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), convertido en auténtico portavoz de los universitarios, declaró al respecto: Es una vergüenza que tengamos 7.5 millones de jóvenes en esta situación, fundamentalmente porque no hay oportunidades para ellos.

Los ninis mexicanos son en efecto, jóvenes condenados, casi desde la cuna, a una existencia difícil, y muchas veces, miserable; jóvenes que se han acostumbrado a la violencia de mil rostros desde la más tierna infancia; jóvenes que piensan que la vida apenas es ira contenida sin llanto; jóvenes que no cuentan siquiera con una débil rendija de esperanza; jóvenes para quienes el tiempo es tan sólo una bala que conspira contra ellos; jóvenes para quienes el tiempo es tan solo una bala que conspira contra ellos; jóvenes que únicamente esperan que algún día se les entierre de forma gratuita.

Hace poco tuve la oportunidad y el placer de leer la conferencia que pronunció José Saramago en octubre de 2005 durante la inauguración del Foro Complutense. En este opúsculo (Democracia y Universidad, Editorial Complutense, Madrid, 2010) está la palabra viva, sincera y honrada del Nobel portugués, quien siempre hechiza a sus lectores.

Saramago advierte que “no hay solución para la Universidad, para sus problemas, si no se encuentran soluciones antes a los problemas de la enseñanza primaria y media... a la Universidad tendrían que llegar alumnos instruidos y educados.

La función de la Universidad es algo más que enseñar un oficio. El objetivo principal de la universidad es dar sentido de universalidad a los seres humanos que entran a sus aulas.

“La Universidad es el último tramo formativo en el que el estudiante se puede convertir, con plena conciencia, en ciudadano, es el lugar de debate donde, por definición, el espíritu crítico debe florecer.

La Universidad necesita algo más que buenos profesionales porque debe educar efectivamente en los valores cívicos. No se trata sólo de instruir, sino de educar. Y, desde dentro, repercutir en la sociedad. Aprendizaje de la ciudadanía, eso es lo que creo sinceramente que falta. Porque, queramos o no, la democracia está enferma, gravemente enferma, y no es que yo lo diga, basta mirar el mundo.

Después de escuchar a Saramago, estoy convencido de que los mexicanos debemos reflexionar continuamente en los problemas más graves que nos aquejan, y uno de los más urgentes es, sin lugar a dudas, la situación educativa nacional en todos los niveles.

Es necesario que las autoridades federales aumenten el presupuesto para educación, ciencia y tecnología. Si se invierten más recursos en estos renglones es posible promover el desarrollo individual y colectivo, y cambiar el presente sombrío de la patria. Sabemos que el poder económico no va a renunciar a sus fueros, que no van a desaparecer los agiotistas inmorales e inmisericordes de siempre, pero necesitamos todos un cambio de mentalidad, un cambio de actitud (la vida de un hombre está en su actitud, decía Julio Torri) que inicie las transformaciones sociales que hacen falta para que el mundo pueda cambiar de dueño y ser más justo.

El 15 de septiembre, al conmemorar el bicentenario de México como nación independiente, me dormí con este sueño improbable.