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Persiste la represión y la estigmatización, afirma el sociólogo

Sin cambios en 23 años, problemas de jóvenes en México: Castillo Berthier

Todo se distorsiona con una policía corrupta, dice director de El Circo Volador

 
Periódico La Jornada
Domingo 5 de septiembre de 2010, p. 8

En el primer año descubrimos que la escuela no funcionaba, que el empleo no alcanzaba, que la familia se había desarticulado, que su cultura no era la misma y que la relación con el gobierno era a través de la policía. Y cuando tienes una policía corrupta, se distorsiona todo; 60 por ciento de la población tiene menos de 29 años, de éstos, 40 por ciento son pobres o muy, muy, muy pobres de plano, y aparte están estigmatizados: ¡ay, claro!, son bandas, pandilleros, asesinos, drogadictos, alcohólicos, violadores, eso descubrió Héctor Castillo Berthier en 1987 tras un primer año de investigación sobre la problemática de los jóvenes y las bandas juveniles que existían en la ciudad de México.

El panorama a 23 años de distancia es el mismo y no sólo en el Distrito Federal, sino en todo el país, aunque existen algunos intentos gubernamentales en la capital mexicana por revertir la situación.

Castillo Berthier, sociólogo de profesión, ha desarrollado sus trabajos en la práctica: ha sido barrendero, pepenador, diablero en La Merced y en la Central de Abasto, y también chavo banda, para conocer a profundidad la problemática de cada sector.

Coordinador del Centro de Estudios sobre la Juventud del Instituto de Investigaciones Sociales, presume con orgullo que la sociología mexicana, la misma que se aplica en El Circo Volador, ha sido reconocida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y es parte de la que se aplica en Brasil, en el Programa Nacional de Seguridad Pública con Ciudadanía, que ha convertido las favelas más violentas en zonas de paz.

De Los Panchitos al circo

La investigación acerca de los chavos banda inició como un reto para el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y partió de “una solicitud del entonces jefe del Departamento de Distrito Federal, Ramón Aguirre, luego del terremoto del 85, y en 1987 tenía una bronca fenomenal con las bandas juveniles de la ciudad de México, entre ellas los famosos Panchitos.

“Los jóvenes se estaban matando, la policía los estaba matando, había detenciones ilegales los fines de semana, razzias, apañones, operativos dispan (dispersión de pandillas).

“Entonces Ramón Aguirre le preguntó a su coordinador de asesores, Benito Coquet: ‘¿y qué hemos hecho por los jóvenes?’, y no había nada. La única política que existía para los jóvenes era represiva.

“En 1987 ya existían mil 500 nombres: Los Nazis, Mocos, Cerdos, Los Verdugos, Bastardos, Amibas, Niños Idos, Ex Leprosos... ya sabes, puros nombres autodevaluatorios. Mil 500 grupos dentro del Distrito Federal, ubicados en zonas perfectamente delimitadas.

“Entonces le dije a Coquet: para entrar en contacto con todos estos chavos necesito un medio de comunicación al que puedan acceder todos. Lo único que se tenía era la posibilidad de tener una estación de radio. Entonces nos prestaron Estéreo Joven, en el 105.7 de FM, que se transformó con esta orientación popular de los chavos y se empezó a pasar música de El Haragán, Tex Tex, de todos estos. Incluso al Tri, que en ese tiempo ni siquiera estaba en la radio.

“En un mes logramos tener más o menos una identificación de 30 por ciento de las zonas principales de estos grupos, pero ya con nombres. Entonces empecé a ir a los lugares a buscar a estos nombres que me habían llamado para invitarlos a un programa que hacíamos los sábados de 10 de la noche a 2 de la mañana, que era la hora de mayor violencia, la hora de los apañones. El programa se llamaba Sólo para Bandas.

“Empezamos a construir una red de comunicación, estábamos ganando su confianza y haciendo actividades. Todos los días de la semana me iba a los barrios en las mañanas a buscar a estos chavos. A ver qué está pasando. Y lo que descubrí es que tenían unos grafitis muy buenos, música, les gustaba escribir.

“Éramos un grupito, otros seis y yo, todos teníamos apodos de animales: El Perro, El Pato, El Animal Oscuro, El Gallo, El Caballo. Dijimos: es como un zoológico. Nooooo, es como un circo, como un circo volador que anda de un barrio para otro. Se le quedó el nombre como un proyecto de investigación aplicada, porque finalmente como sociólogo fui registrando cuidadosamente todas las manifestaciones y las acomodé.

“Luego de cuatro años vino el arranque de una segunda fase del proyecto que se llamó Juventud Popular, Sus Medios y sus Efectos. Descubrí que teníamos una impresionante potencialidad de creación en estos chavos. Ese es el origen de El Circo Volador, que se localiza en lo que antes fue el cine Francisco Villa.

“Y empezamos a valorar las cosas que mandaban los chavos. En lugar de preguntar sobre sus problemas, les decía: a ver chavos, si en este momento pudiéramos hacer lo más chingón, qué se les ocurre. Cuando jerarquizas esas ideas y les dices valen la pena, vamos a ver cómo le hacemos, tienes realmente un ejército de gente sumada, porque está en su tiempo libre, está echando desmadre, está haciendo lo que quiere y van a hacer cosas que son interesantes para ellos.

“Ese es el punto de arranque. Y no necesito hablarles de ciudadanía, ni de respeto, ni de autoestima. Esa se va construyendo automáticamente. Hemos construido un modelo capaz de ser replicado y funciona, ¡funciona!

“En Sinaloa, en Chiapas, en Monterrey, en el Distrito Federal nos ha funcionado. También en El Salvador. Tanto así que en 2004 el programa de la ONU Hábitat nos dio un premio por ser una de las diez prácticas sociales más exitosas del mundo, por su visión de replicabilidad que tiene.

“El problema en México es que no hemos logrado madurar un proyecto nacional, sólo existen tendencias de acuerdo con los intereses de ciertos grupos.

¿Qué pasó en Monterrey?

“Hace tres años nos llamaron de Nuevo León para meternos con las pandillas de Monterrey; me dijeron quiero saber cuántas hay y qué está pasando. Encontramos algo muy parecido a lo que habíamos encontrado en México 20 años atrás; un programa represivo por parte de la Secretaría de Seguridad Pública, con detenciones ilegales que, demostradamente, era un negocio de extorsión hacia los más pobres, hacia los jóvenes más pobres. La única política pública era represiva y de extorsión, con una policía corrupta.

“Nos metimos con los modelos de intervención y recuperamos una forma de organización propia desde los chavos, que nos hicieron celebrar en Monterrey en 2008 y 2009 el primero y el segundo festival de culturas urbanas.

“Pero esto no cambia la realidad de un año para otro. Es un programa preventivo que debe asentarse en los centros sociales, en los barrios, tiene que ser seguido por la comunidad.

“¿Qué pasó en Monterrey? Cambió la administración del Consejo de Desarrollo Social, lo transformaron en Secretaría de Desarrollo Social, se lo dieron al SNTE, quitaron todos los programas, metieron a maestros que no sabían nada de lo que se estaba haciendo, borraron todos los programas que estaban funcionando y dejaron otra vez a los chavos.

“De pronto aparecieron los tapados y las cosas que están sucediendo ahora, cosas que nosotros habíamos identificado. Les dijimos que en todos los tianguis tienen presencia de Los Zetas, lo descubrí comprando unos discos piratas de música colombiana”, relató Héctor Castillo Berthier, quien se mantiene empeñado en echar a andar programas que conviertan zonas violentas en áreas de paz, como ha ocurrido con una conocida como La Marranera, en la delegación Iztacalco.