Número 168 Jueves 1 de julio de 2010 Director fundador CARLOS PAYAN VELVER Directora general CARMEN LIRA SAADE Director: Alejandro Brito Lemus |
Alejandro Brito La indignacion permanece. Hace 15 años, un grupo variopinto de activistas, médicos, comunicadores y de otras profesiones nos dimos a la tarea, con más entusiasmo que experiencia, de publicar un suplemento periodístico sobre la epidemia del sida y sus estragos. Este grupo encontró en Carlos Monsiváis a un entusiasta promotor quien acompañó esta empresa desde su fundación. Eran tiempos de oprobio, el sexenio de Carlos Salinas de Gortari acababa de concluir meses atrás con su cauda de muertos, represión y crisis económica. (Por cierto, Monsiváis no dio tregua al régimen de Salinas cuando casi todo el mundo intelectual se fue o fingió irse con la finta de las promesas modernizadoras y primermundistas de ese "mesianismo para principiantes" (Monsiváis dixit). En plena gloria salinista de apertura indiscriminada del mercado, de entusiasmo por las franquicias y el easy money de la especulación financiera, Monsiváis afirmaba categórico a quien quisiera oírle: "Carlos Salinas es, con mucho, el peor presidente que ha tenido México", y a todo mundo entonces le parecía un juicio exagerado. Por ello, cuando los marginados de los marginados del megaproyecto modernizador del salinato tomaron por asalto el centro de la atención nacional y mundial en plena celebración de la entrada en vigor del TLC, aquel primero de enero de 1994, Monsiváis no ocultó su beneplácito, a pesar de su rechazo a la lucha armada: "En un país de agachados, da gusto saber que también hay alzados". En todo el sexenio de Salinas, con el doctor Jesús Kumate de secretario de Salud, no se mencionó la palabra condón. Ante el silencio informativo institucional y mediático, resultaba urgente alzar la voz, señalar las carencias en la atención médica, denunciar los atropellos a la dignidad y los derechos humanos de las personas afectadas, informar sobre los riesgos de transmisión del virus y las maneras de protegerse, y de manera más acuciosa combatir –literalmente-, esa otra plaga, mucho más perniciosa: la del prejuicio moralizador y su expresión más extrema, la homofobia. La homofobía, una señal de identidad de la derecha El sida reactivó la homofobia en muchos sectores, sobre todo en los conservadores. La homofobia se convirtió, de acuerdo con Monsiváis, en el eje de la irracionalidad desde donde se contempla la epidemia: "Mientras la sociedad, arraigada en el laicismo, tiende progresivamente a la tolerancia, la derecha vigoriza su homofobia, por lo demás una de sus grandes señales de identidad." Monsiváis insistirá en ello convencido de que el arraigo y la adopción del término "homofobia" por parte de la sociedad, marcará el avance del proceso civilizatorio. Y por lo mismo es categórico en la definición de esa especie de racismo sexual: "Homofobia es la movilización activa del prejuicio, la beligerancia que cancela derechos y niega con declaraciones lesivas y/o con actos la humanidad de los disidentes sexuales […], fenómeno que no tiene que ver con el derecho a la antipatía, sino con el ejercicio de la intolerancia, del abuso de poder que le da a las opiniones características de zonas de exterminio", escribe en diferentes artículos publicados en Letra S. Cuando aparece el sida en México en 1983, Monsiváis ya llevaba tiempo tratando de llamar la atención pública sobre los prejuicios homofóbicos. Es el primero en sonar la alerta sobre la expresión más extrema de la homofobia: los crímenes de odio contra homosexuales y lesbianas –"que no se consideran en rigor delitos graves sino sucesos de castigo moral"–, a los que no duda en calificar de genocidio: "Incluso, y remitiéndome a las informaciones de nota roja, no creo exagerado hablar, en relación con los homosexuales, de un genocidio acumulado a su costa, de un largo y prolongado designio de supresión a la vez simbólico y físico", declara en 1980 en una entrevista con la revista El Machete. En público o en privado Monsiváis enfrenta reiteradamente las expresiones o embestidas del prejuicio contra homosexuales. Un ejemplo entre muchos, siendo Jesús Reyes Heroles secretario de Gobernación, en una comida con la presencia de varios intelectuales se comentó el caso de Gilberto Flores Alavéz, joven de familia prominente que el 6 de octubre de 1978 asesinó a machetazos a sus abuelos en una residencia de las Lomas de Chapultepec con la supuesta complicidad de su amigo íntimo. Reyes Heroles comentó “Se trata de un crimen típico de maricones”, a lo que Monsiváis respondió de inmediato: “Se trata de un crimen típico de criminales”. Las redadas policiacas contra homosexuales también fueron motivo de denuncia constante por parte del escritor mexicano. Uno de sus textos fue causa de un acto, aunque jocoso, con carga intimidatoria. Camino de regreso a su casa en la colonia San Simón, Carlos Monsiváís se topó con un mitin de campaña electoral del PRI. Ahí estaban la delegada política Kena Moreno y el jefe de la policía capitalina el general Ramón Mota Sánchez quien al reconocerlo lo invitó (verbo que en palabras de un general deviene en eufemismo de ordenó), a subir al camión de la campaña. En el transcurso, el general Mota comentó el artículo que Monsiváis había escrito días atrás en un diario contra las redadas policiacas, y en particular contra las redadas a homosexuales. “No ande diciendo eso don Carlos”, le dijo en tono suave y burlón el general, ya que según él esas redadas no existían y que la corporación que dirigía no tenía ningún interés en perseguir a los homosexuales. Pero Monsiváis se mantuvo en lo dicho frente al general, aunque no pudo evitar cierta turbación al hablar porque, según me confesó, estaba aterrado. Al final, uno de los subordinados del jefe de la policía capitalina, señalando a una patrulla ordenó: “A ver, una redada especial para el maestro”, Carlos abordó la patrulla y ésta lo llevó de regreso a su casa. Grupos antisida, vanguardia moral de la sociedad Monsiváis responde, de esta manera, el intento de la derecha conservadora de descalificar a los infectados, las "víctimas culpables", porque ellos se lo buscaron con sus conductas inmorales. A representantes de ese sector les parece inadmisible –"¡el colmo!", exclaman–, que sean los propios "inmorales", quienes ahora se encarguen de reeducar a la población en cuestiones de sexualidad con sus tallercitos de sexo seguro. En contraste, llamarles "vanguardia moral de la sociedad", suena muy provocador, pero Monsiváis estaba convencido de ello: "Son los expulsados de la moral pública por el fariseísmo aún reinante los que asumen a fondo las disyuntivas de la ética". Hoy que la movilización social contra la epidemia del VIH y sus secuelas ha menguado, que las campañas masivas de prevención han cesado, que muchos de los grupos de activistas se han vuelto proveedores de servicios al Estado, que la homofobia se arropado con vestimentas más sutiles, la voz lúcida y crítica de Carlos Monsiváis nos hará falta para mantener el sentido de urgencia y nuestra capacidad de indignación, término que aparece una y otra vez en su discurso por ser el que mejor condensa el sentido de sus exigencias morales. |
El triunfo cultural de Carlos Monsiváis VIH/sida en comunidades indígenas Opinión LA CONTRA Editorial
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