Opinión
Ver día anteriorDomingo 8 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El centenario del centenario
A

hora que el tema es el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, publicitado como el Bicentenario, he pensado que puede ser de interés recordar la historia de algunos de los monumentos y edificios que Porfirio Díaz mandó construir para celebrar el centenario del inicio del movimiento independentista; previsor, el longevo gobernante inició los proyectos una década atrás.

Uno de ellos fue retomar una idea que ya se había presentado, que era la de edificar un mausoleo que rememorara la gesta libertaria. El precursor de la propuesta fue Antonio López de Santa Anna, quien en 1842 le encargó al arquitecto Lorenzo de la Hidalga el proyecto y construcción de una columna, que se ubicaría en el centro de la Plaza de la Constitución. Lo único que se edificó fue el zócalo o basamento que permaneció largo tiempo, hasta que la población bautizó la Plaza con el apelativo de Zócalo.

En junio de 1864 el emperador Maximiliano adoptó la idea y ordenó la construcción de un monumento dedicado a la Independencia, aprovechando unos mármoles que se habían usado en un arco conmemorativo para la emperatriz Carlota. Se convocó a un concurso, se puso la primera piedra y ahí quedó, pues al poco tiempo Maximiliano fue derrocado.

Treinta y ocho años más tarde, Porfirio Díaz, en su búsqueda de proyectos para conmemorar el centenario del inicio del movimiento independentista, la retomó y convocó a un concurso internacional, ganando el proyecto de los arquitectos estadunidenses Cluss y Shultz. La obra se le encargó al arquitecto Antonio Rivas Mercado, quien introdujo algunas modificaciones al proyecto triunfador.

Nuevamente se realizó la ceremonia de la primera piedra, ahora en 1907, por el presidente Díaz, y de inmediato se iniciaron los trabajos pues había que concluirlo para las fiestas del centenario, en 1910. Sin embargo, no tardaron en aparecer contratiempos: asentamientos imprevistos ladearon la obra y se decidió reducir la responsabilidad de Rivas Mercado a los aspectos artísticos y encargar la parte ingenieril a una comisión que integraron los ingenieros Guillermo Beltrán y Puga, Gonzalo Garita y Luis Zavaterelli y el arquitecto Manuel Gorozpe.

La esbelta columna que surge de un amplio basamento, presenta estatuas en cuatro diferentes niveles. En el primero se encuentran cuatro figuras femeninas de bronce y un cuerpo escultórico formado por un león y un geniecillo. Las mujeres representan la paz, la ley, la justicia y la guerra. El león, recubierto de laureles y guiado por el geniecillo simboliza la voluntad, encadenada por la fuerza superior de la ley.

El segundo nivel aloja las estatuas de José María Morelos, Vicente Guerrero, Francisco Xavier Mina y Nicolás Bravo, más dos figuras que representan a la Patria y a la Historia. En el tercer nivel se yergue la efigie en albo mármol de Miguel Hidalgo, proclamando la Independencia. La cúspide de la columna se remata con la escultura de bronce recubierto de oro, de 4.20 metros de altura, de una victoria alada, que en la diestra sujeta una corona de laurel, y en la mano izquierda un fragmento de cadena rota, símbolo de la Independencia. Nombrado por la población como El Ángel, se ha convertido en un símbolo de la ciudad de México. Las esculturas fueron ejecutadas en México por Enrique Alciate, quien dirigió en Florencia la fundición de las hechas en bronce.

En las cercanías del querido Ángel, en Paseo de la Reforma 458, se encuentra desde hace 44 años La Lanterna. Acogedor ristorante iltaliano, que fundó Ennio Petterino y que ahora atienden sus hijos: el gentil Piergiorgio y Mario, el cheff, quien entre otras sabrosuras prepara una ensalada de alcachofas crudas, exquisita, que no he encontrado en ningún otro lado. Las pastas son buenísimas, los jueves hay gnocchis y de plato fuerte el filete al burro nero. De postre el zabaglione o la cassata.