Opinión
Ver día anteriorJueves 29 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Guelaguetza oaxaqueña
E

l sistema político es como las serpientes: pueden cambiar de piel pero siguen siendo serpientes y se comportan como tales. Eso responde un oaxaqueño cuando se le pregunta su opinión sobre los resultados de las pasadas elecciones, donde el Partido Revolucionario Institucional fue derrotado por primera vez en su historia. Lo dice para explicar que él y muchos como él no votaron por el candidato de la coalición sino en contra del candidato del gobernador, de quien la soberbia, la corrupción y la impunidad los tenía hartos y se vengaron enfrentándolo y propinándole una fuerte derrota en el terreno electoral, donde la fama pública le atribuía amplia experiencia en el arte de la alteración de votaciones ciudadanas. Por eso, dice, mientras los partidos coaligados celebran su triunfo los ciudadanos no hablan de los resultados electorales. Como los niños que cuando se descubren sus maldades hacen como si no supieran quién las hizo.

La declaración es importante porque en mucho refleja el sentir de los oaxaqueños: la mayoría de los que votaron por Gabino Cué Monteagudo para gobernador sabían que no representa sus aspiraciones de cambio, pero también eran conscientes de que no era lo mismo que el candidato de Ulises Ruiz. El voto contra el PRI fue un voto en contra de lo que no se quiere, sin que se tuviera claro lo que podía venir. Los oaxaqueños no hicieron una apuesta por las urnas, como algunos analistas sugieren, sino un cálculo entre lo malo conocido y lo bueno o malo que no conocían. Esto explicaría por qué decidieron ir masivamente a las urnas en unas elecciones para gobernador, cuando históricamente se han mantenido alejados de ellas, sobre todo porque saben que la base del gobierno sigue siendo el caciquismo, que ellos sufren en los municipios y las regiones, donde prefieren dar la lucha.

Más allá de eso el hecho es que el PRI perdió las elecciones y el poder estatal pasó a manos de los partidos de oposición, con lo cual el escenario de las luchas sociales por transformar el estado de cosas actuales también cambia. Los partidos de la coalición que llegan al gobierno tienen una oportunidad histórica de demostrar que pueden hacer un gobierno distinto al que siempre hemos padecido los oaxaqueños; pero no podemos esperar que propongan cambios de fondo, porque se mudaron de partido para llegar al poder, pero la mayoría de quienes llegan son gente del sistema y hacerlo iría contra sus propios intereses. Las propuestas para una verdadera trasformación en el estado tienen que salir de la sociedad, con base en sus necesidades, debe formularlas la gente que votó en contra del continuismo y no participa de las redes del poder político estatal. Si ella no lo hace, se organiza y presiona a la burocracia para que las retome, difícilmente podrán salir de otro lugar. En otras palabras, la sociedad debe continuar con la guelaguetza iniciada el 4 de julio.

En diversos espacios de discusión se ha dicho que las propuestas que la sociedad oaxaqueña debería discutir y articular han de ser aquellas que impulsen un cambio del régimen autoritario y caciquil actual para arribar a uno democrático y pluricultural, como es la composición de la sociedad oaxaqueña. También se ha expresado que dentro de tales propuestas habrá que distinguir las que resultan condición para una relación distinta de la sociedad con el Estado de las que deberían atender los problemas de los ciudadanos y los pueblos. El segundo tipo de problemas se podrían agrupar en urgentes y fundamentales. Entre los primeros habría que colocar el desmantelamiento de los grupos paramilitares, castigo a los responsables de los crímenes contra los luchadores sociales y vuelta al estado de derecho, pues sin su materialización no hay posibilidad de que la vida de los oaxaqueños se desenvuelva de manera normal.

Entre las propuestas urgentes se podría incluir todas aquellas que permitan a los pueblos satisfacer sus necesidades apremiantes; mientras en las fundamentales, que deberían ser el eje de un programa a largo plazo, puede ubicarse la elevación del nivel de vida de los oaxaqueños, con base en los derechos económicos, sociales y culturales, así como los específicos de los pueblos indígenas, todo esto con la participación social para que sea la sociedad la que decida su futuro; de manera particular habría que buscar solución a conflictos sociales de diversa índole: agrarios, por explotación minera, proyectos eólicos y represas, entre otros. Podrían ser también la primera prueba de fuego para el nuevo gobernante. En todo caso, lo que debe quedar claro es que la alternancia política en Oaxaca no garantiza por sí misma un cambio del estado de cosas y para que éste sea posible la sociedad debe seguir luchando.