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No se gana dinero; el éxito es que se sigue haciendo, dice director, que vive de dar clases

Buenos Aires se perfila como la capital del teatro independiente en América Latina
 
Periódico La Jornada
Lunes 23 de agosto de 2010, p. a15

Buenos Aires, 22 de agosto. Se multiplica oculto en sótanos, pequeñas salas, garajes o casas particulares. Se trata del teatro independiente, fenómeno que crece sin pausa en la capital argentina y que a veces sale de gira fuera de fronteras.

Buenos Aires se perfila como la capital latinoamericana del teatro independiente, y al turismo extranjero le resulta sorprendente la variedad de la oferta, dijo Carlos Andrada, del Instituto Proteatro del gobierno de la ciudad, que fomenta la actividad.

Si bien entre sus protagonistas hay actores y directores populares por haber hecho teatro comercial, cine o televisión, la mayoría son personas que viven de otras actividades y forman parte de un elenco por amor al arte.

Según Proteatro, en la capital argentina hay seis salas públicas, 12 privadas comerciales –que no reciben susbsidios– y 200 teatros independientes, 70 por ciento de los cuales son espacios no convencionales, como grandes terrenos techados, casas o fábricas abandonadas. Entre ellos destaca El Excéntrico de la 18, que dirige la actriz Cristina Banegas, donde también se dan clases de actuación, y Timbre 4, sala que funciona en la casa del actor y director Carlos Tolcachir, y que además es escuela de actuación.

Tolcachir dirige su multipremiada obra La omisión de la familia Coleman, estrenada hace cinco años en su sala, a la que se llega después de caminar un largo pasillo en silencio, para no molestar a los vecinos.

La omisión… fue presentada en numerosos festivales internacionales y el próximo mes saldrá de gira por Sao Paulo y luego Madrid, Barcelona y París.

Salto al circuito comercial

A partir de este éxito, Tolcachir saltó al circuito comercial y ahora dirige Agosto, que protagoniza Norma Aleandro, actriz conocida internacionalmente, y Todos eran mis hijos, dos obras con gran convocatoria de público, buena producción y prestigiosos actores. Pero hay otros cientos de teatros underground que no están en los registros del instituto y que están abiertos al público para presentar obras probadas, nuevos textos o simplemente una serie de escenas a modo de experimento. Es el caso de El Sótano o Espacio Polonia, entre otros muchos.

Iair Said tiene 22 años y desde hace nueve se dedica al teatro. Es también guionista y dirige castings, pero se le hace difícil vivir de su actividad. De forma paralela a la actuación trabajó en una casa de cambio y en una agencia de viajes.

La creación colectiva es algo que me divierte mucho, pero a veces pienso que para hacer teatro hay que ser de clase media, media alta, o trabajar de cualquier otra cosa para vivir, y eso no es fácil para un actor, destacó.

A los que hacemos teatro nos cuesta hacer algo ajeno porque nuestras emociones están muy por delante y nos resulta difícil hacer lo que no nos gusta, explicó Said, quien actúa en Jorge, obra que se puede ver los domingos en El Excéntrico de la 18.

Jorge surgió como una serie de escenas experimentales en las que trabajaron actores de una misma escuela; logró permanecer en cartelera durante meses.

Proteatro tiene un presupuesto anual estimado en poco menos de un millón de dólares para salas independientes o elencos estables. Pero los proyectos se multiplican, los gastos aumentan y el dinero a repartir es el mismo, explicó Andrada.

Con la finalidad de dar una idea del fenómeno, el funcionario indicó que en 2008 se presentaron 380 proyectos para recibir subsidios, y en 2009 crecieron a 530. Para este año ya llevan recibidas 480 propuestas y apenas comienza agosto.

El dinero alcanza para montar el espectáculo, pero no para pagar ensayos o derechos de autor. La venta de boletos rara vez otorga un porcentaje a los actores o al director. A veces hay que poner dinero y otras no, pero ganar, es difícil.

Uno de los beneficiarios del apoyo de Proteatro fue Luis Di Carlo, actor, guionista y director que logró con el subsidio presentar este año Vivarium en el Teatro del Abasto, con buena asistencia y reconocimiento de la crítica.

El director, que vive de dictar clases particulares de matemática aclaró: Si es teatro independiente, no es para ganar plata (dinero). Acá el éxito está en poder seguir haciéndolo.

Para Di Carlo, quien actuó en numerosas obras del circuito no formal en los pasados 20 años, en el teatro independiente hay gran necesidad expresiva, que se combina con un muy buen espacio para la investigación y la experimentación.

La diversidad cultural, factor del auge

Además de las razones personales, uno de los factores que explican el auge teatral es la diversidad cultural de una ciudad que se presenta como un universo, explicó. En cada barrio el teatro tiene su identidad, más popular o más intelectual, ejemplificó. Se suman otras motivaciones como el aprecio del público, que celebra las propuestas innovadoras y no se preocupa si la sala es pequeña, sin asientos cómodos ni restaurantes a la vuelta de la esquina, o si está en un barrio pobre.

Y por supuesto está la historia, apunta Di Carlo. Buenos Aires es una ciudad noctámbula y con una tradición teatral muy fuerte que nunca mermó, ni en épocas de oscurantismo, cuando el fenómeno siguió latente, destacó.

Un momento dramático para esta actividad artística fue la dictadura (1976-1983) que, no obstante, en su ocaso vio nacer el ciclo conocido como teatro abierto, que influyó luego en las otras artes como corriente de rebelión contra el régimen que dejó 30 mil desaparecidos.

Le siguió el Parakultural, movimiento que comenzó tímidamente con la recuperación de la democracia en 1983, en sótanos y espacios no convencionales, y que permitió el surgimiento de elencos y artistas de gran proyección.