Deportes
Ver día anteriorLunes 16 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Toros

Aparecen en el libro de López Obrador La mafia que se adueñó de México... y 2012

Siete de los más grandes empresarios del país tienen que ver con la fiesta de toros

Mediocre también la influencia de estos multimillonarios en el espectáculo taurino

Foto
Manuel Martínez Ibargüengoitia, hijo de Manolo Martínez, ayer en la Monumental de MonterreyFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 16 de agosto de 2010, p. a46

Entre las muchas limitaciones del alto empresariado mexicano, ese que Andrés Manuel López Obrador exhibe y denuncia en su subrayable libro La mafia que se adueñó de México… y el 2012, destaca la tremenda falta de imaginación de estos potentados para distribuir el pan y, añadimos nosotros, para hacer atractivo y estimulante el circo, incluida la degradada fiesta brava.

Los aficionados pensantes e incluso los empleados taurinos vergonzantes, esos que piden limosnas económicas o legislativas con tal de seguir con su remedo de espectáculo a costa de la tradición taurina de México, pueden comprobar en la citada obra las correspondencias y los contrastados niveles de desempeño de estos multimillonarios, así como su pobre o nula influencia en la fiesta de los toros, no obstante formar parte de la ofensiva lista de los mil individuos más ricos del planeta, según la revista Forbes, con un patrimonio personal que rebasa por mucho los mil millones de dólares como requisito para aparecer.

De los personajes de negocios mexicanos exhibidos en La mafia que se adueñó de México…, sorprende que por lo menos siete de éstos tengan que ver con el lamentable estado actual de la fiesta de toros en el país, mientras que la suma de sus fortunas sobrepasa los 210 mil millones de dólares. Multiplíquele usted.

Encabeza la lista Carlos Slim, a quien AMLO califica de sensible y que además de ser el hombre más rico del mundo permitió que una de sus empresas, Telmex, tuviese un momento de taurinismo, patrocinara algunos años la Feria Nacional del Novillero e hiciera publicidad con Pablo Hermoso de Mendoza. Su hijo Patrik Slim Domit es el actual propietario de la ganadería de Brito. Le sigue Ricardo Salinas Pliego, cuya empresa TVAzteca le ha dado alguna importancia a la fiesta con pequeños nichos noticiosos y discontinuos programas taurinos, más en la línea del publirrelacionismo que del debate orientador y la información esclarecedora.

Desde luego está Alberto Bailleres, con varias décadas como empresario taurino, propietario de nueve y ahora ocho de las subutilizadas plazas más importantes del país y dueño de varias ganaderías de reses bravas. Emilio Azcárraga Jean, cuya todopoderosa Televisa dejó de lado los programas taurinos y se dedica exclusivamente a transmitir en vivo las corridas de la temporada grande en la Plaza México. Y Carlos Peralta Quintero, presidente del Grupo Iusa, ganadero del hierro Real de Saltillo y propietario de la revista española 6toros6, que en México aparece ahora por Internet.

El autor menciona de pasada a María Asunción Aramburuzabala Larregui, principal accionista del exitoso Grupo Modelo, que desde hace varias décadas vende sus cervezas en diferentes cosos del país, y a Antonio Cosío Ariño, otro próspero empresario dueño de la Plaza México y del estadio de la Ciudad de los Deportes, que nunca ha querido poner a licitación la Monumental. No menciona para nada a Miguel Alemán Velasco ni a su hijo Miguel Alemán Magnani, con una influencia determinante en los erráticos criterios empresariales del coso de Insurgentes.

¿Cómo es posible que estos empresarios hayan sido incapaces de dar al espectáculo taurino de México una milésima parte, no se diga del capital, sino de la experiencia, organización y rigor de resultados que han sabido imprimir a sus prósperos consorcios? ¿A quién beneficia esta indiferencia? ¿Se debe aceptar la consigna anglosajona que hace de la tauromaquia un tema políticamente incorrecto? ¿En cuestión de toros sí se pusieron de acuerdo los ex presidentes Salinas y Fox y el presidente Calderón? Pobre fiesta, tan cerca del dinero y tan lejos de la grandeza.