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Más del Foro 2010
¡Q

ué difícilmente fácil es la fórmula!

1. Un repertorio impecablemente elegido.

2. Un grupo de músicos de primer nivel.

3. Un director preciso, claro y eficaz.

4. Un sólido compromiso de todos con los materiales a interpretar.

Fue precisamente la conjunción de tales elementos lo que hizo que el segundo concierto del Foro Internacional de Música Nueva resultara excelente, en comparación con el primero que fue meramente bueno, y con matices. Tocó el turno a la Orquesta de Cámara del Auditorio de Zaragoza, conocida también como Grupo Enigma, dirigida por Juan José Olives, con un repertorio de España, México y Grecia no sólo muy atractivo, sino también de gran exigencia.

La falta de espacio me impide glosar aquí la impecable lógica musical que hay en la coexistencia, en este programa, de obras de Silvestre Revueltas, Iannis Xenakis y Julio Estrada; los conocedores sabrán a qué me refiero.

La Música para Buñuel del español Víctor Rebullida se articula en sucesivas atmósferas oníricas de instrumentación detallista y diversificada, y el desarrollo del discurso está señalado por fugaces gestos arcaicos que aluden de variadas maneras a fuentes populares españolas. Canto mnémico, fuga en cuatro dimensiones, de Julio Estrada (para cuarteto de cuerdas) es una compleja obra en la que el oyente atento puede percibir, a la vez, un discurso y cuatro flujos. Se trata de una pieza de rigor conceptual y estructural extremos, en congruencia plena con los postulados compositivos de Estrada, uno de cuyos elementos perceptibles es la alternada densificación y rarefacción de la textura instrumental, todo ello en el contexto de una gran condensación y concentración de ideas y de materia sonora.

De Silvestre Revueltas, el ensamble zaragozano interpretó una angulosa versión de Ocho x radio, logrando una muy buena expresión de las geniales superposiciones de motivos, ritmos, articulaciones, colores instrumentales y estados de ánimo que caracterizan a esta breve y aparentemente sencilla (que no simple) partitura del compositor duranguense.

El notable compositor español Tomás Marco, invitado del Foro, presenció la ejecución de sus Veinte sonetos de amor para una danza esperanzada, referidos con claridad a la obra poética y al pensamiento de Pablo Neruda. Aquí, Marco parece empezar por la creación de un entorno armónico variable de gran riqueza, que funge como soporte de una paleta colorística diestramente blandida por el compositor madrileño. Las libertades propuestas en los ámbitos del temperamento y la entonación de los instrumentos expanden de modo muy sugestivo las posibilidades sonoras de la obra.

El sentido del título de la pieza y la línea de conducta manifiesta de Tomás Marco se reflejan puntualmente en el hecho de que se trata de una obra finalmente lúdica y, por ello, esperanzada.

Thallein, de Iannis Xenakis, es una más de sus decantaciones extremas de lo intelectual/cerebral, volcado en una partitura de energía inextinguible que se renueva constantemente. Un efecto quizá inesperado de la audición de Thallein es que se trata de un planteamiento tan profundamente intelectualizado, que el rigor de Xenakis transforma el discurso en algo muy fluido, casi orgánico.

Finalmente, la muy atractiva Música de cámara No. 1 del español Carlos Cruz de Castro, también presente, al igual que Estrada y Marco, en el concierto. Gestualidad insistente y finamente modulada; reflejos y resonancias aprovechados con inteligencia estructural y con atención al resultado sonoro; métrica prácticamente invariable pero nunca monótona o cansina; variedad y amplitud en la articulación.

Tales son los elementos más inmediatamente perceptibles en esta partitura que algo tiene de fascinante e hipnótico, además de mucha y muy rica materia para el oído. Esta Música de cámara No. 1 es como un preciso, bien aceitado y energético mecanismo sonoro, una máquina de movimiento (casi) perpetuo cuyo insistente pulso invita a la concentración tanto reflexiva como contemplativa.

Todo ello, interpretado con gran calidad instrumental, dirección precisa, unidad de propósito y, ante todo un evidente y profundo trabajo de preparación de las obras. Sin duda, un concierto ejemplar del que muchos de nuestros propios ensambles podrían aprender algunas cosas.