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Por séptima vez consecutiva las autoridades niegan permiso para movilizaciones

Alcaldía de Moscú reprime manifestación opositora y detiene a más de 100 activistas
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Represión a opositores que pretendían llegar a la céntrica plaza Triunfalnaya, ayer en MoscúFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 1º de junio de 2010, p. 23

Moscú, 31 de mayo. Por séptima ocasión consecutiva, las autoridades impidieron que la oposición ejerciera este lunes su derecho constitucional a manifestarse, consagrado en el artículo 31 de la Carta Magna de Rusia, al detener a más de 130 activistas y dispersar con exceso de violencia a las demás personas que intentaron congregarse en la céntrica plaza Triunfalnaya de esta capital.

La historia se repite cada dos meses, los días 31, desde que las organizaciones opositoras decidieron convocar en esa fecha un acto reivindicativo del postulado constitucional que, a la letra, establece el derecho de los ciudadanos rusos a reunirse pacíficamente, a realizar asambleas, mítines, manifestaciones, marchas y plantones.

Como ocurrió en los anteriores intentos, la alcaldía de Moscú denegó el permiso para el mitin de la oposición, alegando que en ese lugar –siempre pasa igual– se concedió con anterioridad autorización para otro acto.

En este caso –en una suerte de recurrente prestidigitación política– organizaciones juveniles pro gubernamentales solicitaron unas horas antes permiso para invitar a los ciudadanos a donar sangre para hospitales infantiles el mismo día, hora y lugar que pidieron los opositores.

A finales de los 80 del siglo XX, cuando Boris Yeltsin era líder de la oposición, ocurría algo parecido y las autoridades del entonces gobernante partido comunista invariablemente denegaban el permiso para su actos de protesta y ofrecían llevarlos a cabo en sitios marginales, como la explanada frente al estadio olímpico Lenin, más tarde renombrado Luzhniki.

El día que Yeltsin pudo reunir más de 200 mil personas, la siguiente vez nadie solicitó autorización para realizar manifestaciones en el centro de Moscú y, poco después, el régimen cayó.

Los opositores rusos de ahora se empecinan en manifestar su inconformidad en el sitio que les fue denegado –hoy en la céntrica plaza junto al monumento al poeta Vladimir Mayakovski y la Sala de Conciertos Tchaikovsky– y lo único que consiguen, aparte del efímero golpe mediático, es sufrir otros golpes: los efectos de una represión anunciada.