Opinión
Ver día anteriorViernes 11 de junio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Melón

Macedonia

M

i querido asere, hoy vengo con la espada desenvainada, pero permítame platicarle que a pesar de todo hay cosas que me ponen a gozar, aunque al malinchismo lo tengo parado en el caracol del ombligo. No todo lo que viene de fuera, como decía Capulina, me es inclusive, como La Sonora Ponceña y, por supuesto, Papo Lucca, así como Pichi y Edwin, quienes me endulzaron la trompa de eustaquio a pesar del pésimo sonido en su presentación en el Vive Cuervo Salón, antes 21.

Iré por partes. Es obvia la calidad de Papo y su Ponceña, así que hablaré poco acerca de ella. Fui a visitarlos al hotel donde los hospedaron para encontrarme con la grata sorpresa de que Héctor Infanzón y su familia llegaron al lobby donde mi látigo y éste, su enkobio, nos encontrábamos. Me dio mucho gusto saludarlos después de años de no ver a Héctor, porque era la segunda vez, ya que lo conocí en el Auditorio Nacional en ocasión de un concierto de Celia Cruz con Pacheco, en donde tuvo brillante participación.

La charla fue agradable, aunque corta, porque llegaron Edwin y Pichi para invitarnos a viajar con ellos al Vive Cuervo. Al llegar al lugar del acto pude conocer al señor Miguel Herrera y agradecer la atención de invitarme al concierto. El lugar estaba abarrotado, lleno hasta las lámparas, arriba y abajo. No cabe duda, el público no se equivoca, y ésta vez no fue la excepción. La Ponceña, repito, a pesar del horrible sonido, hizo gala de su profesionalismo y puso a gozar al personal, y aquí otra sorpresa. Con Papo y sus huestes venía el percusionista Giovanni Hidalgo para ponerle el tapón al botellón.

Nos condujeron a uno de los camerinos y las sorpresas siguieron. Encontré a otro conocido: Rafi Cartagena, quien manejó al Gran Combo, y ahora se encarga de La Sonora Ponceña. Con un venezolano, del que no recuerdo el nombre, nos pusimos a recordar tiempos idos y a destazar a César Miguel Rondón por sus incontables errores en la biblia de la salsa.

Durante la actuación de la Ponceña, Papo, generoso como siempre, invitó a Infanzón a echar la paloma. Me niego a usar palomazo o solear. ¡Uff! Ese verbo no me lo enseñaron en la primaria. La actuación de Héctor no me gustó, ¡me encantó! Además, el bajista me dio la impresión de gozar con él, ya que le hizo unos apoyos que a mi gusto quedaron de aquellita.

Ahora, seguiré con otro tema que me causó gran alegría. En un programa de televisión, cuyo nombre omitiré –no quiero que piensen que busco chamba–, presencié en dos ocasiones la actuación de Luis Martínez y las Divas del Son, quienes mostraron algo que muchos grupos locales han olvidado: originalidad, con lo cual ya van de gane, independientemente de que según mi modesto punto de vista en los elementos del grupo hay calidad.

En cuanto a las divas encontré afinación, buena dicción y la chava que inspira lo hace con conocimiento de causa y buen gusto. Dicen los que dicen que saben que en el son lo más difícil es inspirar, así que, como decía Ismael Rivera “pa’lante como un elefante”. Ojalá sigan juntos, porque en el ambiente sonero lo más difícil es esperar. Así que buena suerte .

Andy Rosebushes, la verdad me cae bien, y pongo su nombre en inglés, ya que no quiero balconearlo, pues es malinchista en grado superlativo; más preciso: boricua en exceso. Lo encontré en el Cuervo y me hizo una pregunta que, como aquel anuncio, había lugar para decirle: esa pregunta ni se pregunta.

Extrañadísimo e incrédulo, me preguntó si el trompetista Leodegario Muñiz, El Cuchillo, había tocado con Eddie Palmieri. Voy más allá: a Leodegario lo llamó Palmieri para grabar un disco, y por coincidencia lo hospedaron en el hotel Taft, donde a éste, su asere, lo tuvieron siete meses para grabar el primer álbum con Pacheco. De pasadita le digo a Cachorraje de San Luis Potosí que el arreglo de Sólo estoy lo hizo Armando Noriega Kennedy, quien también radicaba en Nueva York. Solíamos reunirnos en la oficina de Óscar Jaimes, otro mexicano que en lo suyo la hace chillar en la Gran Manzana.

Cuchillo, Kennedy y un servidor la pasamos de maravilla en territorio pecoso, como decía El Apo, y fuimos a un concierto de Mayna Ferguson, amigo de Leodegario, ya que estuvo antes de lo de Palmieri en diferentes orquestas pecosas.

Ahora, creo que se da cuenta, mi querido bonkó, porque no soporto el malinchismo, y le contaré que en el pasado Paul Mauriat venía a México por músicos nacionales y llevarlos a sus giras. En lo que a mí respecta tuve oportunidad de agasajarme con la calidad de soneros y músicos nacolines, pero ahora que sirva de atenuante para Rosebushes: la mediocridad impera. Un botón de muestra: cuando un dirigente descubre el agua tibia y el hilo negro atosigándonos cada semana con que música es el arte de bien combinar el sonido y el tiempo. ¡Bah!