Opinión
Ver día anteriorMartes 3 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Andanzas

De la coronela a Zapata

C

on este evocador título, la Compañía Mexicana de Danza Contemporánea (CMDC), creada en 2007 por el carismático maestro Guillermo Arriaga, Rodrigo González y un selecto grupo de personalidades del ámbito cultural, apoyados por la Coordinación de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes, presentó –19, 20 y 21 de julio– en el teatro El Granero un interesante repertorio: Soy, La balada del venado y la Luna, un fragmento de La coronela y Zapata, así como un antiguo video con las maestras Ana Mérida y Guillermina Bravo, donde exponen sus porqués y sus cómos en el proceso creativo. La propuesta es un reto a la vorágine del siglo XXI cargada de buenas intenciones, tal vez un poco tardías, pues en realidad el repertorio selecto de la época de oro de la danza mexicana siempre requirió permanecer debidamente conservado.

Como expresaba el programa de mano de dicha función, la (CMDC) ha recuperado importantes piezas del repertorio nacional, llevando sus programas por los teatros mexicanos, acercando a públicos de distintas generaciones y latitudes del planeta, a reconocerse en la historia a través de la danza, la plástica y la música mexicanas. Sin embargo, hay que hacer notar que la fractura del siglo XX, que también tocó a la danza nacionalista mexicana, no logró rebasar la ola de pasiones e intereses que motivaron la desaparición de la Compañía de Danza Contemporánea, dependiente de Bellas Artes, poseedora de cantidad importante de obras mexicanas de raíz, núcleo de aquel famoso movimiento cultural de la época, que comprendió a músicos, bailarines, pintores y artistas excepcionales.

La gran mayoría de bailarines y coreógrafos se volcaron al ballet clásico o al nuevo catecismo de la danza contemporánea, creada por Martha Graham en Nueva York, invadiendo escuelas y compañías casi de manera obligatoria en todo el país, como vehículo indispensable hacia la modernidad. Hoy, la añoranza, quimera, sueño o utopía por revivir aquel esplendor, ha hecho que gente nueva, de formación prácticamente reciente, interprete las obras de aquel entonces con interés y dedicación.

Así, La balada del venado y la Luna, del maestro Carlos Jiménez Marabak, un tanto olvidado, con coreografía de Ana Mérida; el solo o fragmento de la danza de La coronela, con música de Silvestre Revueltas, y la celebérrima coreografía, raíz de la danza nacionalista mexicana de Waldeen Falkenstein, así como el imprescindible Zapata, con música de José Pablo Moncayo, y coreografía de Guillermo Arriaga, en la culminación de esta vertiente, incluyendo otra obra de Arriaga, Soy, con música de Gustav Malher, y el video de las divas de la danza de la época, conformaron, con todo y la pátina del tiempo, el programa de la noche, que la Sociedad Mexicana de Coreógrafos ha tenido muy en cuenta incluir entre sus agremiados, incluso a los coreógrafos fallecidos.

Hoy, el tiempo, con velocidad perturbadora, ha producido cambios determinantes en la conformación de los espectáculos. Mientras, el Auditorio Nacional se llena hasta reventar con Vicente y Alejandro Fernández, Gloria Trevi, Belinda, el rock and roll, Gabilondo Soler Cri Cri bailado o Balletíssimo nos muestra realidades diferentes y contrastantes con la eterna poca audiencia para la danza contemporánea, en teatros sin el cuidado y el esplendor de los que atraen negocios.

Queda pendiente esta labor para Memo Arriaga y sus colaboradores, la reconstrucción de un pasado glorioso, el rescate de un trozo de México, con aquella magia y pasión de la buena danza.

Mucha suerte y muy buen camino les deseamos a todos los involucrados.