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El recinto, cascarón abandonado que el gobierno no sabe para qué usar: Sergio Zaldívar

La ciudadanía debe transformar el Palacio Nacional en su casa

“Si vamos a celebrar que después de 100 años está igual que cuando la Decena Trágica, o sea, que es un inmueble al que da miedo entrar, pues estamos mal”, apuntó el arquitecto

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Sergio Zaldívar Guerra fue titular de la Dirección de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural del CNCA y responsable de las obras de restauración del Palacio Nacional durante el gobierno de Ernesto ZedilloFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Domingo 8 de agosto de 2010, p. 2

La ciudadanía debe recuperar el Palacio Nacional, convertido en un cascarón abandonado que el gobierno federal no sabe para qué usar, señala el arquitecto Sergio Zaldívar Guerra, antiguo titular de la Dirección de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) y responsable de las obras de restauración de ese inmueble durante el gobierno de Ernesto Zedillo.

En entrevista con La Jornada, a propósito del rescate de varios inmuebles históricos en el centro de la ciudad de México con motivo de los próximos festejos del bicentenario de la Independencia, el especialista opina que el pueblo debe recuperar un edificio tan emblemático como el Palacio Nacional, para transformarlo en su casa, en su sentido de nacionalidad; para ello, el gobierno lo debe tener perfecto, limpio, visitable, con estructura. Existen varias ideas, como instalar ahí un museo y otras cosas, pero no hay continuidad en esos proyectos.

El martes 21 de julio, el secretario de Educación, Alonso Lujambio, dijo que a mediados de agosto se abrirá ese recinto para que todos los mexicanos puedan, por primera vez en la historia, conocer la oficina del presidente, los salones de embajadores y el recinto constitucional de 1857.

Ahí también se instalará la exposición México: 200 años, la cual incluirá los restos de los héroes que recientemente fueron extraídos del Ángel de la Independencia.

“Si vamos a celebrar que después de 100 años el Palacio Nacional está igual que cuando la Decena Trágica, es decir, que sigue siendo un inmueble al que da miedo entrar y que tiene áreas restringidas sin motivo, como el patio de honor, pues estamos mal. Los policías que resguardan la entrada hacen un ejercicio estúpido de demostrar autoridad.”

Zaldívar recuerda que antes de la gran restauración de Palacio Nacional, realizada durante el sexenio de Ernesto Zedillo, “la ocupación del edificio era un desastre, había hasta peluquerías, oficinas de Turissste y otras áreas de diferentes dependencias. Logré sacar a los soldados: dos o tres batallones que se la pasaban jugando basquetbol en la parte de atrás. Había unos comedores y dormitorios inmundos.

Logré que se quedaran unos cuantos guardias presidenciales. Pero cuando llegó Vicente Fox la Secretaría de Hacienda volvió a poner sus policías prepotentes en la entrada, como si fuera una aduana contra el narcotráfico. Y sí, sé que en el fondo tienen miedo de que alguien les ponga una bomba, pero pugné mucho por que se dejara a toda la gente ver el interior de Palacio Nacional.

La remodelación del recinto a cargo del arquitecto Zaldívar tuvo un costo en los años 90 de 124 millones de pesos; se demolieron 14 mil metros cuadrados de construcciones y se restituyeron los jardines, además de habilitarse un espacio para montar exposiciones en los niveles superiores de la Antigua Tesorería de la Federación, que eran usados como oficinas.

Esa galería fue inaugurada en enero de 2000 con la muestra Una ventana al arte mexicano de cuatro siglos, con obras del Museo Nacional de Arte, entonces cerrado al público por remodelación. También albergó la exposición Los siglos de oro en los virreinatos de América.

Arreglamos muy bien los pisos de madera; las ventanas, con filtros ultravioleta; restituimos yeserías interiores, pero llegó el tremendo Francisco Gil, secretario de Hacienda, e inventó que para ahorrar dinero metería a Palacio otra vez a los trabajadores de Hacienda y sobre la restauración construyó cubículos, sobre el parquet, como quisieron; destruyó todos los salones. Con Fox fue el desastre, no sólo para el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), sino para el CNCA; fueron unos depredadores tremendos.

