Opinión
Ver día anteriorDomingo 8 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Los lampiños no ponen barbas a remojar

E

n una sociedad donde gobernados y gobernantes se han prohibido pensar, las prohibiciones carecen de sentido y el aturdimiento es regla. Si varios letreros dicen: prohibido tirar basura, las toneladas de mierda televisiva que a diario recibe esa sociedad contribuyen sin duda a que calles y parques sean un enorme basurero, mientras triunfalistas autoridades sostienen, por ejemplo, que Naucalpan es el primer municipio ecológico de México, aunque a su H. Ayuntamiento y habitantes se les vuelva ciencia mantenerlo limpio. Es el cinismo del nuevo PRI y el efecto de la vieja televisión.

Con un optimismo conmovedor, Carmen Hernández propone: La mejor forma de defender la fiesta es ir a los toros, la diatriba y los argumentos en pro y en contra no nos van a llevar a nada. ¡Vamos a los toros!, independientemente de quién sea el empresario, el torero o el ganadero, sin importar nacionalidades, simpatías o antipatías, lo importante es hacer presencia en la plaza, digamos en ella lo que tengamos que decir, donde sí surtirá efecto nuestra opinión y donde realmente podemos defender a la fiesta; nuestro peor enemigo es la plaza vacía. ¡Vamos a los toros! para mantener viva y pujante nuestra fiesta, la discusión de café, los lamentos o indiferencias no van a sacar adelante a la fiesta. La sabia que la mantendrá es nuestra presencia.

Olvida Carmen que improvisación mata lealtades. Es como si alguien dijera ¡Venga al circo!, donde hoy podrá ver a tres viudas llorar por sus trapecistas muertos. Vuelvo a repetir: para que la gente asista a un espectáculo éste tiene que anunciar productos que interesen o al menos garanticen emociones a cambio de lo que pretende cobrar. Sin productos que satisfagan expectativas no hay espectáculo que subsista.

Otro Hernández, pero de nombre Carlos, sensible aficionado y autor además del inteligente libro Sin sangre, Pajarito ([email protected]), sostiene: “la frase ‘Poner las barbas a remojar’ no tiene sentido frente a la realidad taurina de México, por lo que habría que enlistar exclusiones y eliminaciones, entre otras, pretender depurar la fiesta mediante reglamentos estrictos, ya que a ningún legislador o político le interesa si la fiesta brava continúa o es abolida, pues en México los presidentes la han convertido en un tema políticamente incorrecto”.

“Igualmente habría que excluir que en el país no hay autoridad alguna que se preocupe porque el toro tenga cuatro años cumplidos, porque la puya no pase de 8 cm y que el caballo con montura, peto y picador no rebase los 700 kg; que permita que aquí el rejonero se dé el lujo de usar rejones de castigo de 19 centímetros con arpones a todo su largo. Nadie modificará nada e incluso toreros y subalternos se oponen a cualquier modificación de lo establecido o tolerado.

“Tampoco hay autoridad en México –añade Carlos–, ni municipal, ni estatal ni federal, que subsidie determinados espectáculos taurinos para que las localidades tengan un precio accesible al pueblo, ni la habrá. Otra posibilidad que también debe ser excluida es que algún día los magnates de la empresa taurina lleguen a usar las sencillas y modernas herramientas de la mercadotecnia.

“Si se analizan los procedimientos empleados en la fiesta por estos ricos, es obvio que ignoran o no les interesa aplicar aspectos tan elementales como estudios de mercado y de público, demanda y oferta, encuestas, análisis de precios, mercadeo de productos y servicios, manejo de imagen, publicidad inteligente, estrategia de medios, etc., sino que les viene valiendo madre el marketing, que incluso los que venden dulces picantes saben aplicar.

Unos se conforman con sacar todos los toros de su crianza. A otros los anima el orgullo estúpido de boicotear a toreros y ganaderos que hayan estado con la competencia, y todos resultan unos mexhincados sin imaginación a la espera anual de figuras españolas, por lo que la posibilidad de promover profesionalmente el espectáculo taurino también debe ser excluida. Entonces, ¿aquí qué barbas ponemos a remojar?, pregunta Carlos Hernández.