Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1 de agosto de 2010 Num: 804

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El instante abierto (I DE II)

Entre 1796 y 1850 surgieron dos nuevas formas artísticas que mostraron las transformaciones sufridas en la visión del hombre después del Renacimiento: el cuento y la fotografía. Entre esos años, la proliferación de las siluetas, modalidad del retrato que resultaba más accesible que la contratación de un pintor profesional, cedió el paso a experimentos agresivos para perfeccionar la camera lucida alrededor de emulsiones y sustancias químicas que desembocaron en el nitrato de plata, en el daguerrotipo y en lo que se pudo llamar “fotografía”: la impresión de una imagen sobre papel después de haberla capturado como “negativo” dentro de una película preparada químicamente y de haberla procesado en el laboratorio para obtener un “positivo” (esta era la técnica más eficaz para reproducir el “positivo”, en lugar de tener uno solo a costas de obtener la imagen con mayor rapidez).

Paralelamente, el cuento “moderno” abandonó las viejas raíces folclóricas del cuento tradicional y conquistó un nuevo modelo expresivo a partir de que Ludwig Tieck escribiera Der blonde Eckbert (1796), trabajo autoral que se extendió hasta 1828, aproximadamente, en la producción cuentística de Brentano, Goethe, Hoffmann y otros románticos alemanes, y después alcanzó su perfección con los románticos estadunidenses, en especial con la obra de Poe, muerto en 1849. Gracias a éste, el cuento pudo explicarse a sí mismo –mediante una reflexión estética– más pronto que la fotografía, pero salvo ciertos temas que Poe atribuyó al cuento, muchas de sus ideas acerca de este género pueden desplazarse hacia la interpretación del hecho fotográfico.

Al margen de las peripecias que la fotografía y el cuento sufrieron para alcanzar el reconocimiento del público y su propia madurez expresiva, conceptual y técnica, misma que ya es apreciable en las producciones de mediados del siglo pasado, es significativo encontrar en el problema del tiempo y en la fragmentación del mismo una nueva manera de interpretar la realidad que no fue tan perceptible para todos los lectores del momento. A diferencia de otras artes que se encontraban en plena expansión y en un punto muy alto de popularidad entre los consumidores, como la sinfonía, la ópera y la novela (lo corrobora el éxito de las novelas de folletín, las pasiones operísticas elevadas al rango de distintivo social y las suscripciones para la publicación de las sinfonías de los compositores más importantes), el cuento y la fotografía fueron vistos como géneros subalternos de la novela y la pintura por la brevedad de uno y el carácter mecánico de la otra, no obstante contar con un camino propio que los alejó, desde un principio, de las características de esos dos “grandes” modelos expresivos: tomar un fragmento de la realidad para, después de aparentemente constreñida y cerrada, encontrarla abierta a partir de la recreación de un instante significativo.

El instante recreado por el cuento y la fotografía pide la reinterpretación y la colaboración del lector para completar, si no su pasado y futuro, sí otras circunstancias que lo rodean y que el artista ha dejado deliberadamente afuera del texto, lo cual convierte a dichos géneros en las primeras tentativas modernas para potenciar un arte abierto, pletórico de lecturas. El cuento y la fotografía eligen un momento, privilegiado por la precisión del ojo selectivo, desde el que se resignifican otros acontecimientos que parecen no estar dentro del texto: lo privilegiado radica en la circunstancia de que el autor elige ése y no otro instante para propiciar la continuidad de interpretaciones que el lector debe seguir ejercitando, pues se enfrenta a un momento cargado de significados, plural, irreductible a una sola versión simplificadora. Es por eso que, de la apariencia del instante congelado, el cuento y la fotografía llegan a la certeza del instante abierto: el tiempo elegido permite una “clonación” de la realidad (si en el fragmento existiera la información necesaria por la que la totalidad pudiera ser reconstruida, como en un ejercicio de genética contemporánea).

Esos procedimientos son interpretables bajo el funcionamiento de la cámara de luz, pues la fotografía captura un instante luminoso mediante el que se fija una imagen: es la expresión más rigurosa de la lucidez compartida con el cuento pues, en un abrir y cerrar de la inteligencia, se captura un momento significativo en medio de la turba de los acontecimientos del mundo: ambos géneros acechan un instante seleccionado entre el tumulto de la realidad.

(Continuará)