Opinión
Ver día anteriorDomingo 8 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde otras ciudades

Calor infernal

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Un bombero lucha contra uno de los incendios que afectan a RusiaFoto Reuters
M

oscú. Para hacer frente al calor infernal que ha padecido la capital de Rusia durante más de mes y medio, con temperaturas que superan los 35 grados y algunos días rondan los 40, la mayoría de los moscovitas –salvo los pocos afortunados que disponen de aire acondicionado o residencia veraniega en el Mar Negro– tienen dos opciones, igual de malas.

La primera es cerrar las ventanas para que no entre el humo y el fuerte olor a quemado de los incendios forestales que, en el contexto de la actual sequía –la peor de los 40 años recientes–, arrasaron ya más de 650 mil hectáreas de bosques.

Con ello se deja de respirar sustancias y partículas tóxicas, pero la casa se vuelve un horno, y quién sabe qué es mejor. De ahí la segunda opción: abrir todas las ventanas, aunque la casa se convierta en auténtica cámara de gases.

Tampoco ayudan los ventiladores, ya que generan aire caliente que, al mezclarse con el humo, sólo provoca ataques de tos. Además, hace tiempo que se agotaron todas las existencias, a pesar de que se triplicaron los precios de estos aparatos de plástico barato que se rompen a la primera caída, sea por descuido o por desesperación de compradores que se sienten estafados y los lanzan contra la pared.

Hasta hace unos días, cuando los efectos de los incendios forestales no perjudicaban tanto a Moscú, muchas personas preferían dormir al aire libre. No era raro ver, sobre las once de la noche, familias enteras, cada quien con su almohada, encaminarse al parque más próximo. Ahora ya no lo hacen ni los suicidas, que al parecer prefieren métodos menos crueles de quitarse la vida.

Mientras llegan las anheladas lluvias, los moscovitas siguen combatiendo el calor con recursos tradicionales al alcance de todos: bañarse con agua fría (sale, más bien, templada) cuatro o cinco veces al día, untarse hielo en el cuerpo y la cara, colgar sábanas mojadas en las ventanas en lugar de cortinas, dormir con varias botellas de plástico con agua congelada junto a la almohada, practicar el nudismo intramuros, incrementar el consumo per cápita de helados y de cerveza, acudir en masa a las playas del río Moskova, aunque el agua esté contaminada, o remojarse, los menos sensatos, en cualquier estanque o fuente.

A todo esto preocupa, y mucho, que siendo este calor infernal consecuencia del cambio climático en el planeta, dentro de algún tiempo se recuerde este mes y medio como el frío verano de 2010.

Juan Pablo Duch, corresponsal