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El cineasta francés, uno de los impulsores de la nueva ola, profundizó en los abismos humanos

Murió Claude Chabrol, crítico despiadado de la burguesía

De Balzac tenía la finura y de Rabelais, el humor y seguramente también la truculencia, dijo el presidente Nicolas Sarkozy

La mujer infiel y El bello Sergio, de sus más de 60 películas

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La actriz francesa Danielle Darrieux, en el papel de Berthe Heon, con Claude Chabrol, quien interpretó al asesino serial Landru, en un fotograma de la película del mismo nombreFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Lunes 13 de septiembre de 2010, p. a17

París, 12 de septiembre. Se burlaba de la vejez y no daba importancia a una carrera meteórica: El triunfo es la muerte de un cineasta. Yo tuve pequeños éxitos hermosos, dijo el realizador francés Claude Chabrol con motivo de su cumpleaños 80, el pasado junio. Este domingo el ayuntamiento de París informó de su fallecimiento.

Con más de 60 películas, Chabrol era uno de los cineastas más importantes de Francia, con clásicos como La mujer infiel (1968), Que la bestia muera (1969) o El carnicero (1969). Una de sus últimas cintas fue Bellamy, que se presentó en el festival de cine de Berlín, la Berlinale, en 2009.

Chabrol se dedicó a hacer cine más de 40 años, en los que exploró sin piedad la sociedad burguesa más allá de la fachada, indagando profundamente en los abismos humanos.

Nuestra generación no pensaba en la carrera, queríamos crear obras. No estoy seguro de que hoy día se intente realmente hacer cine, dijo Chabrol hace unos meses. Era crítico de la burguesía, a la que conocía bien, pues formó parte de ese estrato social, cuya hipocresía y afán por las apariencias puso en evidencia.

Los premios, escaparates de la vanidad y la apariencia

Observó a las personas y sus impulsos. Los festivales cinematográficos y los premios eran para él un escaparate de la vanidad y de la apariencia. Los comparaba con tómbolas, poco relacionadas con la calidad del cine que muestran y premian. Para él Cannes era un circo mediático.

La intransigencia, el cinismo y la sinceridad sin piedad fueron características que marcaron tanto al cineasta como a su obra. No había nada que le gustara más que desenmascarar la falta de autenticidad, la falsedad, la estrechez de miras y el egoísmo de la clase burguesa para hechizar con sus dramas familiares y provincianos, aderezados a menudo con temas como el incesto o el asesinato.

Una mezcla cuya fórmula no aprendió durante sus estudios de farmacia. Chabrol, nacido el 24 de junio de 1930, era hijo de un farmacéutico. Al cine no se acercó como asistente de dirección, como muchos de sus contemporáneos, sino como crítico en la revista especializada Cahiers du cinéma.

Chabrol, junto a François Truffaut y Jean-Luc Godard, perteneció a la generación que hace más de 50 años fundó la nueva ola (nouvelle vague), movimiento que se volvió contra el cine establecido, anquilosado y acomodaticio.

Desde la muerte de Truffaut y Eric Rohmer, Chabrol era junto con Godard uno de los últimos cineastas que quedaban vivos de ese movimiento.

Él quería más individualidad, más profundidad y nada de productos para las masas; así surgió lo que hoy se conoce como cine de autor, cuya marca era el estilo inconfundible individual de cada director.

Trabajó primero para la compañía Fox, donde puso títulos, a veces descabellados, a las versiones francesas de películas estadunidenses. Se lanzó al cine gracias a una herencia de su primera esposa (se casó tres veces), con la que financió El bello Sergio, su primera película y la primera también con peso de la nueva ola. Décadas después, Chabrol definió como insoportable la obra, que narra la historia de dos amigos de infancia con destinos diferentes.

Una sentencia severa, aunque la verdad es que se esmeró más con su segunda película de la nueva ola, hecha con poco presupuesto y actores desconocidos: Les cousins (Los primos), con la que consiguió varias recompensas por su desenvoltura.

Los historiadores del cine estiman que, por aquel entonces, Chabrol era mejor que Truffaut, algo egocéntrico, y que Godard, demasiado negligente con la técnica.

Pero Chabrol se alejó de ese movimiento para dedicarse, entre los 60 y 70 (la peor década de su carrera en el easpecto creativo) a un cine clásico, al que incluso se podría calificar de comercial. Será cada vez menos comprometido. Honestamente transformé menos la cara del cine mundial que Godard, señaló hace poco Chabrol, que lo achacaba a su individualismo.

Los críticos lo describen como un hombre muy inteligente, muy culto, muy pesimista y que a veces se inclinaba por la facilidad.

Chabrol rodó más películas que sus referentes Fritz Lang y Alfred Hitchcock, haciéndose nombre con obras como La ruptura (1970), Al anochecer (1971), Madame Bovary (1991) o La flor del mal (2003).

El porqué me empeño en desenmascarar la doble moral de la burguesía podría sólo descubrirlo un siquiatra, dijo una vez.

Tampoco se plegó a su educación católica, que no le dejó huella alguna. Con otras palabras: Chabrol era por naturaleza un moralista cínico.

El fallecimiento de este maestro del cine suscitó reacciones en el mundo cultural y político. Para el presidente francés Nicolas Sarkozy, Chabrol era gran autor y gran cineasta. De Balzac tenía la finura de la pintura social. De Rabelais, el humor y seguramente también la truculencia, pero era sobre todo él mismo, tanto en sus películas como en su vida.

Chabrol era un analista sutil, divertido y feroz de la sociedad y de sus lacras, apuntó Fréderic Mitterrand, el ministro de Cultura francés.

El actor Gérard Depardieu lamentó hoy la muerte del célebre cineasta, con quien trabajó en Bellamy, de 2009.

Encarnaba la pasión, la niñez, sabía reír. Tenía ese ímpetu por lo nuevo, ese espíritu agraciado, agregó Depardieu.