Deportes
Ver día anteriorLunes 6 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Toros

Cómodo y toreable encierro de Felipe González aprovechado apenas por los alternantes

Salvador López consigue una oreja en la undécima novillada en la Plaza México

Verdor y buenos detalles en Antonio Romero, de Zacatecas, y Rodrigo Cuevas, de Hildago

Foto
El torero colombiano Juan Camilo Alzate es derribado por Danzante, durante la corrida dominical en la plaza Nuevo Progreso de GuadalajaraFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 6 de septiembre de 2010, p. a42

En la penúltima novillada del serial, con contados asistentes y escasa pasión en los alternantes, saltó a la arena Allende, cuarto de la tarde, un bonito ejemplar berrendo aparejado en negro y cornivuelto, que entusiasmó por su pelaje y alegre embestida en los gélidos lances y desarme de Salvador López, primer espada en su tercera comparecencia en la temporada.

El astado recargó en una vara y López, agradecido, brindó al empresario, más por su fe en él como prospecto que en el espectáculo. Como sus hermanos del hierro tlaxcalteca de los sucesores de Felipe González Pérez –¡vaya dinastía, inolvidable Gallo Viejo!– este novillo acusó también toreabilidad y fijeza junto a una medida transmisión, pero como López ya se había ido en blanco con el que abrió plaza, aplaudido en el arrastre, procuró emplearse con más decisión en éste, tanto en series de templados derechazos y en dosantinas, unas más logradas que otras, como en naturales cadenciosos bien rematados, sobre todo los que ligó con el afarolado y el de pecho, siempre más por la calidad del novillo que por el sentimiento del novillero, al que aún no le queda claro el concepto de vender las suertes, no se diga el de expresarlas, pues no supo aprovechar el buen estilo de su primero.

Cobró Salvador una entera trasera y de los semivacíos tendidos surgieron pañuelos que no se supo si eran para secar lágrimas o pedir la oreja. Por si las dudas, el juez la concedió pero el alguacilillo tardó en entregarla porque el tiro de caballos belgas volvió a hacer de las suyas, a encabritarse y a resistirse a jalar los despojos del toro. Chulada de espectáculo extra: los monosabios sin idea de cómo manejar a los fuertes equinos y éstos renuentes a arrastrar restos de bóvidos no sacrificados en el rastro. Todo sea por la imaginación empresarial.

Caso parecido es el del inminente matador de toros Antonio Romero, que el próximo 16 se doctora en su natal Zacatecas luego de 48 novilladas en las que no ha logrado ver la gran diferencia entre hacer bien las cosas y decirlas con auténtico estilo, es decir, convirtiendo los defectos en virtudes o, por lo menos, en factores que provoquen emoción masiva.

Tiene valor, sabe colocarse, se queda quieto, corre la mano, conoce las distancias y… no sucede nada, entre otras cosas porque no se prodiga ni en cantidad de suertes, ni en actitud, ni en emocionalidad. Ejecutar no es expresar. Ojalá a Romero algo le estremezca el corazón; de otra manera engrosará las filas de los matadores de antesala, no de apoteosis.

La verdadera sorpresa en cuanto a expresión torera, no por fugaz menos intensa, fue la del temerario debutante que con un solo novillo toreado de luces tuvo los tamaños para presentarse en la Plaza México, luego de varias vacas en tientas y algunos novillos a puerta cerrada: Rodrigo Cuevas.

Sin asentar los pies con el capote por su falta de sitio, con la muleta se transforma en un torero quietista y ajustado que se prodiga en muletazos pero que, de repente, pega uno o dos de mano baja con un temple y una hondura que merecen más técnica para hacerse valer como torero con provenir. Falta que se desjuniorice, aprenda y toree, si lo dejan, de luces con más frecuencia.