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Grupo islámico asiste a sobrevivientes
 
Periódico La Jornada
Viernes 20 de agosto de 2010, p. 24

Essa Khel. Amiad Khan, alumno de escuela secundaria, soñaba con convertirse en médico antes de que las aguas devastaran su casa y expulsaran a su familia. Ahora que reside temporalmente en el campamento de Taruk Sharif, provincia de Punjab, las únicas visitas que recibe son de las pesadillas en las que lucha contra las gigantescas olas del poderoso río Indo.

Amiad disfrutaba de una vida tranquila antes de las inundaciones, que lo obligaron a abandonar su casa con sus padres y cuatro hermanos. Nunca había vivido algo así; de pronto nos convertimos en pobres, dice el joven de 15 años.

Mi escuela está a siete kilómetros de mi casa, y cada día los caminaba contento porque quiero ser médico y ayudar a la gente de mi zona. Pero el agua se llevó también su escuela.

Su padre, Mehr Khan, lo interrumpe a su lado con uno de sus pequeños hermanos en el regazo: Amiad es un buen estudiante, y su maestro me dijo que será una persona de provecho.

El hijo sentado sobre su pierna parece ansioso después de tanto trajín, y se echa a llorar. Pero el mayor de los Khan, de 48 años, continúa hablando y cambia el tema sobre el futuro de Amiad para hablar de la gravedad de las inundaciones y el trauma del desplazamiento. Asegura que nunca vio inundaciones como las que afectan hace tres semanas a Pakistán.

La riada fue tan repentina que no pudimos recoger ninguna de nuestras pertenencias. Simplemente corrimos para salvar nuestras vidas, relata. El agua nos llegaba hasta los hombros.

La familia desplazada vivió primero en una escuela donde los habitantes locales les traían comida. Más tarde se trasladaron a un pequeño hospital declarado como campamento de emergencia. La vida aquí es miserable, aunque recibimos dos comidas por día y hay un doctor disponible. Pero no es como en casa, dice Amiad. Y no puedo ir a la escuela.

El joven no es el único que pasó de una vida próspera a la penuria en minutos a causa de las inundaciones que dejaron bajo el agua una quinta parte del territorio nacional y dejó unos 20 millones de damnificados, 4.6 de ellos sin casa, según Naciones Unidas.

El agua llega de pronto cada pocos días y se traga todo, cuenta Noor Muhammad, quien vive en el mismo campamento. La gente se pone a gritar para que todos corran por sus vidas, y nos apresuramos a trepar a los árboles o donde el suelo sea más alto.

El área no recibe ayuda del gobierno ni de organizaciones extranjeras, dejando a sus residentes con la única alternativa de aceptar la ayuda de una asociación benéfica sospechosa de haber participado en el atentado de Bombay, que en 2008 dejó más de 160 muertos.

Abdullah Shams, de la organización Falah e Insaniyat (Bienestar de la Humanidad), creada luego que el grupo Jamaat-ud-Dawa fuera prohibido por el atentado de Bombai, afirma que su asociación procura dos comidas diarias y asistencia médica a todos los damnificados en el distrito de Mianwali.

Una víctima de las inundaciones asiente afirmativamente. Asegura que, tras la visita del ministro principal de Punjab, los voluntarios de Falah e Insaniyat son los únicos que nos dan ayuda.

Tarik Niazi, jefe de distrito de la organización, rechaza cualquier vínculo con terroristas. ¿Parecemos extremistas? ¿No somos gente normal, igual que usted?