Otros pendientes

No obstante estar retirado de sus actividades en favor de la protección del patrimonio inmueble del país, el arquitecto Zaldívar Guerra señala que le sigue lastimando que esté pendiente de restauración el ex convento grande de San Francisco, ubicado junto a la Torre Latinoamericana.

“Cuando trabajé en el entonces Departamento del Distrito Federal, hace 30 años, logré que se compraran los dos predios laterales a la torre para iniciar la restauración. Se hicieron muchas obras, documentando restos, excavaciones, hallazgos y piedras.

“El INAH autorizó dos o tres veces los trabajos, y luego se paraban. Pudimos rescatar y restituimos en dibujos toda la fachada del templo. Cuando en 1998 llegó René Coulomb a dirigir el Fideicomiso del Centro Histórico le entregué los discos compactos con el proyecto de restauración, por el cual nos habían dado a mí y a Jaime Ortiz Monasterio el Premio Internacional de la Unión de Arquitectos.

“Pero ese señor Coulomb quién sabe qué hizo con los discos, pues ahora han salido varios proyectos que no tienen nada que ver con lo que propuse, y al final nadie se decide a hacer nada.

“Ya va para 40 años que el predio más importante de la ciudad de México está hecho un basurero. A veces ponen esculturitas a la entrada, pero la burocracia no ha podido hacer nada por el templo de San Francisco, su fachada, el portal de peregrinos.

“Existe un error conceptual en la gestión del patrimonio: los señores de Hacienda no entienden el valor del rescate de una obra de éstas y siempre están pensando que no se puede invertir en eso porque no hay recuperación, no entienden el beneficio.

“Por eso no podemos ir más allá en cuanto al arreglo de algunas fachadas, por razones de incapacidad política. Están en muy malas condiciones; por ejemplo, el convento de la Santísima, unos predios por la plaza de Santo Domingo, la Casa de la Alhóndiga, el Convento de la Merced.

“Es como arreglar un parque; a la Alameda hay que tenerla arreglada, pero cuesta dinero. Los edificios que son elementos trascendentes de la historia urbana, como los conventos, el Museo de la Ciudad de México, todas las grandes obras de la Colonia que subsisten y que no son muchas, porque hemos perdido casi todo, merecen una inversión directa para recuperación del puro edificio, para brindar sentido lúdico a los habitantes de la ciudad de México, pues nos encanta meternos a un edificio muy bonito, verlo y que esté cuidado, que sirva para algo. Palacio Nacional no está bien cuidado.

“El Centro Histórico no iba mal. Hubo errores graves, como los edificios que tumbaron en la calle de Mesones, los cuales no debieron destruir; después de eso enderezaron el rumbo y se empezó a trabajar bastante bien.

Pero en el caso del templo de San Francisco no ha habido voluntad política decidida para su rescate. El claustro es uno de los más bellos que hay en la ciudad, pero ni los turistas ni los ciudadanos lo conocen, ahí, en pleno Gante y Madero, debería estar lleno los fines de semana, pero nadie sabe dónde está. Es el surrealismo puro en cuanto a la gestión de monumentos históricos y artísticos.

El caso de la Catedral

Respecto de la Catedral Metropolitana, inmueble en el que Zaldívar también trabajó para su recuperación, señaló que “se está portando bien, aunque insisto en que hay que estar vigilante porque el fenómeno que la lastima (el hundimiento) continúa, pero ya sabemos dónde está y conocemos los remedios.

“El único problema que vi con el anterior director de monumentos es que quitaron los sensores del monitoreo continuo; dicen que los volvieron a poner, pero el recinto estuvo cuatro años sin estudio, lo cual fue criminal.

“Luego le hicieron cositas de tira bordada, en la torres, y siguen restaurando, pero me gustaría saber exactamente qué le están haciendo: es su obligación informarlo. No hay nada más grato en un proceso de restauración que informar a la comunidad, eso se hace en muchos países. Cuando se interviene un edificio lo primero que se hace es montar una exposición afuera para que se sepa porqué se está haciendo.

Pero aquí no se hace porque son incapaces de sostener una polémica teórica. Saben que si hay inconformidades no pueden responder. Para ellos es mejor que no haya alharaca.

Los planes maestros para el mantenimiento tanto de la Catedral Metropolitana, como del Palacio Nacional, realizados por Zaldívar ahí están, aunque ahorita los estén dizque inventando, pero dejé todos los documentos de lo que debía hacerse, concluyó.